Los celtas no formaron un grupo
único, sino que eran de características físicas, comportamientos y costumbres
muy heterogenias. No obstante, si que tuvieron una raíz común: unos ganaderos,
cazadores, agricultores y comerciantes que forjaron la idea de organización de
una sociedad ideal sin la pérdida del concepto del heroísmo. También, se puede
señalar otro factor en común como era su adoración a unos dioses relacionados
con los bosques, a los que llegaron a ofrecer sacrificios humanos. A lo largo
de su época más gloriosa tuvieron una gran influencia en Europa. Como eran unos
buenos herreros y forjadores, llevaron estas técnicas al norte de los Alpes y
el suroeste del continente. Así en la península ibérica o en la Galia, los
campesinos usaron arados y guadañas de hierro, tras invasiones con fuerza o
amistosas a estas tribus extranjeras. También, mejoraron los carros tirados por
bueyes porque montaron la llanta sobre el aro de la rueda en el momento que era
sacada de la fragua. Los celtas a la par que aportaban nuevos elementos hacían
suyos los de otros pueblos que con el tiempo daría paso a nueva cultura.
Exposición: El
mundo de los celtas, centros de poder y los tesoros del arte que tiene lugar en el Landesmuseum Württenberg de Stuttgart.
UNETICE
En torno al 2200 A.c. surgen en
la península ibérica núcleos humanos importantes que fueron conocidos por los
historiadores con el nombre de “pueblos del vaso cuneiforme”, debido a la forma
acampanada que daban a las copas de arcilla que realizaban. Se les supone que
conocían técnicas para trabajar el cobre. Esta cultura se movió al centro y al
este de Europa donde se mezcló con otros pueblos que dio al nacimiento a lo que
se conoce como la civilización de Unetice. Los trabajadores del metal de esta
cultura se beneficiaron del lugar geográfico que ocupaban para establecer bases
comerciales con Italia, hacía el norte acceso a las tierras del Báltico. Hacía
el sudeste conexión con el Mar Negro, hacia noroeste hacia las islas
Británicas. En estas rutas se transportaron objetos de bronce, estaño y cobre
toscamente fundidos, que cambiaban por el oro de Irlanda, el estaño de
Cornualles o las pieles y ámbar del Báltico. A pesar de esta riqueza, las
gentes de Unetice vivieron con sencillez. No construyeron grandes ciudades sino
que vivieron en pequeños núcleos fortificados con empalizadas de madera y
rodeados de campos de cultivo y de pastos para el ganado.
Constaban de una estructura
tribal compuesta por jefes y guerreros que adoptaban decisiones y organizaban
los trabajos más importantes. Los artesanos eran un grupo muy importante,
estaban eximidos del trabajo militar y las labores del campo debido a que
aportaban mucha riqueza al grupo. Conforme se iban trasladando al oeste de
Europa se fueron dividiendo en clases sociales. Esa clasificación fue típica en
las sociedades célticas. Por ejemplo, los jefes tendrían derechos de
gobernantes, responsables de la seguridad y del bienestar del pueblo. No fueron
dictadores, tenían en cuenta la opinión de los druidas y los guerreros más
destacados.
Vaso campaniforme de Ciempozuelos, arcilla negra, pulimentado con una capa de barro fino, y decorado con motivos geométricos incisos rellenos de pasta blanca; en el Museo Arqueológico de Madrid.
CULTURA DE LOS
CAMPOS DE URNAS
Todo lo anterior hace creer que
los celtas surgieron a partir de Unetice. Así, hacia el 1250 A. c. comenzaron a
extenderse por todo el oeste europeo. Ahora los historiadores, arqueólogos le
dieron un nuevo nombre “la cultura de los campos de urnas” debido a su nueva
costumbre de guardar las cenizas de sus muertos en urnas. Este pueblo debió ser
muy activo, ya que eran seminómadas. Estaban un cierto tiempo radicados en un
lugar, para obtener cosechas y criar ganado. Sus artesanos perfeccionaron los
trabajos de forja y carpintería. Realizaban hoces, armaduras, guadañas, cascos,
espadas de bronce y otros útiles, con una gran belleza de forma y de gracia, y
de muy bellos dibujos. Cuando los asentamientos eran muy prolongados, debido a
que el suelo ofrecía de dos a más cosechas por año, los jóvenes guerreros se
ofrecían como mercenarios a los jefes de las tribus vecinas. Si bien, con el
tiempo se desplazaban hacia el oeste o el sur. De esta forma se extendieron,
los celtas, por el norte de Italia y la Galia. Estas gentes ponían a la lumbre
grandes calderos de bronce, para cocer verduras y carne. Y les gustaba beber
hidromiel y cerveza. También, eran poseedores de un gran surtido de vestimenta,
al tener buenas tejedoras y buenos curtidores, a base de lana de intenso
colorido, adornadas con dibujos geométricos que sujetaban con cinturones de
cuero. Llevaban gorros con campanillas, usaban colgantes y se cubrían en
invierno con capas decoradas con motivos de bronce. Las mujeres más importantes
lucían brazaletes, collares y aros, y se peinaban sus largos cabellos con
trenzas o moños acompañados de oro o de otros metales preciosos.
Cuando los celtas adquirieron su
máximo esplendor fue hacia el 700 A. c. Hubo grandes cambios en Europa y
oriente próximo, debido a que civilizaciones poderosas estaban siendo
destruidas. Los hititas desaparecieron por los invasores. Micenas acababa de
sucumbir frente los dorios del norte. Pero faltaron unos cuántos siglos hasta
que los celtas fueran sometidos por los romanos. Acababan de asentarse en el
lugar donde más se le recordarían, ya conocían el hierro y estaban forjando una
floreciente civilización.
Miniatura de bronce: carro con caldero funerario.
LAS MINAS DE SAL
DE HALLSTATT
Los expertos dividen las primeras
fase de la prehistoria celta en los períodos de Haalstatt (700 – 500 A. c.) y
la Tène (500 A. c. y siglo I de nuestra era), que son los nombres de dos
poblaciones, una austríaca y otra suiza donde se han localizado la mayor
cantidad de objetos antiguos. Las minas de sal de Hallstatt se encuentran en
Austria, en la montaña Salzberg en los Alpes. Fueron explotadas en el siglo IX
A. c. por los celtas. En 1846, George Ramsauer era el encargado de la mina y
estaba realizando un trabajo arqueológico durante muchos años. En ese tiempo
abrió un millar de tumbas, para ir anotando todo lo que encontraba. Gracias a
su trabajo, se sabe que allí vivieron unos mineros que conocían a la perfección
el fundido de metales, tanto para haber forjado unas herramientas que les
permitieron cavar galerías de más de 350 metros de profundidad, apuntaladas con
armazones de madera, a las que accedian mediante escaleras. Como el interior
era muy frío, dispusieron de un sistema primario de calefacción y para ver
usaron antorchas de larga duración.
Alrededor de esta mina vivieron
unas comunidades prósperas, que mantenían relaciones comerciales con
escandinavos, griegos y etruscos. Disponían de caballos, abundante ganando
doméstico y campos de cultivo. También, habían enterrado las cenizas de sus
muertos en urnas, pero aparecieron también una mayor cantidad de esqueletos que
ocupaban carros funerarios de cuatro ruedas juntos a otros objetos como
recipientes para el vino y calderos de bronce de elaborado diseño griego y
etrusco, collares de ámbar de Escandinavia y pomos de espada con incrustaciones
de oro y marfil importados. También, muchas armas (lanzas, puñales, espadas,
hachas etc.) estaban elaboradas en hierro. Lo cuál demuestra que estos celtas
ya eran una civilización más avanzada. Al principio, se creían que eran
productos importados pero se llegó a la conclusión más tarde que como su diseño
y artesanía resultaban únicos, eran de fabricación propia y es cierto que
disponían del hierro de las minas cercanas de los Alpes orientales.
Collar de ámbar, perteneciente a la cultura Hallstatt.
LOS CELTAS DE LA TÈNE
En el 500 A. c., estos
formidables jinetes y mejores herreros fueron capaz de construir los primeros
carros de guerra, provistos de dos ruedas, con duras llantas de hierro que
avanzaban por cualquier sendero. Gracias a este medio, unido a las armas
forjadas en hierro, se establecieron por todo la península itálica, ocuparon
parte de Grecia y Asia menor, donde fundarían el país de Galacia y llegaron a
la península ibérica y las islas británicas. La mayoría de los pueblos se
sintieron atemorizados ante su empuje, aunque después los admiraron debido a
sus habilidades técnicas, la calidad de su arte, por su fervor religioso. En el
390 A. c. saquearon Roma y en el 279 A. c. atacaron la ciudad griega de Elfos,
donde fueron derrotados. Sin embargo, se asentaron en los Balcanes. Un nutrido
grupo de guerreros celtas eran mercenarios, como lanceros que sirvieron a las
órdenes de muchos dirigentes, como Alejandro Magno. Se sabe que los celtas
llegaron a China.
En el 255 A. c. estos celtas de
Tène comenzaron a declinar, fueron derrotados en Telamón, cerca de Roma, por
los ejércitos imperiales. Aunque sobrevivirían por dos siglos más. Se puede
afirmar que el año 58 A. c. con la conquista de Galia por Julio César, los
celtas fueron sometidos. Pero su influencia cultural no fue eliminada, como sus
costumbres ancestrales. Se modificaron las costumbres, las viviendas
adquirieron otras dimensiones y de las tribus se pasó a las ciudades.
Distribución de
los celtas entre 800 A.c y 250 A.c.
ESTRABÓN Y LOS
CELTAS
El geógrafo Estrabón extendió
los limites occidentes de la Galia del siglo I A. c. desde la península ibérica
hasta el Canal de la Mancha, mientras que los orientales los alargó desde el
Rin hasta los Alpes. Este país contaba con grandes ríos, con fértiles campos de
cultivo y en trozos navegables. En este territorio celta se cosechaba una gran
cantidad de mijo y trigo, uvas, higos etc... y había gran cría de bueyes,
ovejas, caballos y cerdos. Los celtas elaboraban algunos subproductos como los
ahumados, salazones y conservas. Las mujeres eran rubias y pelirrojas, tenían
muchos hijos porque estaban sometidas a un trabajo permanente, tenían buena
alimentación y, un concepto, patriarcal de familia. Para Estrabón, los celtas
se ese tiempo eran guerreros apasionados, muy inclinados a la disputa, aunque
generosos. Si bien, ingenuos puesto que se habían dejado vencer con sencillas
estratagemas romanas. Pero eso no fue obstáculo para que se convirtieran en los
mejores guerreros dentro del ejército romano, aunque combatían mejor montados a
caballo que a pié.
Las casas de los celtas eran
grandes, construidas con vigas rematadas en arcos, y disponían de paredes de
mimbre entrelazada, más gruesa que la usada en los cestos, la cuál cubrían con
una especie de argamasa para darle gran consistencia y, además, impedir la
entrada del aire y el agua. Los techos eran de una paja especia, que se cubría
con betún para hacerlos impermeables. El problema era que eran muy sensibles al
fuego, sobretodo cuando se enfrentaron a los romanos que usaban diferentes
tipos de armas incendiarias.
Los últimos bastiones celtas se
encontraban en Irlanda, Escocia, País de Gales y la Isla de Man, debido a que
no fueron ocupadas por Roma. Esto permitió que en esas zonas se conservara más
pura esta civilización, donde los druidas guiaban al pueblo en su condición de
sacerdote, curandero, mago y juez y
conservadores de la tradición oral. También, en Cornualles y Galicia se conservó
bastante arraigado lo celta a pesar de la presencia romana. Estos bastiones
nunca renunciaron a sus tradiciones.
Poblado celta
LIBROS RELACIONADOS:
Norton-Talylor, Duncan: los
Celtas.
Markele, Jean: Los celtas y la
civilización celta.
Hubert,, Henri: Los celtas y la
civilización céltica.
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