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miércoles, 7 de mayo de 2014

RAMSES XI

CURIOSIDADES:





El Imperio Nuevo fue la época más gloriosa de Egipto, convertido en la mayor potencia del Mediterráneo. Los dominios de los faraones se extendían desde los puertos de Siria hasta las ardientes arenas de Nubia, en el actual Sudán. Sus victoriosos ejércitos habían resistido las acometidas de dos enemigos mortales: los mitannios y los hititas. Pero el éxito no es eterno. Querellas intestinas y amenazas exteriores minaban la autoridad real, como quedó patente en tiempos de Ramsés III, el último gran soberano de este período: el faraón rechazó los violentos ataques de los Pueblos del Mar, pero murió víctima de una conjura tramada en su propio harén hacia el año 1153 a.C.


 Desde entonces, Egipto rodó cuesta abajo y el país se vio abocado a una decadencia sin recuperación posible. A las incesantes luchas internas por el poder –protagonizadas por las dos ramas dinásticas iniciadas tras el reinado de Ramsés III (cuyos sucesores llevaron todos este nombre)– hay que sumar una serie de cosechas insuficientes, que llevaron  al empobrecimiento del pueblo e incluso a largos períodos de hambruna. El declive de la autoridad y del prestigio de los faraones se manifestó en los robos de tumbas reales, un expolio que tenía carácter de verdadero sacrilegio, dado el componente divino de los soberanos egipcios.
Ramsés XI subió al trono en aquella atmósfera de creciente inestabilidad, hacia el año 1099 a.C. Fue el último representante de la dinastía XX; cuando murió, el Imperio Nuevo se desvaneció con él. Pero, ¿quién era Ramsés XI? En opinión del egiptólogo Jacques Pirenne, los cuatro últimos Ramsés fueron hijos de Ramsés VI y, por lo tanto, hermanos. Al último de ellos, nuestro Ramsés XI, se le atribuyen veintisiete años de reinado. Pero su debilidad y la fuerza de sus adversarios lo convirtieron en una figura meramente decorativa durante los ocho últimos años de su mandato.  


Cuando en Egipto flaqueaba o desaparecía la autoridad del faraón, el vacío que dejaba era ocupado por los súbditos más poderosos. En tiempos anteriores de crisis (los dos primeros períodos intermedios) esa autoridad la suplantaron los gobernadores provinciales o nomarcas y demás reyezuelos locales; ahora, a finales del Imperio Nuevo, iba a pasar al cada vez más poderoso clero del dios Amón, con centro en el gran templo de Karnak, en la ciudad de Tebas.

Hacia la mitad del reinado de Ramsés XI, el poder de los sacerdotes de Amón fue en aumento. De esa posición cada vez más poderosa dejó constancia el sumo sacerdote de Amón-Re, Amenhotep, quien hizo esculpir su imagen a igual tamaño que la de Ramsés XI en los muros de Karnak. Su osadía no debió de limitarse a ello, ya que poco después fue destituido de su cargo, no sin crear un grave conflicto interno en el que intervino el virrey de Nubia, Panehesy. El cargo de sumo sacerdote de Amón-Re estuvo vacante al menos durante nueve meses, algo que no pasaba desde la turbulenta época de Akhenatón, el faraón hereje.


Tras el pontificado de Amenhotep como sumo sacerdote, la máxima jerarquía religiosa pasó a manos de Herihor, quien, al parecer, era de origen libio y provenía del ejército. La influencia política que desplegó desde su cargo pronto cambió la historia de Egipto, porque Herihor hizo realidad la amenaza que cuatrocientos años atrás había motivado la revolución de Akehnatón: que el poder del clero de Amón superase al de la Corona. Para sustraerse a este peligro, Akhenatón proclamó a Atón, el disco solar, como única divinidad de Egipto, de la que él mismo se convirtió en supremo pontífice, y construyó una nueva capital, Amarna, lejos de Tebas y del clero de Amón.


¿Acaso Ramsés no supo evaluar el peligro que suponía Herihor para su propia autoridad?  De hecho, con el nombramiento de Herihor como sumo sacerdote de Amón-Re, el faraón había pretendido contrarrestar el poder del clero poniendo como superior a un hombre que gozaba de su plena confianza. Con la misma intención designó a Herihor general en jefe del ejército del Alto Egipto y de Nubia, protegiéndose así de una posible insurrección de Panehesy, el virrey de Nubia. Ramsés cerraría el círculo defensivo del sur nombrando a Herihor virrey de Nubia. Como cabía esperar, la actuación de Ramsés provocó la ira de Panehesy, quien no tardó en desvincularse de Egipto, conservando el mando del ejército nubio. Ello suponía la pérdida definitiva del imperio creado casi cinco siglos antes por Tutmosis III, el conquistador de Nubia y de Asia. Egipto volvía de este modo a sus viejas fronteras: el Mediterráneo al norte, y Asuán al sur, a la altura de la primera catarata del Nilo.



Las decisiones de Ramsés se habían vuelto contra él. No sólo había perdido Nubia, sino que Herihor asumió de hecho el poder faraónico. En el año 19 del reinado de Ramsés XI, el mismo en que fue nombrado virrey de Nubia, Herihor dio un paso definitivo: iniciar una nueva era partiendo de cero, a la que bautizó como uhem-mesut, «la era del Renacimiento». Tradicionalmente se procedía de este modo cuando un faraón ascendía al trono, marcando el inicio cronológico de su reinado. Ahora, el rey «oficial» seguía siendo Ramsés, pero el mando lo ejercía Herihor, quien no tardó en inscribir sus nombres en sendos cartuchos, una prerrogativa real que también usurpó.

La ascensión de Herihor hacia el poder supremo queda patente en el santuario del dios Khonsu (venerado como hijo de Amón), situado en el recinto sagrado de Karnak y que se terminó en aquellos años. En una primera fase de la decoración de este santuario, Herihor y Ramsés XI aparecen a igual nivel, realizando ofrendas a la divinidad; pero luego es Herihor quien se atribuye la construcción del templo, relegando al rey a un segundo plano, antes de ignorarlo totalmente en las últimas inscripciones dedicatorias.


En este enrevesado asunto hay un tercer personaje en discordia: Esmendes, quien administraba el Bajo Egipto (la región del  delta del Nilo) desde la ciudad de Pi Ramsés. Esmendes, que también procedía del clero de Amón, construyó una nueva ciudad en el delta oriental: Tanis, a unos 25 kilómetros al norte de Pi Ramsés. Esta última ciudad fue completamente desmantelada para construir la nueva capital con sus materiales. Es probable que tan repentino traslado se debiera a un cambio en la hidrografía del Delta: la rama del Nilo que abastecía de agua Pi Ramsés y era su vía de transporte varió su curso y se alejó de la urbe. En todo caso, la nueva ubicación debió de decidirse teniendo en cuenta el importante puerto que se abría en el brazo del Nilo donde se levantó Tanis. Era una salida esencial para un tráfico comercial marítimo cada vez más intenso, y un puesto defensivo básico en la región por donde los invasores asiáticos entraron en el pasado.
Egipto vivía en un inestable equilibrio político. En el Bajo Egipto gobernaba Esmendes junto con su influyente esposa Tentamón, hija de Ramsés XI; en el Alto Egipto, Herihor, que reunía los poderes religioso, ejecutivo y militar; y en Nubia, Panehesy. Si bien Ramsés XI era el rey legítimo, su papel se reducía al de simple comparsa de Herihor. Pero la ambición de Herihor se cumplió sólo en parte: pretendió coronarse a la muerte de Ramsés XI, pero el destino quiso que falleciera hacia 1074 a.C., antes que el monarca. A pesar de ello, materializó el sueño largamente acariciado por el clero de Amón: crear una dinastía religiosa que desplazase a la monarquía tebana. El gobierno de Tebas fue continuado por Piankhi, que sucedió a su padre Herihor como pontífice de Amón. Por su parte, Esmendes, casado con una hija de Ramsés XI, empleó este parentesco para justificar su proclamación como faraón, convirtiéndose en fundador de la dinastía XXI. En cuanto al faraón, nada sabemos sobre las circunstancias de su muerte, acaecida en torno a 1069 a.C., como tampoco sabemos si fue enterrado en la tumba KV4 del Valle de los Reyes, preparada para él, pero que quedó inacabada pese al largo reinado de su propietario.

Así terminó el Imperio Nuevo y comenzó el tercer período intermedio: con el país del Nilo dividido entre un Bajo Egipto regido por los faraones de Tanis y un Alto Egipto gobernado desde Tebas por los sumos sacerdotes de Amón. Hacia 1070 a.C., en Tebas, Pinedjem  I sucedió a su padre Piankhi al frente del clero de Amón y del ejército del Alto Egipto, aunque tras su matrimonio con Henuttauy, otra hija de Ramsés XI, renunció a su cargo religioso y adoptó los títulos faraónicos.

Pero la separación entre los sacerdotes de Tebas y los faraones de Tanis no fue completa, ya que permanecieron unidos por una institución que alcanzó gran arraigo: la Duat Netyer o Divina Adoratriz de Amón, una virgen consagrada al culto de este dios que era la máxima jerarquía religiosa femenina de todo Egipto. La primera fue Maatkare, hija de Pinedjem y Henuttauy. En adelante, este cargo lo desempeñaron princesas de Tanis que se instalaban en Tebas. Con ello se aseguró la existencia de un vínculo entre el Alto y el Bajo Egipto, que no se volvieron a unificar hasta que el rey nubio Shabaka conquistó el país hacia el año 716 a.C.


FUENTE- Maite Mascort. Arqueóloga. Vicepresidenta de la Sociedad Catalana de Egiptología

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