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lunes, 10 de noviembre de 2014

DOMINGO SANGRIENTO EN SAN PETERSBURGO

CURIOSIDADES:




Los obreros de San Petersburgo fueron inducidos por el Pope Gapón para marchar hacia una huelga general y se constituyeron para el hecho en comités (soviets), pero a su pesar, fueron abortados mediante medidas contundentes. Este hecho fue a causa de la reciente industrialización en Rusia, así la creación de partidos políticos de tendencia liberal y el terrible desastre en todos los niveles que supuso la derrota frente al Japón en la reciente guerra.



EL 5 DE ENERO DE 1095 SE PRODUCE EL DOMINGO SANGRIENTO


San Petersburgo despertó esta mañana en estado de sitio. Nunca se había visto, sin embargo, amanecer más claro y encantador. Hacía cinco grados bajo cero. El aire era seco y vigorizante, y el cielo casi sin nubes. Las cúpulas doradas de las catedrales e iglesias y los techos incrustados de escarcha de las casas y fachadas, iluminados brillantemente por el sol, formaban un soberbio panorama cuando miré desde las ventanas del hotel pensando que nos traería el nuevo día.

Noté un cambio significativo en el conjunto de los transeúntes. En vez de dirigirse a la escalinata de la catedral de San Isaac, como solían en aquella mañana de domingo, caminaban silenciosamente, a solas o en pequeños grupos en dirección al Palacio de invierno. Juntándome a la rápida corriente de los grupos de trabajadores que pasaban, me dirigí, por los Jardines del Almirantazgo, en dirección a dicho palacio. Ningún observador podía dejar de sentirse impresionado por lo cariacontecido de todos los rostros. La gente, al volver las esquinas que daban ya directamente frente a la plaza del Palacio de invierno, alargaba el cuello tratando de ver lo que ocurría. 

Ya se había reunido una gran multitud de varios miles, pero impedía la entrada en la plaza la presencia de tropas de caballería. Ahora las masas comenzaron a empujar hacía delante de modo amenazador. La caballería avanzó dispersando la gente a la derecha y a la izquierda. Muchos observadores curiosos, entonces, por prudencia, se salieron con alguna dificultad de la multitud constantemente creciente y volvieron a sus casas. Yo volví a mi barrio para esperar noticias de mi plantilla de corresponsales que tenía estacionados en todos los puntos importantes de la ciudad.

Los hechos se han sucedido unos a otros con rapidez tan asombrosa que el público está conmocionado y excitado sobremanera. Hasta el último instante, nadie parecía figurarse que estaba a punto de suceder nada serio. Confiando, como siempre, en la suficiencia del látigo, la gente se encogía de hombros diciendo que habría seguramente algunos porrazos, pero que los manifestantes serían fácilmente dispersados. Pero en dos horas, la ciudad ha quedado en un estado de abierta revolución.


LOS MUERTOS FUERON MUCHOS


El primer conflicto comenzó a las once, cuando las tropas trataron de hacer retroceder a unos cuantos miles de huelguistas de Putilov, en uno de los puentes que comunican con la isla, que es el gran barrio industrial, con las partes centrales de la ciudad. Lo mismo ocurrió casi simultáneamente en los demás puentes, donde el constante aflujo de obreros se dirigían hacia delante no quisieron permitir que se les obstruyese el paso al punto de cita común que habían concertado en la plaza frente al palacio. Los cosacos, al principio emplearon sus látigos, después pegaron con los sables de pleno, y finalmente, hicieron fuego.

Los huelguistas que marchaban delante cayeron de rodillas e imploraron a los cosacos les dejasen avanzar, protestando que no tenían intenciones hostiles. Rehusaron, sin embargo, ser intimidados por cartuchos de pólvora sola, y se dieron órdenes de cargar con bala.

Entonces las pasiones de la multitud se desataron como un dique que se rompe. El pueblo, viendo a muertos y moribundos, sobre la nieve, manchándola de sangre, en todas direcciones, clamó venganza.

Mientras tanto, la situación del palacio se iba haciendo momentáneamente más comprometida. Se decía que las tropas eran incapaces de controlar las vastas masas que constantemente surgían hacia delante. 

Se mandaron refuerzos, y a las dos se dio una nueva orden de fuego. Hombres, mujeres, niños, cayeron a cada descarga y fueron llevados fuera en ambulancias, camillas y carros. No era ya una cuestión de los obreros solamente. Se había despertado la indignación y el furor de todas las clases. Estudiantes, mercaderes, todas las clases de la población fueron igualmente inflamadas. En el momento en que escribo, hay descargas en todos los barrios de la ciudad.

El padre Gapón, marchando a la cabeza de un gran grupo de obreros, llevando una cruz y otros emblemas religiosos, fue herido en el brazo y hombro.

El automóvil que yo empleaba para mandar mis telegramas a la oficina de telégrafos, fue requisado y empleado en transportar heridos. 

Las dos fuerzas de obreros están ahora separadas. Las del otro lado del río se están armando con espadas, cuchillos y herramientas de herrero y carpintero, y se ocupan en levantar barricadas.

Varios oficiales han sido gravemente heridos en la Perspectiva Nevsky; les quitaron las espadas y arrancaron los galones. Reinan un supremo pánico y consternación. Las tropas, manifiestamente sin piedad, disparan a diestro y siniestro, con razón o sin ella. Los amotinados continúan apelando a sus sentimientos diciéndoles: “¡Sois rusos!¿Por qué desempeñáis el papel de los carniceros sanguinarios?”. Cuando los muertos y heridos son transportados, las gentes se quitan en ademán de saludo los gorros y gritan: “¡Hurra!¡Bien hecho!” en honor de los que han caído.

He pasado por el distrito de Viborg y en la parte vijea de San Petersburgo. Hay tropas apostadas en varios puntos, estando concentradas a los oficiales que pasaban al frente de las tropas.

Al regresar de la Perspectiva Nevsky penetré en una enorme multitud compuesta de todas las clases de la sociedad. Extranjeros cambiaban con excitación impresiones de los sucesos del día, siéndose camaradas ante el peligro común. Todos estaban profundamente conmovidos y exasperados ante los horrores cometidos por los soldados en el barrio Putilov, que tenía el aspecto de un auténtico degolladero. Allí los obreros anticipándose a los disparos, se arrojaban de cara al suelo y las tropas disparaban sobre ellos según estaban echados.


Y NO HUBO PIEDAD PARA NADIE


En la puerta de Narva, las tropas dispararon sobre los manifestantes, que iban dirigidos por los padres Gapón y Sergio, llevando una cruz y un icono y un retrato del zar, que fue acribillado por una nube de balas. El padre Sergio murió.

La policía y soldados que guardaban el puente del Neva trataron de hacer retroceder a la multitud con las bayonetes, pero como no cesaba el empuje, sonó un clarín, y sonaron dos descargas dirgidas a la masa humana. Muchos fueron los heridos o muertos, y todos aullaban imprecaciones, maldiciones y juramentos de venganza a los oficiales.

Reina una espantosa ansiedad en todos los hogares cuando están ausentes algunos de sus miembros. Esposos, padres, mujeres y niños, desesperados, buscan a los seres que les faltan. Los cirujanos y las ambulancias de la Cruz Roja trabajan activamente. Tenemos en perspectiva una noche de terror. 



fuente_the times 1905


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