MISTERIOS DE LA HISTORIA:
Cuando
Fray Bartolomé de las Casas puso por escrito el conocimiento de los lugares que
visitaba en los territorios descubiertos por los españoles en lo que conocemos
por América, en algunos de sus párrafos describió a algunos de aquellos indios
que moraban por las islas del Caribe como hombres de piel blanca y occidental.
Pero, aparte de estos, describió a algunos poseedores de narices aguileñas,
pelo moreno como hombres de origen hebreo. Incluso más tarde Juan de Torquemada
pensaba que el topónimo de Cuba surgía de la palabra hebrea Casco que viene
representaba por cuatro grafías. O el río Yuna, que cruza la República
Dominicana, tomaría su nombre del profeta Jonás. Allá por el año 1566, el
obispo Diego de Landa recoge en su escrito “relación de cosas del Yucatán”
habló de la posibilidad de descendientes de las 10 tribus perdidas de Israel de
las que habla la biblia. También este y otros obispos pensaron que los aztecas
fueron descendientes de estos y los rituales de muerte de personas entre los
aztecas fue una conversión del ritual de sacrificio de carneros para Iahvé.
LA ROCA ROJIZA CON TEXTO TALLADO EN HEBREO |
Sea
lo que sea, en marzo de 1994, cerca de un pueblo llamado “Los lunas” en Nuevo Mexico, se
descubrió una roca que podría demostrar que integrantes de alguna tribu perdida
puso tierra en América antes que Colón lo hiciera. Esa roca se llama “la roca
de las inscripciones” que pesa unas 70 toneladas que descansa en la vertiente
más escarpada de una solitaria loma rojiza.
Existe
constancia histórica desde el 1800 de que la roca estaba situada allí y era
conocida por los indios que residían en la zona como “el barranco de las
escrituras extrañas”. En dos metros cuadrados de superficie se puede ver un
texto de nueve líneas de origen semítico. Ese texto se dejó de usar en medio
oriente hacia el 1000 a.c.
En
1949, llegó hasta allí un doctor, Robert H. Pfeifer, del museo semítico de la
Universidad de Harvard. El pudo copiar ese texto y traducirlo. Lo que encontró
fue la traducción, en concreto un resumen, de los 10 mandamientos que Moisés
recibió de Yahvé en el desierto del Sinaí. Después de este, Frank Hibben,
profesor de antropología de la Universidad de Nuevo Mexico, estudió el caso y
llegó a la conclusión de que la roca fue tallada por alguna de las
peregrinaciones mormonas que se dieron a finales del siglo XIX. Esto llegó a
oídos de los analistas mormones de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los últimos días provenientes de Utah y tras estudiar la roca desecharon la teoría
del profesor. Pensaron que aquellos trazos eran muy frescos, si bien, esos
textos habían sido revisados a lo largo de muchos años por numerosos
investigadores y estudiosos para obtener placas fotográficas.
En
1964, un juez de Alburquerque, Robert Lafollette, movido por la curiosidad
estudió la roca y llegó a la conclusión que los caracteres inscritos en ella
eran de origen fenicio y asignó a cada signo un valor fonético que dio como
resultado un texto parecido al dialecto original de los indios navajos. En
1607, el dominico fray Gregoria García, en su obra “Origen de los indios del
nuevo mundo” sugería que los fenicios ayudaron a los nativos en sus costumbres
posteriores y en el desarrollo de su lengua. Como sabemos los fenicios fueron
consumados navegantes y comerciantes y, tanto, este fray como otros cronistas
como Gómara, Alonso de Zamora pensaban que los indios hablaban una especie de
hebreo.
Volviendo
al juez; consultó con un intérprete navajo que le dijo que el texto de la roca
no hacia referencia a ningún texto de carácter religioso sino que relataba una
crónica de un viaje épico de tiempos precolombinos. Esta teoría fue respaldada
por Dixie L. Perkins, una traductora de textos cuneiformes que afirmó que el
texto de la roca era greco fenicio y de contenido no religioso. Esta mujer
apreció ciertas peculiaridades gramaticales propias de la zona de Chipre, del
siglo IV a.c. y según ella la roca comienza de la siguiente forma: “He venido a
este lugar para quedarme” y sigue relatando una historia de un marino llamado
Zakymeros de cultura griega, que arribó al corazón de Nuevo México a través del
Rio Grande.
fuente_JACK KUTZ EN MISTERIOS Y MILAGROS DE NUEVO MEXICO
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