CURIOSIDADES:
La primera cruzada acabó con la conquista de Jerusalén, victoria para las tropas cristianas en 15 de julio del año 1099. Los cruzados llegaron hasta la ciudad de Jerusalén, el martes, ocho días antes de los idus de junio, y la sitiaron. Roberto de Normandía la sitió por el lado norte, cerca de la iglesia del protomártir San Esteban, en el lugar en que fue lapidado por el nombre de cristo; le seguía Roberto, conde de Flandes. Por el oeste fueron el duque Godofredo y Tancredo quienes la sitiaron. El conde de Saint-Guilles la sitió por el norte, en la montaña de Sión, hacia la iglesia de Santa María Madre de Dios, donde se dice que Jesús celebró la Cena con sus discípulos.
El tercer día, Raimundo de Pilet
y Raimundo de Turena y otros más, deseando combatir, se destacaron del
ejército. Se encontraron con unos doscientos árabes y aquellos caballeros
cristianos lucharon contra estos y obtuvieron la victoria, mataron a muchos y
capturaron treinta caballos.
El lunes siguiente, el ejército
cruzado atacó con vigor la ciudad, con tal impulso, que si las escalas, dicen,
hubieran estado dispuestas habrían tomado la ciudad. De todas formas,
destruyeron un pequeño muro y aplicaron una escala a la muralla principal; los
caballeros iban subiendo y herían de cerca de los sarracenos y defensores de la
ciudad a cuchilladas y lanzazos. Muchos de los cristianos pero muchos más de
los sarracenos encontraron muerte. Durante ese asedio no pudieron encontrar pan
de comprar, durante unos diez días, hasta que la llegada de un mensajero desde
los navíos cristianos confirmó la llegada, entre otras cosas, de víveres, pero
estando con mucha sed, los cruzados hacían el recorrido con riesgo durante seis
millas para abrevar los caballos y demás bestias hasta la fuente de Siloé, al
pie de la montaña de Sión, pero donde el agua era vendida, demasiado cara.
PUERTA DE DAMASCO RECONSTRUIDA DESPUÉS DE LAS CRUZADAS |
Tras la llegada del mensajero,
los señores de los cruzados celebraron consejo y decidieron enviar caballeros
para guardar fielmente a hombres y barcos en el puerto de Jaffa. Así, al
apuntar el día, cien caballeros se destacaron del ejército de Raimundo conde de
Saint- Gilles, entre los cuáles iban Raimundo de Pilet, Archard de Montmerle,
Guillermo de Sabrán, y se dirigieron hacia el puerto. Después, treinta
caballeros se separaron de los otros y encontraron setecientos árabes, turcos y
sarracenos del ejército del almirante. Los cruzados los atacaron con vigor,
pero la superioridad del enemigo fue tal que los rodearon de todos los lados y
mataron a Achard de Montmerle, y también a unos cuántos soldados a pie. El
resto esperaba ya rodeados y esperaban morir cuando se acercó otro mensajero
que transmitió a Raimundo Pilet “¿Qué haces ahí con esos caballeros? Los
nuestros están luchando con los árabes, turcos y sarracenos; quizás a esta hora
están ya todos muertos; ¿Socorredlos pues pronto!”
Entonces se movilizaron para
acudir y llegaron a toda prisa hasta ellos, combatiendo. Al ver a estos
cruzados los otros se dividieron y formaron dos columnas. Pero los cristianos,
cargaron sobre los otros con tal impulso que cada caballero derribó a su
enemigo. Comprendiendo entonces que no podrían sostenerse ante el valor de los
francos, sintiendo gran terror, volvieron la espalda; los cristianos los
persiguieron durante unas cuatro millas y mataron a un gran número, capturaron
a uno vivo para tener informaciones y se apoderaron de trescientos caballos.
Durante el sitio los cruzados
como se dijo padecieron de terrible sed a tal punto que cosieron pieles de
bueyes y búfalos en las que llevaban agua a lo largo de seis millas. El agua
que daban estos recipientes era infecta y tanto como esa agua fétida lo era el
pan de cebada, motivo diario de aflicción y molestia. Los sarracenos tendían
lazos secretamente a los cristianos infectando fuentes y manantiales, mataban y
despedazaban a todos los que encontraban y ocultaban el ganado en las cavernas
y grutas.
Los señores de los cruzados
estudiaron entonces los medios para atacar la ciudad mediante máquinas, al fin
de poder penetrar en ella. Se construyeron dos castillos de madera y no poco
número de otros ingenios. El duque de Godofredo estableció un castillo
guarnecido de máquinas y el conde Raimundo hizo lo mismo. Se hacían traer
madera de tierras lejanas. Los sarracenos, viendo a los cristianos, construir
máquinas, fortificaban la ciudad y reforzaban las defensas de las torres
durante la noche.
Olifante de Gastón de Bearn, recuerdo de un caballero cruzado |
Después de que los jefes
cristianos hubieran detectado el lado más débil de la ciudad hicieron
transportar el sábado por la noche la maquinaría y un castillo de madera: era
en el punto este. Lo levantaron al apuntar el día y después prepararon y
guarnecieron el castillo el domingo, el lunes y el martes. En el sector sur, el
conde de Saint- Guilles, hacía reparar su máquina.
El miércoles y el jueves
atacaron fuertemente toda la ciudad de todos lados, pero antes que la tomasen
por asalto, los obispos y sacerdotes hicieron decidir, con sus plegarias y
exhortaciones, que se haría, en honra a Dios, una procesión en derredor de las
murallas de Jerusalén, y sería acompañada de plegarias, limosnas y ayunos.
El viernes por la mañana se hizo
un asalto general a la ciudad sin poder abrir brecha. Más tarde, los caballeros
apostados sobre el castillo se batían con ardor, entre otros el duque Godofredo
y el conde Eustaquio su hermano. En ese momento, uno de los caballeros llamado
Lietaldo escaló el muro de la ciudad. Pronto, desde que hubo ascendido, todos
los defensores huyeron desde los muros a través de la ciudad, y los cristianos
los siguieron y acosaron, acuchillando y matando hasta llegar al templo de
Salomón, donde hubo tal carnicería que los cristianos andaban con sangre hasta
los tobillos.
Por su parte, el conde Raimundo,
situado al norte, condujo a su ejército y el castillo de madera hasta cerca del
muro. Pero entre el castillo y muro se extendía un foso, en que se mandó
pregonar que quién llevase tres piedras a dicho foso cobraría un dinero. Fue
preciso hasta tres días y tres noches el poder colmarlo. Rellanado el foso, se
aproximó el castillo y lo apoyaron contra la muralla. En el interior los
defensores se batían con vigor contra los cristianos usando fuego y piedras. El
conde, sabiendo que los francos estaban en el interior de la ciudad bramó: “¿En
qué os demoráis? ¡Ya están todos los franceses en la plaza!”
El almirante que mandaba la
Torre de David se rindió al conde y le abrió la puerta en la que los peregrinos
tenían costumbre de pagar el tributo. Entrados en la ciudad los peregrinos
perseguían y mataban a los sarracenos hasta el templo de Salomón, donde se
habían reunido y donde abandonaron a los cristianos al más furioso combate
durante toda la jornada, hasta tal punto que el Templo entero goteaba sangre.
Después de haber arrollado a los sarracenos, los cristianos tomaron en el
Templo gran número de mujeres y hombres, y mataron o dejaron vivo a quién bien
les pareció. Encima del Templo de Salomón se había refugiado un gran número de
paganos de ambos sexos, a los cuáles Tancredo y Gastón de Bearn habían dado sus
banderas. Los cruzados corrieron pronto por toda la ciudad recogiendo el oro,
plata, caballos, mulos y saqueando todas las casas que rebosaran riquezas.
Después, todos felices, fueron a
adorar el Sepulcro del Salvador Jesús saldando su deuda con él. A la mañana
siguiente, los cruzados escalaron el techo del Templo, atacaron a los
sarracenos, hombres y mujeres, y sacando su espada los decapitaron. Algunos se
arrojaron de lo alto del Templo. Al ver esto Tancredo se llenó de indignación.
Después se formó consejo y se
decidió que cada cual haría limosnas y plegarías a fin de que Dios eligiese a
quién quisiera para reinar sobre los demás y gobernar la ciudad. Se ordenó
también sacar de la ciudad a todos los sarracenos muertos, a causa del extremo
hedor, pues toda la ciudad se hallaba llena de cadáveres. Los sarracenos vivos
arrastraban a los muertos fuera de la ciudad, ante las puertas, y formaban con
ellos montones tan altos como casas. El conde Raimundo hizo conducir al
almirante de los sarracenos y a sus compañeros hasta Ascalón, a donde llegaron
sanos y salvos.
Al octavo día después de la toma
de la ciudad se eligió al duque Godofredo príncipe de la ciudad, al fin de
combatir a los sarracenos y defender a los cristianos. Asimismo se eligió
patriarca el día de San Pedro ad Vincula a un hombre sabio y honorable llamado
Arnoul. Se concluye que la ciudad fue tomada por los cristianos el viernes,
quince de Julio.
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