CURIOSIDADES:
Corría
el 1 de mayo de 1528, la costa oeste de Florida. En esas está Álvar Nuñez
Cabeza de Vaca, el tesorero de Carlos I de España y alguacil mayor, y Pánfilo
de Narváez, gobernador y el que ejerce la comandancia de la expedición, mirándose
fijamente, aún sabiendo que el último es tuerto. El joven Cabeza de Vaca, con
sólo treinta y cuatro años, mantiene una actitud prudente, aunque desafiante a
su jefe, de casi sesenta años, de carácter de fuego e impulsivo.
-“Vamos
a penetrar tierra adentro, no me importa que esos indios posean flechas capaces
de atravesar un nogal, en absoluto, nosotros tenemos lo que hay que tener, y
nos acompaña el poder de nuestro Salvador Jesucristo, mejores hombres en la
lucha…”. Comenta Pánfilo.
-“Con
todos mis respetos, señor, yo estimaría conveniente permanecer junto a nuestros
navíos, que están bien vigilados y fondeados en lugar seguro. Estimo prudente
esto porque si nos alejamos de la costa perderemos de nuestra vista las
embarcaciones y podríamos no volver regresar.”. Le dice Cabeza de vaca a su
superior.
-“Será
posible, con el oro y el maíz sembrado que hay por ahí, no te das cuenta de
nuestra situación, tanta hambre en nuestros hombres, solo los mantiene el deseo
de riqueza… no querrías que acabase todo en motín. Además… veo que no eres tan
valiente como había estimado… correrías como una mujer si te toparas con un
simple ratoncito… no eres más que un estorbo, Cabeza de Vaca.”. Le arroja estas
últimas palabras a la cara.
El
semblante de Cabeza de Vaca adquiere un tinte rojizo, de ebullición. El sabe
que esas palabras son injustas, puede parecer un cobarde pero piensa en querer
más aventurar la vida que poner su honra en esa condición.
LA RUTA QUE SIGUIÓ LA EXPEDICIÓN DE NARVÁEZ |
Diremos
que Cabeza de Vaca era un hombre inteligente y culto que ya participó en su
juventud en la batalla de Ravena en Italia y en la toma del alcázar de Sevilla
durante la revuelta de los comuneros de Castilla. Su apellido, es un orgullo
para él, se dice que proviene de un antepasado materno del siglo XIII, que
ejercía de pastor, un tal Martín Alhaja, que dispuso una cabeza de vaca
devorada por los lobos como marca de paso a través de un pasaje secreto entre
montañas. Esto ayudó a las tropas cristianas a derrotar a los musulmanes en la
batalla de Navas de Tolosa. Por ello, Cabeza de Vaca, decidió usar el apellido
de su madre en lugar del de su padre, Francisco de vera.
Seguiremos
comentando que la expedición dirigida por Pánfilo de Nárvaez salió del puerto
de Cádiz, concretamente de Sanlúcar de Barrameda, con el objetivo de conquistar
y gobernar los territorios comprendidos entre el río de Las Palmas, actual Rio
Grande, hasta el cabo de Florida.
La
expedición constaba que cruzó el atlántico estaba integrada por cinco navíos,
con unos 600 hombres a bordo. Pararon en la isla de Santo Domingo, La Española,
para abastecerse de víveres y de caballos. De los 600 hombres, unos 140 se
quedaron en aquella isla para hacer fortuna. Después de esto, la siguiente
parada fue en Santiago de Cuba, donde se pudo alistar a nuevos hombres, y
conseguir más caballos y armas. Sin embargo, en la villa de Trinidad,
localizada en el centro sur de la isla se vieron sorprendidos por un temporal
que destruyó a dos navíos y arrasó la localidad, de forma que perdieron unos 60
hombres y 20 caballos. Viendo la catástrofe, los hombres desmoralizados se
decidió posponer la expedición una vez pasase el invierno.
Así,
a principios de 1528 se embarcaron unos 400 hombres y 80 caballos en cuatro
navíos y un bergantín. Fue unos días después, cuando divisaban la Habana, se
vieron a alejarse de la isla por una nueva tempestad que les empujaría hasta la
costa de Florida. Costeando por el litoral dieron con la bahía de Tampa, donde
divisaron un campamento de indios.
“Los
indios de aquel pueblo vinieron a nosotros, y aunque nos hablaron… no los
entendíamos; mas hacíannos muchas señas y amenazas, y nos pareció que nos
decían que nos fuésemos de la tierra, y con esto nos dejaron.”, según contó
Cabeza de Vaca en su relato. Allí pudieron ver que habían cajas de los
mercaderes de castilla, pero al abrirlas con horror descubrían que contenían un
cadáver, cubierto con cuero de venado pintado. Con ello se dieron cuenta que no
eran los primeros hombres blancos en pisar aquella tierra, sino que otros
españoles se habían encontrado con un destino funesto.
Pues
volviendo al principio, la discusión entre Pánfilo y Cabeza de Vaca, terminó en
la decisión de adentrase tierra adentro en busca de la famosa provincia
Apalache, según contaban los indios, repleta de oro. Para poder ir hasta allí
contrataron un guía entre los indios a cambio de baratijas, cascabeles y
cuentas de gran valor para ellos. El terreno era pantanoso, repleto de árboles
gigantes.
Guiados
por el indio llegaron hasta un río ancho y profundo dominado por una corriente
muy fuerte, y tras detenerse a hacer acopio de madera talando algún árbol,
construyeron una canoa, de forma que necesitaron un día para poder cruzarlo.
Juan Velázquez, un miembro del grupo, pensó que era buena idea atravesar el río
a lomos de un caballo, desgraciadamente ambos fueron engullidos por las
corrientes del río, de suerte que con la carne del caballo recuperada muchos
iban a poder comer esa noche.
CABEZA DE VACA PERDIDO CON LOS SUYOS TRAS EL NAUFRAGIO |
Los
días fueron dejando atrás el fuego expedicionario de encontrar el oro, y el
hambre se iba abriendo pasos a través de los intersticios de sus mentes hasta
conquistar sus voluntades. Además, se añadía las acometidas de los indios, que
se acercaban a rastras sin producir ningún ruido. “Ven y oyen más y tienen más
agudo sentido que cuantos hombres yo creo hay en el mundo. Usan arcos gruesos y
largos, y por lo visto no fallan casi nunca el tiro. Siempre preparados,
pasaban la noche despiertos con sus arcos y una docena de flechas a mano, si
era necesario. Eso sí, sienten un temor absoluto por los caballos.”. Relata en
sus memorias Cabeza de Vaca.
Finalmente,
los aventureros arribaron a Apalache, una tierra que a simple vista les pareció
despoblada y muy pobre. Trataron amistosamente con muchos indios, que les
indicaron que debían dirigirse al pueblo de Aute, donde podrían hallar maíz,
frijoles y calabazas, así como pescado, al estar cerca del mar. Eso hizo, y una
vez en Aute, pudieron descansar varios días para luego encaminarse hasta la
costa. Pero el hambre azuzaba tenaz, y pasados unos pocos días ya habían
acabado con todos los caballos para su sustento, y el lugar fue conocido como
la Bahía de los caballos. La gente comenzó a morir por desnutrición, otros
flechados por los indios, así que decidieron los sobrevivientes continuar por
mar.
Para
ello fabricaron primero herramientas, y al cabo de un mes y medio tenían
construidas cinco barcas. Se echaron a la mar, pero la navegación fue un
suplicio, llegando a beber agua salada, padeciendo una fuerte tormenta y
recibiendo más ataques de los indios. Llegaron hasta la desembocadura del
Mississippi, el mayor río de todos que los recibió con su abrazo de muerte. La
fuerte corriente reinante los llevó mar adentro y las barcas se fueron
dispersando.
Al
amanecer de ese día, Cabeza de Vaca se encontró frente a la barca del
gobernador. “Él me respondió que ya no era tiempo de mandar unos a otros; que
cada uno hiciese lo que mejor le pareciese que era para salvar la vida”. Es lo
que le dijo el gobernador a Cabeza de Vaca. Esto ya era la demostración
palpable que la expedición constituía un fracaso. Dos de las barcas se
perdieron en las profundidades del océano, una de ellas la del propio Pánfilo
de Narváez, una tercera zozobró y sus tripulantes se unieron a la de Cabeza de
Vaca.
Navegaron
cuatro días en unas condiciones calamitosas hasta embarrar con violencia, y los
marineros se fueron arrastrando por la orilla cuál muertos vivientes. Algunos
indios que los vieron… “comenzaron a llorar recio, y tan de verdad, que lejos
de allí se podía oír, y esto les duró más de media hora”. Relató Cabeza de
Vaca. En aquel lugar se encontraron con los capitanes Andrés Dorantes y Alonso
del Castillo, y con toda la gente que formaba la quinta embarcación. Habían
llegado a la isla que llamaron “de Mal Hado” en la actual Galveston, Texas.,
allí padecieron de hambre extrema y varios de ellos recurrieron al canibalismo.
Cabeza
de Vaca enfermó por aquel entonces, y permaneció un año con una tribu de indios
fuera de la isla, donde se quedaron con él Hiéronimo de Alaniz y Lope de Oviedo,
el resto partió hacia México. Posteriormente, se trasladó con los indios
charruco, que moran en los montes, donde pasó unos seis años con ellos,
ejerciendo de mercader, viajando tierra adentro llevando conchas de caracolas
que eran usadas por los indios para cortar un tipo de fruta y debía regresar
con pieles, con sílex para las puntas de las flechas o con caña resistente para
las saetas. En ese tiempo no abandonó el lugar por Lope de Oviedo, que no
quería regresar, y no sabía nadar.
Más
tarde, fueron informados por los indios que se habían visto más cristianos por
la zona que eran maltratados por unos nativos. Estos eran el capitán Alonso de
Carrillo, Andrés Dorantes y el Estebanico el negro, natural de Amazor,
Marruecos, el primer africano que pisó esas tierras. Se encaminaron hasta allí,
y tras recibir un recibimiento a base de palizas, y apuntaron los arcos a sus
corazones, amenazando con matarles. Todos eran cautivos, y se hallaban en un
punto cercano a la desembocadura del río Guadalupe en Texas. Entre los cuatro intrigaron
para escapar de allí. Con lo que llegada la estación de las tunas emigraron con
la tribu, decidieron permanecer meses con ellos para no establecer sospechas de
que pensaban escapar. Cuando decidieron finalmente que el día había llegado, se
vieron frustrados debido a una riña entre varios indios sobre una mujer. Con lo
que debieron esperar otro año para poder partir y dejar a aquellos indios, como
se relata en el siguiente enlace:
En
su viaje entre indios hacía el oeste llegó un punto que vio un paisaje
accidentado, con sierras despuntando en el horizonte y allí pudo ver los indios
más blancos que hubiera visto hasta entonces. Aunque pensaban que estaban cerca
del mar, se aventuraron entre las montañas, evitando la costa, donde había
indios muy peligrosos. Fueron atravesando los actuales estados de Nuevo México
y Arizona, costeando el golfo de California, pasando por Culiacán y llegando a
Sinaloa. Alcanzaron el rio Petután, donde hallaron un poblado deshabitado con
signos de que había habido cristianos allí y no muy lejos de allí encontraron a
cuatro de ellos a caballo, que quedaron atónitos al descubrir que iban
acompañados de indios y casi desnudos. El pueblo estaba abandonado porque los
cristianos habían aterrorizado a los indios que moraban en él, y los
acompañantes de Cabeza de Vaca eran unos 600 entonces, que se encontraron con
el resto de los soldados en la provincia llamada La Nueva Galicia. Los
cristianos quisieron esclavizar a los indios que acompañaban a Cabeza de Vaca,
pero estos se rebelaron, “que los cristianos mentían, porque nosotros veníamos
de donde salía el sol, y ellos de donde se pone, y que nosotros sanábamos los
enfermos y ellos mataban los que estaban sanos; y que nosotros veníamos
desnudos y descalzos, y ellos vestidos y en caballos y con lanzas; y que
nosotros no teníamos codicia de ninguna cosa”. Relató Cabeza de Vaca sobre lo
que dijeron los indios.
Los
soldados españoles escoltaron a los hombres de Cabeza de Vaca hasta Veracruz,
donde casi 10 años, después de la partida, Cabeza de Vaca embarcaba para
España.
BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA:
WE CAME NAKED AND BAREFOOT. THE JOURNEY OF CABEZA DE VACA ACROSS NORTH AMERICA. AUSTIN. UNIVERSITY OF TEXAS, PRESS 2003
CABEZA DE VACA, ALVAR NUÑEZ. NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS. ESPASA-CALPE 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario