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domingo, 11 de enero de 2015

LA ROCA ROJIZA DE NUEVO MEXICO

MISTERIOS DE LA HISTORIA:



Cuando Fray Bartolomé de las Casas puso por escrito el conocimiento de los lugares que visitaba en los territorios descubiertos por los españoles en lo que conocemos por América, en algunos de sus párrafos describió a algunos de aquellos indios que moraban por las islas del Caribe como hombres de piel blanca y occidental. Pero, aparte de estos, describió a algunos poseedores de narices aguileñas, pelo moreno como hombres de origen hebreo. Incluso más tarde Juan de Torquemada pensaba que el topónimo de Cuba surgía de la palabra hebrea Casco que viene representaba por cuatro grafías. O el río Yuna, que cruza la República Dominicana, tomaría su nombre del profeta Jonás. Allá por el año 1566, el obispo Diego de Landa recoge en su escrito “relación de cosas del Yucatán” habló de la posibilidad de descendientes de las 10 tribus perdidas de Israel de las que habla la biblia. También este y otros obispos pensaron que los aztecas fueron descendientes de estos y los rituales de muerte de personas entre los aztecas fue una conversión del ritual de sacrificio de carneros para Iahvé.


LA ROCA ROJIZA CON TEXTO TALLADO EN HEBREO


Sea lo que sea, en marzo de 1994, cerca de un pueblo llamado “Los lunas” en Nuevo Mexico, se descubrió una roca que podría demostrar que integrantes de alguna tribu perdida puso tierra en América antes que Colón lo hiciera. Esa roca se llama “la roca de las inscripciones” que pesa unas 70 toneladas que descansa en la vertiente más escarpada de una solitaria loma rojiza. 

Existe constancia histórica desde el 1800 de que la roca estaba situada allí y era conocida por los indios que residían en la zona como “el barranco de las escrituras extrañas”. En dos metros cuadrados de superficie se puede ver un texto de nueve líneas de origen semítico. Ese texto se dejó de usar en medio oriente hacia el 1000 a.c. 

En 1949, llegó hasta allí un doctor, Robert H. Pfeifer, del museo semítico de la Universidad de Harvard. El pudo copiar ese texto y traducirlo. Lo que encontró fue la traducción, en concreto un resumen, de los 10 mandamientos que Moisés recibió de Yahvé en el desierto del Sinaí. Después de este, Frank Hibben, profesor de antropología de la Universidad de Nuevo Mexico, estudió el caso y llegó a la conclusión de que la roca fue tallada por alguna de las peregrinaciones mormonas que se dieron a finales del siglo XIX. Esto llegó a oídos de los analistas mormones de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días provenientes de Utah y tras estudiar la roca desecharon la teoría del profesor. Pensaron que aquellos trazos eran muy frescos, si bien, esos textos habían sido revisados a lo largo de muchos años por numerosos investigadores y estudiosos para obtener placas fotográficas.

En 1964, un juez de Alburquerque, Robert Lafollette, movido por la curiosidad estudió la roca y llegó a la conclusión que los caracteres inscritos en ella eran de origen fenicio y asignó a cada signo un valor fonético que dio como resultado un texto parecido al dialecto original de los indios navajos. En 1607, el dominico fray Gregoria García, en su obra “Origen de los indios del nuevo mundo” sugería que los fenicios ayudaron a los nativos en sus costumbres posteriores y en el desarrollo de su lengua. Como sabemos los fenicios fueron consumados navegantes y comerciantes y, tanto, este fray como otros cronistas como Gómara, Alonso de Zamora pensaban que los indios hablaban una especie de hebreo. 

Volviendo al juez; consultó con un intérprete navajo que le dijo que el texto de la roca no hacia referencia a ningún texto de carácter religioso sino que relataba una crónica de un viaje épico de tiempos precolombinos. Esta teoría fue respaldada por Dixie L. Perkins, una traductora de textos cuneiformes que afirmó que el texto de la roca era greco fenicio y de contenido no religioso. Esta mujer apreció ciertas peculiaridades gramaticales propias de la zona de Chipre, del siglo IV a.c. y según ella la roca comienza de la siguiente forma: “He venido a este lugar para quedarme” y sigue relatando una historia de un marino llamado Zakymeros de cultura griega, que arribó al corazón de Nuevo México a través del Rio Grande.



fuente_JACK KUTZ EN MISTERIOS Y MILAGROS DE NUEVO MEXICO

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