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Hallan en
una cueva sumergida de México el esqueleto de una muchacha de hace
12.000 años. Su ADN indica que muchos indígenas americanos son sus
parientes.
Hace más de 12.000 años, en una selva cercana a los
actuales complejos hoteleros de Cancún, una adolescente de 15 años entró
en una cueva. La joven caminó por un largo túnel, posiblemente
alumbrada por la luz de su antorcha. ¿Buscaba agua? El fuego no le bastó
para ver el precipicio que se abría a sus pies y cayó más de 30 metros
hasta el fondo de un pozo donde había todo tipo de animales muertos. Si
sobrevivió a la caída no lo sabemos, aunque mejor sería que no. Aquel
pozo era en realidad una inmensa bóveda de la que era imposible salir.
EL CENOTE HOYO NEGRO DE 60 METROS FUE UNA TRAMPA MORTAL |
Doce milenios después, en junio de 2007, Alberto Nava se
quedó petrificado a más de 40 metros bajo el agua. El túnel que antaño
recorrió la adolescente está hoy inundado y Nava, un experto en buceo,
lo recorría en busca de galerías desconocidas. Hubo un momento en el que
el suelo “desapareció” a sus pies y las luces no le alcanzaron para
divisar el otro lado de lo que parecía una inmensa estancia en total
oscuridad. Cuando bajó hasta el fondo lo encontró en calma y repleto de
huesos descomunales, fémures de un metro, caderas de casi dos y, junto a
ellos, el esqueleto casi completo de aquella joven de hace 12.000 años.
“Durante dos años no se lo dijimos a nadie”, explica Nava
al teléfono desde Monterrey, en California, donde trabaja como ingeniero
informático y organizador de exploraciones subacuáticas. La zona está
llena de cenotes, cuevas subterráneas inundadas por las que no es raro
encontrarse a turistas amantes del submarinismo que podrían arruinar el
yacimiento, espectacular. Pasados dos años, Nava y el resto de su equipo decidieron comunicar a
las autoridades su extraordinario descubrimiento para que fuera
protegido.
Los restos de aquella
chica han resultado ser un tesoro de valor incalculable. Aquella joven
perteneció al grupo de los primeros pobladores de América y el análisis de sus restos, de los que se ha conseguido extraer ADN, ayudan a responder la pregunta de quiénes fueron los primeros americanos.
El análisis completo del yacimiento de Hoyo Negro, en la península
del Yucatán (México), se publica hoy en un estudio coordinado por el
Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) en
colaboración con varias universidades de EEUU, así como grupos expertos
en buceo, incluido Nava.
El trabajo, publicado en Science, describe el nuevo yacimiento subacuático en el que aún se encuentran gran parte de los restos de la joven, bautizada por los científicos como Naia.
Junto a ella están los esqueletos de tigres dientes de sable,
perezosos gigantes, gonfotéridos (enormes parientes de los elefantes) y
hasta 26 especies hoy extintas, algunas de ellas nuevas para la ciencia.
Posiblemente, apuntan los científicos, todos cayeron en la misma trampa
mortal en un lapso de decenas de miles de años. Después, al término de
la última glaciación, hace unos 10.000 años, esta gran cueva de más de
60 metros de diámetro se llenó de agua y permaneció inundada hasta hoy.
CRÁNEOS Y ADN
El origen de los primeros americanos ha sido debatido durante
décadas. Por un lado, los escasos restos humanos de más de 9.000 o
10.000 años que se conservan muestran que los primeros americanos no se
parecían a los indígenas actuales. De hecho la forma de sus cabezas y
sus rasgos faciales encajan más con los de africanos, aborígenes
australianos y habitantes del Sur del Pacífico. Pero, ¿cómo podrían esas
gentes haber llegado hasta América? Por otro lado, la genética de los indígenas los emparenta con gentes de Asia, y, más concretamente, de Siberia, según los trabajos más recientes, lo que complica aún más el enigma.
Los huesos de Naia muestran que tenía 15 o 16 años y medía en torno a metro y medio. El ADN
extraído de una de sus muelas del juicio muestra que perteneció a un
linaje conocido por los científicos como D1 y que es característico de
los humanos que habitaban en Beringia, una tierra en lo que hoy es
Alaska y Rusia y que hace miles de años quedó partida en dos por la
subida del nivel del mar, formando el actual estrecho de Bering. Esto
refuerza la teoría de que los primeros pobladores del continente
cruzaron por ese puente de tierra entre Eurasia y América y desde ahí
se expandieron al sur en una sola oleada migratoria.
CRÁNEO Y HÚMERO DE LA ADOLESCENTE HALLADA |
Esta tesis está reforzada con una prueba viviente: el 10% de todos
los nativos americanos también pertenecen a ese linaje D1 y llevan aún
hoy su marca en el ADN mitocondrial, el que pasan las madres a sus
hijos. En Chile y Argentina hasta el 29% pertenece al mismo linaje. Por
eso, aquella muchacha de Yucatán es su ancestro.
Los primeros americanos habrían cruzado el puente de tierra hacia
América hace entre 26.000 y 18.000 años y comenzaron a expandirse hacia
el sur hace unos 17.000. Las dataciones directas del carbono de los
huesos de Naia y otras indirectas realizadas en Hoyo Negro indican que
vivió hace entre 12.000 y 13.000 años, es decir, perteneció a aquel
grupo de primeros pobladores americanos. Pero el cráneo de Naia también
es más parecido al de una africana o una niña de Oceanía que al de una
india de América.
A pesar de ello, sus descubridores
descartan que los ancestros de Naia llegasen de esos lugares.
Argumentan que esto no es más que un ejemplo más de la evolución: la
fisonomía de los recién llegados a América fue cambiando hasta cobrar el
aspecto actual. Con lo cual, dicen, queda claro que América se pobló en
una sola oleada de humanos llegada desde Siberia y de ella descienden
todos los indios de América. Sin embargo,
otro gran estudio basado en la genética actual de 52 pueblos indígenas
de América aseguraba que fueron tres oleadas y no solo una.
La posibilidad de una evolución
tan rápida no es descabellada, según expertos ajenos al estudio. “Me
cuadra suficientemente esta hipótesis”, explica Antonio Rosas, paleoantropólogo del CSIC que ha trabajado extensamente con fósiles y ADN de neandertales.
“Estamos aprendiendo que el cambio morfológico puede ser muy rápido y
después de la última glaciación se dio un momento de cambios
estrepitosos”. Así, la subida del nivel del mar, las temperaturas más
cálidas, la adaptación a un nuevo continente, a nuevos alimentos y
paisajes, acabaría por moldear el aspecto de los americanos hasta la
fisonomía actual.
Posiblemente Hoyo Negro siga dando sorpresas. “Naia es uno de los
pocos esqueletos de toda América que data de hace entre 12.000 y 13.000
años así que lo que queremos secuenciar su genoma completo”, ha
explicado Brian Kemp,
antropólogo de la Universidad del Estado de Washington y coautor del
estudio, en una nota de prensa. “La tecnología actual lo permite, pero
aún así es muy complicado”, añade.
Uno de los objetivos claves es proteger el yacimiento. Alberto Nava
cree que ya ha entrado gente ajena al proyecto en Hoyo Negro porque, en
una de sus inmersiones, vio que el cráneo de la joven estaba dado la
vuelta y al borde de un pequeño precipicio en el fondo. “Un diente se
había aflojado y se rompieron parte de los huesos laterales del cráneo”,
comenta Nava, que tiene una beca de exploración de la National
Geographic Society.
OTRA VISTA DEL CRÁNEO HALLADO DE NAIA |
Tras este descubrimiento, el cráneo ha sido llevado a la superficie y
el INAH ya estudia cómo mantenerlo sin que se rompa tras haber pasado
miles de años bajo el agua. Los accesos subacuáticos a Hoyo Negro han
sido vallados y hay carteles que prohíben el paso pero eso, dice Nava,
no disuade a los curiosos. Aunque la idea era mantener el mayor número
de huesos in situ, señala que posiblemente haya que llevar a la
superficie más fósiles para evitar que acaben destrozados o robados.
VIDEO RELACIONADO:
FUENTE _ Revista Science
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