CURIOSIDADES EXPRESS:
El
pequeño Leopoldo II de Bélgica creció con el deseo de poseer algo mayor que su
pequeña Bélgica, ya dijo de bien joven sobre ello: “Pequeño País, pequeña
gente”. Gran amante de la geografía pudo recorrer el Mediterráneo y el sudeste
de Asía, en los territorios dominados por las grandes potencias. Y como
conclusión dijo: “Bélgica necesita una colonia”. Intentó comprar las islas de
Fiji, Filipinas a los españoles, al no poder complacer sus deseos giró su
mirada a África y siguió con interés las expediciones de Cameron y Stanley.
LEOPOLDO II |
Stanley
descubrió el curso del rió Congo, Leopoldo supo que ese territorio escasamente cartografiado
podía significar el sueño que albergaba hecho realidad. Se reunió con Stanley y
le patrocinó su segundo viaje con el objetivo de construir una carretera y que
comprase todo el marfil posible. Paralelamente, creó una serie de asociaciones
filantrópicas internacionales que justificaran sus actividades en la zona. Una
expedición militar no tendría el apoyo internacional ni de su comunidad, por lo
que echó una cortina en forma de objetivos humanitarios para civilizar esos
territorios, hacerlos cristianos, y sobre todo, liberarlos de los traficantes
árabes de esclavos.
Buenos
son los europeos que decidieron llegar a un acuerdo en Berlin entre los años
1884 y 85 para repartirse el continente africano y Bélgica le tocó y fue
aprobado por todos, su domino sobre esa colonia del Congo. En 1885, Leopoldo
creo por decreto real el Estado independiente del Congo, del cual se hizo
soberano personalmente. Este territorio era unas 66 veces más grande que
Bélgica.
Las
grandes potencias fueron engatusadas por Leopoldo con la promesa de que si le
dejaban reinar en ese territorio, este sería una zona de libre comercio. Pero
pronto lo incumplió exigiendo impuestos a la importación. Mientras, creaba una
serie de infraestructuras de ferrocarril y carreteras, con la meta de extraer
marfil y establecía un sistema de comisiones para sus agentes, que mayor era
tanto más barata se obtenía la materia prima. Hizo prohibir la circulación de
dinero en el Congo, de forma que los únicos que podían cobrar eran los blancos
europeos contratados como mercenarios para imponer orden o como comisionistas.
Y tenían vía libre para conseguir los objetivos, y bien que lo hicieron; los
nativos trabajaban sin horarios, con la única compensación de no ser
castigados, mutilados o asesinados. Como ejemplo, un funcionario del Estado del
Congo contó que sus baúles eran transportados “por filas de pobres diablos
encadenados por el cuello” y un americano, de los primeros que delataron los
malos tratos, dijo que “me ofrecieron esclavos a pleno día” y escribió una
carta al propio Leopoldo denunciando que “el gobierno de Vuestra Majestad
compra, vende y roba esclavos. Da tres libras esterlinas por cabeza de esclavos
físicamente aptos para el servicio militar… La mano de obra de los puestos del
gobierno de Vuestra Majestad en el cauce superior del rió está compuesta por
esclavos de todas las edades y de ambos sexos… … dos oficiales del ejército
belga vieron a cierta distancia, desde la cubierta de su vapor, a un nativo en
una canoa… Se apostaron cinco libras esterlinas, a que podían acertarle con sus
rifles. Se hicieron tres disparos y el nativo cayó muerto, con la cabeza
perforada.”.
LOS NATIVOS ENCADENADOS |
Tras
la gran invención del neumático de caucho por John Dunlop, se produjo una gran
demanda de látex que es su materia prima, motivada por la industria del automóvil
y la bicicleta, que iba a impulsar una gran competencia internacional por
dominar el mercado. En ese contexto, Leopoldo, también quería participar y para
adelantarse a otros, impuso grandes cuotas de producción de caucho en el Congo,
obligando a los nativos a cumplirlas con el uso de la fuerza y la violencia si
esto era necesario. Y la cuota que debían realizar cada trabajador era el equivalente
a una jornada a tiempo completo en condiciones penosas, debían extraer la
materia subidos a los árboles en zonas pantanosas , haciendo luego secar la
sustancia viscosa hasta coagular, lo que muchas veces pasaba si se depositaba
sobre el mismo cuerpo y arrancándola posteriormente de forma dolorosa. Esto no
gustaba a ningún indígena, por lo que se les aplicaba fuerza para forzarlos. Si
una aldea de los nativos no cumplía con su cuota general se secuestraban las
mujeres hasta que esta cuota fuera satisfecha y luego de esto, no piensen que
se las devolvía sin más, no… se les revendían a su familia respectiva a cambio
de ganado. Si por casualidad un poblado no acataba esta imposición se
establecía un terrible castigo; se les cortaba una mano y se mostraban en
cestas con más manos cortadas en otras aldeas para disuadirles y “motivarles”
para trabajar el caucho. En 1896, se publicó una noticia que relataba como un
funcionario belga de distrito, un tal León Flevez, había recibido en un solo
día 1.308 manos cortadas. Un misionero americano llegó a descubrir 81 manos
amputadas y ahumadas al fuego. También estos crueles funcionarios a veces
decretaban expediciones de castigo a las aldeas a la caza del indígena a los
que tiraban a matar y donde también cortaban cabezas.
ESAS MANOS... |
Pero
los soldados, funcionarios blancos, de Leopoldo, tenían un incentivo: el cobro
de unas comisiones o primas por producir una cantidad adicional de caucho
recolectado, esto provocaba en ellos un endurecimiento de las condiciones de
trabajo, y entre las más conocidas herramientas para ello tenemos el famoso “chicotte”,
un látigo hecho de piel de hipopótamo, que servía para torturar tanto a mayores
como a niños.
En
1907, antes de esto Leopoldo había amasado una gran fortuna, cedió la soberanía
del Congo a Bélgica, debido a que surgieron a la luz devastadores informes de
abusos que fueron redactados por misioneros, diplomáticos y, finalmente, por
una comisión de investigación del parlamento belga. En ellos se puede leer con
horror como trabajaban los porteadores del caucho, los castigos aberrantes a
los que sometían a mujeres y hombres. A pesar de todo esto, Leopoldo salió de
rositas y el Estado Belga se quedó con el Congo, tras pagarle a su rey unos 95
millones, de los cuales 50 fueron en señal de gratitud por los grandes
sacrificios realizados por él a favor del Congo, y asumir la deuda cifrada en
110 millones de francos del rey. Se estima que, durante el dominio de Leopoldo
II y el 1920, la población del Congo se redujo en unos 10 millones de personas
entre las muertes y el menor número de nacimientos.
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