EL ACRÓBATA QUE SE HIZO PASAR POR REY DE ALBANIA
La Historia está llena de hilarantes y curiosos
ejemplos de personajes dotados de cierta habilidad para engañar a los demás y
hacerse pasar por otras personas, la mayoría de ocasiones con el propósito de
estafar o ganar una buena suma de dinero.
Ese es el caso de Otto Witte, un
peculiar acróbata circense que ideó un plan perfecto para hacerse pasar por el
que tenía que ser proclamado nuevo rey de Albania. A lo largo
de cinco días disfrutó de todas las prebendas y lujos de cualquier monarca e
incluso tuvo a su disposición un harem.
El relato comienza tras la Segunda Guerra de los Balcanes que tuvo
lugar entre el 16 de junio y el 18 de julio de 1913. Albania consiguió su
independencia y dejó de estar bajo el dominio del Imperio Otomano. Fue en ese momento
cuando comenzó a plantearse quién podría ser el candidato ideal para dirigir el
nuevo destino de la nación, barajándose varios nombres que iban desde Halim Eddine, un sobrino del sultán
turco, hasta el príncipe alemán William von Wied.
Por aquellos días una pequeña compañía ambulante
estaba de tránsito por la zona con su espectáculo circense. El grueso de artistas
lo componían en su mayoría hombres y mujeres que por algún motivo preferían
estar itinerantes y lejos del control de las autoridades, por lo que entre el
grupo se encontraba más de un rufián perseguido por la ley.
Esto hacía que los artistas de este circo ambulante
no solo vivieran de lo que conseguían en la taquilla tras cada función, sino
que estuviesen continuamente pensando el modo de engañar o hacer algún timo con
el que embolsarse una buena suma de dinero. De ahí que cuando uno de ellos leyó
la noticia de la próxima llegada a Albania del Principe Halim, en la que aparecía un retrato de éste, y
viera el enorme parecido físico que tenía con su compañero Otto Witte, un vivaz
acróbata de origen alemán de 41 años, le propusiera dar el golpe de sus vidas
haciéndose pasar por el futuro rey y su séquito.
Quizá inspirados por la novela El prisionero de Zenda, muy de moda en
aquella época, o por la curiosísima
historia del falso capitán de Köpenick, ocurrida unos años
antes y que llenó cientos de páginas de los diarios, Otto Witte aceptó el plan
propuesto por su compañero y se puso en marcha para llevarlo a cabo.
Consiguieron uniformes y elegantes ropas para poder
presentarse ante las autoridades que estuviesen al cargo del país en aquel
momento y acto seguido se les envió sendos telegramas anunciando la llegada.
El 13
de agosto de 1913, Otto, ataviado como si de un príncipe turco se tratase,
llegó a Durrës acompañado de su séquito con el fin de asumir el
mando y control del país.
A lo largo de los siguientes cinco días, Otto I de Albania disfrutó de los
placeres y riquezas de un monarca, se puso a su disposición un harem de
hermosas jóvenes e incluso ordenó declarar la guerra al vecino Reino de Montenegro, nación con la que existían ciertas
rivalidades.
Pero, como es de esperar, llegó el día en el que se
recibieron los telegramas anunciando la llegada del verdadero candidato al
trono, por lo que se descubrió el engaño y no tuvo más remedio que huir con su séquito de artistas circenses a toda
prisa de allí, no sin antes coger un buen puñado de monedas,
joyas y tesoros reales.
Otto Witte viajó hasta su Alemania natal, donde
permaneció el resto de su vida. Poco más se sabe de su vida desde entonces
hasta el año 1958 en el que falleció, pero lo que sí ha trascendido es que tras
finalizar la Primera Guerra Mundial fundó
un partido político con el que pretendía presidir el país, aunque poco o nada
consiguió en esa nueva etapa profesional.
Aunque existen demasiados datos inconexos, varias
contradicciones, falta de crónicas y fuentes de rigor fiables que confirmasen
la veracidad de la historia, el hecho de que Albania jamás reconociese
oficialmente nombramiento alguno de un rey conocido como Otto I, ni los
historiadores aseguren ni desmientan al 100% este relato, Otto Witte consiguió
un documento por parte de las autoridades de Berlín en el que constaba como ‘artista de circo y una vez rey de Albania’.
LA ESTAFA DEL CAPITÁN KöPENICK
Esta es la historia de un hombre que estaba cansado
de vivir en la pobreza mientras veía cómo los políticos de su ciudad vivían de
manera despreocupada gracias a las arcas municipales. Wilhelm Voigt había sido despedido de
su trabajo como zapatero y la leyes de entonces no permitían que una persona
sin permiso de trabajo pudiese residir en Berlín. A pesar de ello, se quedó y
quiso dar un escarmiento a los miembros de la clase política.
Hoy en día, la
vida e historia de este hombre se explica en todas las escuelas alemanas
como ejemplo de valerosa resistencia a un gobierno injusto. La mañana del 16 de
octubre de 1906, Wilhelm Voigt, de 57 años, se vistió con un uniforme de
capitán del ejército prusiano que había comprado de segunda mano y salió a la
calle. Se dirigió hasta Köpenick,
un pequeño suburbio de Berlín, y allí se puso al mando de un pelotón de
soldados que efectuaban prácticas de tiro en una caserna.
Voigt dio de manera fría, perfecta y contundente una
serie de órdenes mientras los soldados se ponían de inmediato bajo su mando.
Nada hacía pensar entre el pelotón que aquel
capitán que les dirigía hacia el ayuntamiento no era militar, sino un simple
zapatero en paro que había estado en varias ocasiones en
prisión por pequeños delitos.
Una vez llegaron a la casa consistorial, ordenó subir
al despacho del alcalde y detenerlo junto al tesorero municipal. Los
subordinados quedaron perplejos mientras Voigt, con sangre fría, acusaba a los
dirigentes de malversación de fondos públicos y tomaba de la caja de la tesorería los 4.000 marcos que
allí había, firmando un recibí en el que curiosamente puso el nombre del
director de la última prisión en la que había estado preso. Posteriormente,
ordenó llevar al alcalde y al tesorero a la capitanía general de Berlín.
Wilhelm Voigt salió del edificio, se dirigió a la estación de Köpenick y
desapareció.
Sólo diez días más tarde, el 26 de octubre, fue arrestado en un burdel. En poco
más de un mes, compareció ante un tribunal con todas las de perder. No obstante,
no tardó en ganarse rápidamente a los presentes. Su historia fascinó a todo el
mundo hasta el punto de que la prensa comenzó a publicar artículos hablando de
su gesta de una manera favorable.
El favor de la opinión pública fue tal que el 1 de
diciembre se le condenó a 4 años de prisión, pero la presión popular y
mediática consiguió, dos años después (16 de agosto de 1908) el indulto concedido por el Kaiser Guillermo II.
Una vez puesto en libertad, Wilhelm Voigt se dedicó a
explicar su historia en pequeños teatros, aumentando su popularidad de tal
manera que consiguió realizar una gira por los Estados Unidos, Canadá y
Francia. En 1909 publicó un libro autobiográfico titulado "Cómo me convertí en capitán de Köpenick. Mi
biografía. Por Wilhelm Voigt, llamado capitán de Köpenick".
Con el dinero que ganó con su venta se compró una casa en Luxemburgo, lugar
donde se retiró a vivir tranquilamente hasta su fallecimiento en 1922.
Si uno de estos días visitas casualmente la ciudad
que le hizo famoso, te encontrarás con una estatua conmemorativa a Wilhelm Voigt, el capitán de Köpenick,
en la entrada del ayuntamiento.
EL IMPOSTOR QUE SE HIZO PASAR
POR LUIS XVII
El delfín al trono francés solo pudo ocupar el puesto
durante dos años, cuando tenía 8 de edad, al llegar a él tras haber sido
guillotinado su padre.
Murió siendo un niño tras pasar un largo periodo de
tiempo recluido e incomunicado en la Torre
del Temple y múltiples fueron las personas que, años después,
trataron de hacerse pasar por él y reclamar una vida digna de rey.
Uno de esos curiosos personajes fue Karl Wilhelm Naundorff, un relojero
prusiano que se instalo en 1833 y se introdujo en el círculo monárquico de la
capital, para después ir relatando las increíbles historias de cómo huyó de su
encarcelamiento en la Torre del Temple ayudado por unos desconocidos.
Para hacer más veraz su historia e identidad,
Naundorff contaba con la inestimable colaboración y complicidad de Agathe de Rambaud, la que fue niñera de los hijos de
Luis XVI y Mª Antonieta y, por tanto, cuidadora de Luis XVII
hasta los siete años.
Esta se convirtió en el mejor salvoconducto
para Naundorff en la Francia de la post revolución, llegando a instalarse
durante un año en la casa de Madamme Rambaud y recibiendo en sus salones
cientos de visitas como Luis XVII.
Pero el impostor se topó con un inconveniente: María Teresa Carlota de Francia,
Duquesa de Angulema, único miembro de la familia real francesa que logró
sobrevivir a la revolución.
Tras innumerables denuncias contra el farsante, la
duquesa consiguió finalmente la expulsión de este del país.
El impostor que se hizo pasar por Luis XVIINaundorff tuvo que marcharse de Francia acompañado
por familia y su primer destino fue Inglaterra, donde fundó una iglesia
cismática en la que se nombró 'Príncipe
Protector'. Tras un tiempo en Gran Bretaña fue encarcelado y
expulsado. Su próximo destino fue Holanda.
En los Países Bajos vivió hasta 1845, año en el que
falleció y allí consiguió brindarse de varios privilegios y ser tratado como un
miembro real.
En el acta de defunción figuraba como 'Carlos Luis de Borbón, duque de Normandía, Luis
XVII, Rey de Francia y Navarra, hijo de Luis XVI y María Antonieta de
Habsburgo'.
En 1954 se realizó un juicio en el que se analizaron
todas y cada una de las pruebas que aportaban los descendientes de Naundorff,
los cuales aún conservaban el apellido Borbón. En dicha instrucción se
determinó que el verdadero Luis XVII falleció en 1795 a la edad de 10 años en
el presidio de la Torre del Temple y que los demandantes no tenían derecho a
arrogarse a ningún título nobiliario ni privilegio alguno.
EL HOMBRE QUE REINÓ EN ANDORRA
La de Borís
Skósyrev es la historia de un hombre que, gracias a su talento,
consiguió autoproclamarse rey del
Principado de Andorra.
Skósyrev nació en Bielorrusia en 1896 y siendo un
joven de 21 años huyó al Reino Unido tras el estallido de la Revolución Rusa. La habilidad innata que poseía para
convencer a todo aquel con el que se cruzaba le abrió numerosas puertas en su
nuevo país de residencia, consiguiendo introducirse rápidamente para colaborar
como espía para la inteligencia británica.
Su talento y verborrea lo llevaron a viajar a
numerosos países del planeta, cada vez adquiriendo un estatus mayor y una muy
buena posición económica gracias a las diferentes relaciones y matrimonios con
mujeres millonarias.
Tras un ir y venir entre diversos países europeos,
Borís apareció, recién iniciada la década de los años 30, en el Principado de Andorra. Se instaló a vivir en una acogedora
casa y desde allí tramó un plan perfecto para hacerse con el poder del pequeño
país ubicado en los Pirineos.
Llevaba bajo el brazo el título nobiliario de Conde de Orange (aparentemente
inventado por él, al explicar que le había sido concedido por la propia reina Guillermina I de los Países Bajos).
También traía una nueva identidad, ya que su apellido había sufrido unas
pequeñas transformaciones, quedando en Boris
de Skossyreff.
Borís Skósyrev no paró hasta ser nombrado Borís I de Andorra.
Tras un tiempo residiendo en
Andorra y comprobar las numerosas ventajas económicas que podría tener ese
pequeño Estado tras unos adecuados cambios, presentó un plan para
modificar el sistema de gobierno del país, reuniéndose con los consejeros
responsables de velar por los intereses del principado. Estos, viendo la
inviabilidad de lo expuesto y la clara intención de aprovecharse de la situación
por parte del ruso, no aceptaron llegar a ningún acuerdo con Skossyref,
mandando su expulsión del territorio
andorrano y declarándolo 'persona non grata'.
Fue entonces cuando, desde su exilio en el Hotel Mundial de la Seo d'Urgell, decide tramar un elaborado
plan para hacerse con el poder absoluto del país y poder llegar a ser proclamado rey de Andorra. Para
ello empezó a contactar con influyentes hombres de la época (1934) con los que
se reunió y convenció para recibir su apoyo incondicional.
La única ficha del entramado que no encajaba en su
propósito era la del Obispo de la
Diócesis de l'Urgell, copríncipe junto al Presidente de la República Francesa
del Principado de Andorra, quien no dio su apoyo y desautorizó
a Borís como pretendiente a ocupar un trono que no le pertenecía por derecho ni
linaje.
Boris de Skossyreff concedió múltiples entrevistas a
diarios de varios países en los que anunciaba su plan de reinar en Andorra.
Unos extraños contactos con el ducado
de Orleans (pretendiente del trono de Francia) le abrieron las
restantes puertas que le quedaban, y en julio de 1934 volvió a presentar de
nuevo a las autoridades andorranas su plan de convertir al Principado en un
país próspero en inversiones de capitalistas extranjeros, del mismo modo que
funcionaban otros pequeños estados europeos.
Y esta vez consiguió convencerles gracias al aval de
importantísimas personas que le apoyaban. Tan solo uno de los consejeros
andorranos votó en contra, siendo aprobado por mayoría el nuevo modelo de
Estado del país, nombrando a Borís I
rey de Andorra.
Durante los siguientes nueve días Skossyreff fue
monarca. Poco más de una semana; tiempo suficiente para organizarse la
oposición a este nombramiento encabezada por el consejero que dio su voto en
contra, el Obispo de la Seo d'Urgell,
y otros que veían lo sucedido como algo surrealista e inviable.
Tras tocar las teclas pertinentes, la oposición
consiguió su propósito, y el 21 de julio de 1934 (algunas fuentes indican que
fue el día 14) se envió desde
España a la Guardia Civil para arrestar al recién nombrado monarca
del Principado de Andorra.
Se le trasladó en un principio a Barcelona y
posteriormente a Madrid, donde se le aplicó la Ley de vagos y maleantes. Tras un corto tiempo en la
prisión Modelo fue puesto en libertad y expulsado de España. Algunas crónicas
indican que se trasladó a Portugal, donde pasó varios años, y después a Francia,
siendo apresado durante la Segunda Guerra Mundial y enviado a un campo de
concentración.
A Borís de Skossyreff, el que fuera el primer y único rey de Andorra,
se le pierde toda pista a partir de 1944, muy posiblemente a causa de su
fallecimiento.
EL HOMBRE QUE SE PROCLAMÓ REY DE
EUROPA
Este es el caso de William Hacket, un ciudadano británico del siglo XVI que
un buen día, tras acogerse al calvinismo, decidió por partida doble autoproclamarse el nuevo Mesías y Rey de
Europa.
De la anterior vida de Hacket poco se sabe,
pero de la escasa información que existe sobre él tan sólo cabe destacar su vida disoluta, llena de violentas
peleas y su firme convicción atea
que prodigaba por el Condado de
Northamptonshire (en el centro geográfico de Inglaterra) de
donde era originario.
En 1591 hay un punto en su vida en el que cambia su
carácter radicalmente y su modo de vivir desenfrenado y, de la noche a la
mañana, se acoge fanáticamente al calvinismo,
dedicándose a llevar la palabra de Dios por todo el condado.
Algunas fuentes apuntan como motivo de su
transformación al hecho de conocer al clérigo Gilles Wittington, pero otros historiadores aseguran que
el encuentro fue posterior, produciéndose cuando ambos coincidieron en prisión.
El autoproclamado Rey de Europa William Hacket quiso
destronar a Isabel I de Inglaterra …El encarcelamiento de Hacket se produjo tras proferir insultos contra la
reina Isabel I de
Inglaterra y sus consejeros, lo que hizo que hizo que fuese acusado de "lesa majestad" (crimen u ofensa hecha en contra
de la dignidad de un rey o monarca o contra el Estado).
Con el propósito evangelizador los dos hombres
coincidieron en la ciudad de Londres, donde su periplo los había llevado con la
santa misión de conseguir 'calvinizar' la sociedad británica. Otros se
sumaron al propósito, formándose una pequeña legión de seguidores que
rápidamente señalaron a Hacket como el enviado de Dios y nuevo Mesías, lo que
llevó a William a padecer un delirio religioso, llegándose a creer inmortal.
El reducido grupo, al que se le incorporó Edmund Coppinger (un antiguo
trabajador de rango menor de la Casa Real) y Henry Arthington (un caballero de Yorkshire) intentaron
llevar su cruzada religiosa en pos del calvinismo por las calles de la capital
de Inglaterra.
La ejecución pública de Guy Fawkes, otro rebelde
contemporáneo de Hacket, por Jansz Visscher …Sus lugares de evangelización no eran otros que
tabernas ubicadas en los suburbios de la ciudad, lo que hizo que se les sumasen un puñado de alcohólicos y
rufianes que gritaban agitadas consignas contra la monarquía y el gobierno
establecido a cambio de unos tragos.
Todo ello propició que William Hacket terminara
autoproclamándose 'Rey de Europa'
con el apoyo incondicional de sus seguidores, que lo jaleaban y animaban cada
vez más a dirigir el destino de los súbditos ingleses.
Ese frenesí hizo que se viese con la facultad de
destronar a Isabel I y destruir públicamente varios retratos de la reina. Fue
detenido y acusado nuevamente de lesa majestad, y su reincidencia provocó que
fuese juzgado y condenado a muerte junto a alguno de sus seguidores.
El 28 de julio de 1591 William Hacket, el
autoproclamado Mesías y Rey de Europa fue ejecutado y sus restos fueron
destripados y descuartizados a la vista de todos los asistentes.
EL HOMBRE QUE DECÍA SER EL EMPERADOR DE LOS ESTADOS
UNIDOS
Los libros de historia de los Estados Unidos están
cargados de peculiares personajes que han enriquecido cada uno de los capítulos
de esa nación, pero, entre todos ellos, podemos encontrar uno que, sin lugar a
dudas, resaltará entre muchos por la singularidad de sus hechos y forma de
vivir.
Un personaje al que en lugar de ser rechazado y
encerrado en algún centro de salud mental, se le brindó un gran respeto por
parte de los ciudadanos y las instituciones de la ciudad de San
Francisco. Un hombre al que no se
le trató como loco, a pesar de autoproclamarse emperador de los Estados Unidos.
Su nombre era Joshua
A. Norton y, aunque no se sabía con certeza su año y lugar de
nacimiento, todo apunta a que lo hizo en la ciudad de Londres en 1815.
A muy temprana edad emigró junto a su familia hasta
Sudáfrica, donde se instalaron en Ciudad del Cabo, y su padre pudo hacerse con
una pequeña fortuna gracias a los negocios. Joshua decidió perseguir el sueño americano y en 1849,
tras el fallecimiento de su progenitor, viajó hasta la ciudad de San Francisco en busca de prosperar y multiplicar la herencia
recibida, que subía a 40.000 dólares, toda una fortuna en
aquella época.
Supo invertir y, en pocos años, ya había montado
algunas empresas y adquirido varios inmuebles. Cuatro años después se calcula
que su patrimonio ascendía a 250.000$.
Su habilidad para los negocios y la especulación lo convirtieron en un hombre
muy popular entre las clases más pudientes de la ciudad, lo que hizo que
frecuentemente estuviese rodeado de los personajes más influyentes de la época.
Pero su voracidad por ser cada vez más rico se topó
con una mala alianza empresarial que realizó, lo que le llevó a invertir y
perder todo su capital en una desafortunada transacción que no le salió como él
esperaba. Mal aconsejado por sus socios, en 1848 acaparó todos los cargamentos de arroz que llegaban a San
Francisco desde China, aprovechando que las importaciones
estaban frenadas debido a un veto gubernamental por la precaria economía en el
país de origen.
Este acto especulativo disparó el precio del arroz,
subiendo de golpe de los 4 centavos hasta los 36 centavos de dólar. Pero con lo
que no contaba Joshua A. Norton era que dicha ocasión la aprovecharían otros
especuladores para mandar hasta allí un cargamento
de 100 toneladas de arroz desde Perú, hecho que hizo
derrumbarse el precio del adquirido en China y, como consecuencia directa, la
pérdida de todo su capital y patrimonio.
Este hecho pudo ser el desencadenante de su vida
posterior. Desapareció durante un periodo de tiempo de la ciudad, apareciendo
en 1859 con una única pretensión: cambiar
el modo de vida de los unionistas y darle a estos un modelo de estado como el
que había en países como el Reino Unido.
El 17 de septiembre de 1859, Joshua A. Norton se autoproclamó emperador de los Estados Unidos,
haciéndose llamar "Su majestad el
emperador Norton I". Los conciudadanos se lo tomaron con
buen humor y, al tratarse de un personaje que había estado en lo más alto de la
sociedad de San Francisco, decidieron seguirle la corriente en aquello que
decía, dándole tratamiento real cuando se cruzaban con él o simplemente iba a
algún comercio, donde era invitado a comer y se le rendía pleitesía.
De vez en cuando, el emperador Norton I iba
publicando edictos con intención de mejorar la calidad de vida de los
residentes en el país. Pero su delirio de poder iba cada vez más allá,
imponiendo impuestos de 25 centavos a los comercios y multas a aquellos que en
lugar de llamar a la ciudad con su nombre real se refiriesen a esta como Frisco. Mandó disolver los partidos
políticos, la Corte Suprema de California e, incluso, cuando estalló en 1861 la
Guerra de Secesión, citó para reunirse
con él a Abraham Lincoln y a Jefferson Davis (presidente
de la Confederación) y así mediar entre ellos. Pero, como es obvio, ninguno de
los dos se presentó a la reunión.
En 1863 decidió hacerse cargo también de México,
autoproclamándose "protector" del país vecino e incorporándolo a su
tratamiento real: Norton I, emperador
de Estados Unidos y protector de México.
Llegó incluso a emitir un billete de 10 dólares
propio, que, aunque carecía de valor alguno, en los comercios se lo
admitían como forma de pago. A lo largo de los 21 años que se mantuvo en su
puesto de emperador, consiguió pacíficamente importantes cambios en la sociedad
de San Francisco, interviniendo en una ocasión para frenar a una enfurecida
masa de ciudadanos que quería linchar a un grupo de trabajadores de origen
chino. Tras soltar unas palabras subido sobre un cajón, al más puro estilo de
un charlatán de feria, y clamando que "todos
eran hijos de Dios", pidió suprimir las leyes que
desfavorecían a los inmigrantes por su color de piel. Su discurso calmó a
la muchedumbre, que acabó marchándose hacia sus casas sin ocasionar altercado
alguno y, en su mayoría, convencidos por las palabras de tan ilustre personaje.
Norton tenía el respeto, admiración y cariño por
parte de todos sus conciudadanos, hasta tal punto que el propio ayuntamiento de
la ciudad de San Francisco iba aprobando diferentes partidas presupuestarias para proporcionarle ropa
y todo aquello que era de primera necesidad para subsistir.
Un entrañable personaje que, en sus conversaciones
con los demás, presumía de cartearse con la mismísima Reina Victoria I.
Su vida y actos han dado mucho de sí. Tanto que se
han escrito infinidad de novelas teniéndolo como personaje central e, incluso,
el popular cómic The Sandman,
escrito por Neil Gaiman,
le dedicó a Joshua Norton el capítulo número 31, titulado "Tres septiembres y un enero".
Norton I falleció el 8 de enero de 1880 víctima de un
ataque de apoplejía. A su entierro acudió la flor y nata de la ciudad y miles
de personas quisieron acudir a su último adiós, ocasionando colas de tres
kilómetros. En su lápida figura la siguiente inscripción: "Norton I,
emperador de los Estados Unidos y protector De México".
FUENTE _ Yahoo
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