CURIOSIDAD:
hoy, 19 de Junio de 2.014, ha sido proclamado Felipe VI, rey de España con una ceremonia laica. Abajo presentamos un acta de consagración típico en Francia en la edad media.
En
la edad media en Francia se consagraba a los reyes de Francia, mediante una
ceremonia severa y significativa llamada “le Sacre”, que dotaba a los soberanos
la primacía de derecho divino. A continuación se reproduce lo esencial de esta ceremonia,
tal como se celebró el 23 de mayo de 1.059, el domingo de Pentecostés, la
consagración de Felipe I de Francia, de la dinastía de los capetos. Esta acta
fue realizada por el arzobispo de Reims, Gervais de Crâteau-du-Lior.
FELIPE I |
En
el año de la Encarnación del Señor 1059 en el año treinta y dos del reinado del
Rey Enrique, el décimo día de las calendas de junio, en el cuarto episcopado
del señor Gervais, en el día santo de Pentecostés, el Rey Felipe fue consagrado
por el arzobispo Gervais, en la iglesia catedral, ante el altar de Santa María,
según el orden y los ritos que he aquí.
Al
comienzo de la misa, antes de la lectura de la Epístola, el arzobispo,
volviéndose hacia el rey, le expuso la fe católica; le preguntó si creía y si quería
ser su defensor. Habiendo respondido el rey afirmativamente, le trajeron su
declaración; la tomó, y aunque sólo tenía siete años de edad, hizo la lectura y
la firmó. Esta declaración estaba así formulada:
“Yo,
Felipe, que pronto, por la gracia de Dios, voy a ser rey de los franceses, en
este día de mi consagración prometo ante Dios y sus santos conservaros a cada
uno, mis súbditos, el privilegio canónigo, la ley y la justicia que le son
debidas; y con la ayuda de Dios, y según lo que podré, me esforzaré en
defenderlos con el celo que justamente debe poner el rey en su estado, en
apoyar a cada obispo y a la Iglesia que le está confiada. Concederemos también
por nuestra autoridad al pueblo que nos está confiado una dispensación de las
leyes conforme a sus derechos”.
Hecho
esto, volvió a poner la profesión de fe entre las manos del arzobispo. Estaban
presentes Hugues de Besançon, legado del papa Nicolás; Hermanfroi, obispo de
Sión; Mainard, arzobispo de Sens; Berthélemy, arzobispo de Tours, etc. El
arzobispo , tomando el báculo de San Remigio, explicó con dulzura y
mansedumbre, como tenía, por encima de todos los obispos, el derecho a elegir y
consagrar al rey desde que San Remigío había bautizado y consagrado al Rey
Clodoveo. Enseñó a los asistentes como el papa Hermisdas había otorgado a San
Remigioi y como el papa Victor le había dado a él. Gervais, y a su Iglesia, el
derecho de consagrar por este cetro, amén del primado de toda la Galia.
Entonces, con el consentimiento del rey Enrique, eligió a Felipe Rey. Había
sido convenido que esto podía hacerse sin que tuviese necesidad del
asentimiento del Papa; no obstante, los legados apostólicos, para honrar a
Felipe y darle un testimonio de su amistad, tomaron parte en la ceremonia.
Después de ellos, el rey fue elegido por sus arzobispos y obispos, abades y
clérigos, y a continuación por Gui, duque de Aquitania, por Hugues, hijo y
representante del duque de Borgoña; por los enviados del marqués Balduino,
conde de Flandes, y los de Godofredo, conde de Anjou, por Raúl, conde de
Valois, Heriberto, conde de Vermandois, Gui, conde de Pontieu, Guillermo, conde
de Alvernia, Hildeberto, conde de la Marche, Foulques, conde de Angulema, y el
vizconde de Limoges.
NO DISPONEMOS DE FELIPE I, PERO SI DE SU SUCESOR, ES SU CONSAGRACIÓN EN REIMS |
Vinieron
a continuación los caballeros y el pueblo de todas las clases, que con voz
unánime dieron su consentimiento y aprobación y gritaron tres veces:
“Aprobamos
y queremos que así sea”.
Entonces
Felipe, a ejemplo de sus predecesores, otorgó un diploma relativo a los bienes
de Santa María, al condado de Reims, a las tierras de San Remigio y a las otras
abadías. Puso su sello y firma. El arzobispo firmó igualmente; el rey Felipe le
instituyó archicanciller, como habían hecho sus predecesores para los predecesores de
Gervais. Entonces el arzobispo lo consagró rey; después volvió a su sitial y
cuando estuvo sentado, le trajeron el privilegio que le había enviado el papa
Victor, y lo leyó en presencia de los obispos. Todas estas ceremonias transcurrieron
en medio del recogimiento y alegría más vivos. NO fueron turbadas por ningún
desorden, ninguna oposición, ningún inconveniente para el reino. El arzobispo
Gervais dio a todos los asistentes la acogida más benévola y subvencionó con
generosidad a todas sus necesidades, a expensas de su propio tesoro. NO tenía
obligación de hacer tal con nadie más que con el rey; pero obraba así para
honor de la iglesia de Reims y por liberalidad.
Según ACTA de consagración.
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