CURIOSIDADES:
Los
obreros de San Petersburgo fueron inducidos por el Pope Gapón para marchar
hacia una huelga general y se constituyeron para el hecho en comités (soviets),
pero a su pesar, fueron abortados mediante medidas contundentes. Este hecho fue
a causa de la reciente industrialización en Rusia, así la creación de partidos
políticos de tendencia liberal y el terrible desastre en todos los niveles que
supuso la derrota frente al Japón en la reciente guerra.
EL 5 DE ENERO DE 1095 SE PRODUCE EL DOMINGO SANGRIENTO |
San
Petersburgo despertó esta mañana en estado de sitio. Nunca se había visto, sin
embargo, amanecer más claro y encantador. Hacía cinco grados bajo cero. El aire
era seco y vigorizante, y el cielo casi sin nubes. Las cúpulas doradas de las
catedrales e iglesias y los techos incrustados de escarcha de las casas y
fachadas, iluminados brillantemente por el sol, formaban un soberbio panorama
cuando miré desde las ventanas del hotel pensando que nos traería el nuevo día.
Noté
un cambio significativo en el conjunto de los transeúntes. En vez de dirigirse
a la escalinata de la catedral de San Isaac, como solían en aquella mañana de
domingo, caminaban silenciosamente, a solas o en pequeños grupos en dirección
al Palacio de invierno. Juntándome a la rápida corriente de los grupos de
trabajadores que pasaban, me dirigí, por los Jardines del Almirantazgo, en
dirección a dicho palacio. Ningún observador podía dejar de sentirse
impresionado por lo cariacontecido de todos los rostros. La gente, al volver
las esquinas que daban ya directamente frente a la plaza del Palacio de
invierno, alargaba el cuello tratando de ver lo que ocurría.
Ya
se había reunido una gran multitud de varios miles, pero impedía la entrada en
la plaza la presencia de tropas de caballería. Ahora las masas comenzaron a
empujar hacía delante de modo amenazador. La caballería avanzó dispersando la
gente a la derecha y a la izquierda. Muchos observadores curiosos, entonces,
por prudencia, se salieron con alguna dificultad de la multitud constantemente
creciente y volvieron a sus casas. Yo volví a mi barrio para esperar noticias
de mi plantilla de corresponsales que tenía estacionados en todos los puntos
importantes de la ciudad.
Los
hechos se han sucedido unos a otros con rapidez tan asombrosa que el público está
conmocionado y excitado sobremanera. Hasta el último instante, nadie parecía
figurarse que estaba a punto de suceder nada serio. Confiando, como siempre, en
la suficiencia del látigo, la gente se encogía de hombros diciendo que habría
seguramente algunos porrazos, pero que los manifestantes serían fácilmente
dispersados. Pero en dos horas, la ciudad ha quedado en un estado de abierta
revolución.
LOS MUERTOS FUERON MUCHOS |
El
primer conflicto comenzó a las once, cuando las tropas trataron de hacer
retroceder a unos cuantos miles de huelguistas de Putilov, en uno de los
puentes que comunican con la isla, que es el gran barrio industrial, con las
partes centrales de la ciudad. Lo mismo ocurrió casi simultáneamente en los
demás puentes, donde el constante aflujo de obreros se dirigían hacia delante no
quisieron permitir que se les obstruyese el paso al punto de cita común que
habían concertado en la plaza frente al palacio. Los cosacos, al principio
emplearon sus látigos, después pegaron con los sables de pleno, y finalmente,
hicieron fuego.
Los
huelguistas que marchaban delante cayeron de rodillas e imploraron a los
cosacos les dejasen avanzar, protestando que no tenían intenciones hostiles.
Rehusaron, sin embargo, ser intimidados por cartuchos de pólvora sola, y se
dieron órdenes de cargar con bala.
Entonces
las pasiones de la multitud se desataron como un dique que se rompe. El pueblo,
viendo a muertos y moribundos, sobre la nieve, manchándola de sangre, en todas
direcciones, clamó venganza.
Mientras
tanto, la situación del palacio se iba haciendo momentáneamente más
comprometida. Se decía que las tropas eran incapaces de controlar las vastas
masas que constantemente surgían hacia delante.
Se
mandaron refuerzos, y a las dos se dio una nueva orden de fuego. Hombres,
mujeres, niños, cayeron a cada descarga y fueron llevados fuera en ambulancias,
camillas y carros. No era ya una cuestión de los obreros solamente. Se había
despertado la indignación y el furor de todas las clases. Estudiantes,
mercaderes, todas las clases de la población fueron igualmente inflamadas. En
el momento en que escribo, hay descargas en todos los barrios de la ciudad.
El
padre Gapón, marchando a la cabeza de un gran grupo de obreros, llevando una
cruz y otros emblemas religiosos, fue herido en el brazo y hombro.
El
automóvil que yo empleaba para mandar mis telegramas a la oficina de
telégrafos, fue requisado y empleado en transportar heridos.
Las
dos fuerzas de obreros están ahora separadas. Las del otro lado del río se
están armando con espadas, cuchillos y herramientas de herrero y carpintero, y
se ocupan en levantar barricadas.
Varios
oficiales han sido gravemente heridos en la Perspectiva Nevsky; les quitaron
las espadas y arrancaron los galones. Reinan un supremo pánico y consternación.
Las tropas, manifiestamente sin piedad, disparan a diestro y siniestro, con
razón o sin ella. Los amotinados continúan apelando a sus sentimientos
diciéndoles: “¡Sois rusos!¿Por qué desempeñáis el papel de los carniceros
sanguinarios?”. Cuando los muertos y heridos son transportados, las gentes se
quitan en ademán de saludo los gorros y gritan: “¡Hurra!¡Bien hecho!” en honor
de los que han caído.
He
pasado por el distrito de Viborg y en la parte vijea de San Petersburgo. Hay
tropas apostadas en varios puntos, estando concentradas a los oficiales que
pasaban al frente de las tropas.
Al
regresar de la Perspectiva Nevsky penetré en una enorme multitud compuesta de
todas las clases de la sociedad. Extranjeros cambiaban con excitación
impresiones de los sucesos del día, siéndose camaradas ante el peligro común.
Todos estaban profundamente conmovidos y exasperados ante los horrores
cometidos por los soldados en el barrio Putilov, que tenía el aspecto de un
auténtico degolladero. Allí los obreros anticipándose a los disparos, se
arrojaban de cara al suelo y las tropas disparaban sobre ellos según estaban
echados.
Y NO HUBO PIEDAD PARA NADIE |
En
la puerta de Narva, las tropas dispararon sobre los manifestantes, que iban dirigidos
por los padres Gapón y Sergio, llevando una cruz y un icono y un retrato del
zar, que fue acribillado por una nube de balas. El padre Sergio murió.
La
policía y soldados que guardaban el puente del Neva trataron de hacer
retroceder a la multitud con las bayonetes, pero como no cesaba el empuje, sonó
un clarín, y sonaron dos descargas dirgidas a la masa humana. Muchos fueron los
heridos o muertos, y todos aullaban imprecaciones, maldiciones y juramentos de
venganza a los oficiales.
Reina
una espantosa ansiedad en todos los hogares cuando están ausentes algunos de
sus miembros. Esposos, padres, mujeres y niños, desesperados, buscan a los
seres que les faltan. Los cirujanos y las ambulancias de la Cruz Roja trabajan activamente.
Tenemos en perspectiva una noche de terror.
fuente_the times 1905
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