El 10 de diciembre de 1898, España no solo perdía los
últimos territorios que conservaba en ultramar, sino que ese día también desaparecía
el poco prestigio que le quedaba y para el recuerdo quedaban los gloriosos
tiempos pasados. Pero antes de centrarnos en el fatídico año 98, debemos
remontarnos unos años atrás, concretamente a 1868, para comprender todos los
sucesos que ocurrieron después.
Mientras España sufría las consecuencias de “La Gloriosa”,
en Cuba otro grupo de revolucionarios, encabezados por el terrateniente
oriental Carlos Manuel de Céspedes, se preparaban para proclamar la
independencia de la isla, aprovechando la inestabilidad que reinaba en la
península ibérica.
Hartos de la presión fiscal, de la esclavitud y de los
abusos cometidos por España a lo largo de los siglos, el proyecto
independentista cubano tomó forma el 10 de octubre, en el pueblo de Yara, donde
se leyó la declaración de independencia, en el llamado “Grito de Yara”. Así
daría comienzo la Guerra de los diez años, en la que el ejército cubano, más
numeroso, experimentado en la guerra de guerrillas y con un conocimiento más
profundo del terreno, tomará la iniciativa frente a un ejército español joven,
inexperto y mucho menos numeroso que el cubano. Aun contando con estas
ventajas, con el ímpetu revolucionario y con unos lideres tan capaces como
Ignacio Agramonte, Máximo Gómez o Antonio Maceo; fue lastrado por las
divisiones internas en las filas de los revolucionarios, la resistencia del ejército
español, comandado por el conde de Valmaseda y Valeriano Weyler, y por una
excesiva duración del conflicto, que favorecía la llegada de nuevas tropas
desde España. Así, el 10 de febrero de 1878, se firmo la Paz de Zanjón donde se
reconocía la supremacía del estado español, así como la derrota de los
revolucionarios cubanos y la prohibición de atacar o luchar contra el poder
español. Pero lo cierto es que el germen estaba creado y años después, bajo el
carismático liderazgo de José Martí, la revolución vuelve a Cuba.
Martí, que durante la Guerra de los diez años había sido
deportado a España, había trabajado siempre por el triunfo de la revolución
desde el exilio, pero en 1895 le llegó el turno de poner esas ideas en
práctica, en su querida Cuba, como líder del Partido Revolucionario Cubano. Así,
en este año 95, estallaría una nueva guerra contra el estado español,
concretamente el 24 de febrero, cuando 35 localidades orientales se levantaron
en armas en el llamado “Grito de Oriente”. Enseguida se puso España en marcha,
enviando numerosos efectivos a la isla, al mando del general Martínez Campos,
para sofocar la revuelta, pero esta vez los revolucionarios estaban mucho más
concienciados y unidos, siendo muy difícil para el ejército español detener su
avance.
Aunque a los pocos meses de comenzar la guerra, el líder de
la revolución José Martí muere en combate el 19 de mayo de 1895, los cubanos
consiguen numerosas victorias sobre los españoles, haciendo que desde España se
destituya a Martínez Campos para poner al mando a un viejo conocido, Valeriano
Weyler, que en esta nueva etapa tomaría la vía de la dureza, llegando a crear
campos de concentración para la población cubana, con el fin de que no pudiesen
ayudar a los libertarios. Se calcula que murieron unos 100.000 cubanos en
dichos campos. Aun así, Weyler no consiguió frenar el avance de una revolución
que ya se había extendido por toda la isla. Para el año 97, las fuerzas
españolas controlaban a duras penas sus principales puertos, hostigados por el
ímpetu del ejército cubano y sin el respaldo de la metrópoli, que había agotado
todos sus recursos económicos en esta guerra.
En el año 98, cuando España veía perdida la guerra e
intentaba conseguir un acuerdo pacífico con los líderes cubanos, un suceso
inesperado lo cambio todo.
Estados Unidos buscaba expandirse territorialmente, en su
búsqueda de convertirse en una superpotencia, y tenía sus ojos puestos en Cuba,
un puerto fundamental en sus ideas expansionistas. Por ello había enviado al
acorazado Maine al puerto de La Habana, para proteger sus intereses en la isla,
aunque una oportuna explosión del buque el 15 de febrero, en la que murieron
dos tercios de la tripulación, le hizo entrar en el conflicto de lleno. España
fue acusada de provocar la explosión del Maine, aunque a día de hoy la autoría
del atentado sigue sin aclararse; y EE.UU. declaró la guerra a España, acabando
con cualquier opción de victoria para el ejército español. La potencia de la
alianza entre EE.UU. y Cuba hizo que España optase por la rendición, firmando
el Tratado de Paris donde Cuba conseguía su ansiada libertad y Estados Unidos
se anexionaba los antiguos territorios españoles de Puerto Rico y Filipinas.
Mientras tanto, los españoles volvían a casa con las manos vacías y la
sensación de haber perdido algo que nunca volverían a recuperar.
Escrito por Javier S. Roquero para Daniela D. Silva.
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