CURIOSIDADES:
En
la historia de los tiempos y todos los pueblos figuran narraciones de fugas y
de liberaciones dramáticas, románticas, a veces rocambolescas; pero, la de
Mussolini se nos aparece ya como la más audaz, la más romántica y al mismo
tiempo la más moderna, por los medios empleados y por el estilo.
Verdaderamente, puede considerársela legendaria.
Mussolini
nunca había alimentado esperanzas, de ser liberado por italianos, ni siquiera
por fascistas. Que alguno pensara en su liberación, es seguro; que entre los
grupos de fascistas más animosos se trazaran algunos planes, queda fuera de
duda; pero nada de esto pasó del simple proyecto; por otra parte, los grupos o individuos
capaces de intentar su realización estaban estrechamente vigilados y carecían de
los medios necesarios que hicieran posible el intento. Desde el primer día, el
pensamiento de Mussolini se dirigió al Führer, para visitar a Mussolini; pero
su petición fue denegada con esta nota: “Su Majestad el rey ha hecho presente
al mariscal Badoglio el deseo del Führer. Al comunicaros que se encuentra en
perfecto estado de salud y su agradecimiento por el trato que se le depara, el
mariscal Badoglio lamenta no poder acceder a la petición de permiso para
visitarlo, y esto en interés personal de Su Excelencia Mussolini. Sin embargo,
está dispuesto a hacerle llegar las cartas de Su Excelencia el embajador estime
oportuno enviarle, y transmitiros sus respuesta. – 29 de Julio 1943 – “. El
jefe del gabinete del Ministerio de Asuntos Exteriores visitó al embajador
alemán y dio cuenta después al mariscal Badoglio.
EL HOTEL DE MONTAÑA DEL GRAN SASSO OBJETIVO DE LOS HOMBRES LIDERADOS POR OTTO SKORZENY |
Dada
la situación del Gobierno italiano, que “fingía” ser aliado y estaba decidido a
“continuar” la guerra, el Gobierno de Berlín no podía con “pasos” formales,
como hubiera podido serlo la petición de una inmediata liberación, comprometer
las relaciones entre los dos gobiernos, o anticipar la crisis de estas mismas
relaciones. Estaba claro que Berlín dudaba ya del desenvolvimiento y de los
objetivos de la política de Badoglio. Pero las relaciones diplomáticas
obligaban a esperar que la duda se confirmase en algún hecho preciso. El 29 de
julio nadie se acordó de Mussolini. Solo hubo una excepción: el mariscal del
Reich, Hermann Göering, envió al Duce el siguiente telegrama, que fue llevado a
Ponza por un oficial de carabinieri:
“Duce,
mi mujer y yo os enviamos en este día nuestro mejores votos. Si las
circunstancias me han impedido ir a Roma, como me proponía, para ofreceros,
junto con mis saludos, un busto de Federico el Grande, esto hace que sean aún
más cordiales mis sentimientos de plena solidaridad y fraternal amistad que os
expreso en este día. Vuestra obra como hombre de Estado permanecerá en la
historia de nuestros dos pueblos que caminan hacia un destino común. Deseo
manifestaros que nuestros pensamientos os siguen constantemente. Quiero
agradeceros la gentil hospitalidad que me ofrecisteis en otro tiempo y me
proclamo una vez más, con fe indestructible, vuestro Göering”.
Ya
durante su estancia en la isla de la Maddalena, Mussolini había observado
algunos movimientos alemanes;: estos tenían una base utilizable al otro lado
del mar, en Palau. Efectivamente, los alemanes habían elaborado un plan, que consta
en tomar tierra con un submarino en apariencia inglés, y con tripulación dotada
de uniformes ingleses, recibir de los italianos a Mussolini y libertarlo. El
plan iba a ser puesto en ejecución cuando Mussolini fue trasladado al Gran
Sasso.
El
sábado por la tarde, 11 de septiembre, una extraña atmósfera de incertidumbre y
expectación reinaba en el Gran Sasso. Ya se sabía que el gobierno había huido,
junto con el rey, del cual se anunciaba la abdicación. Los jefes encargados de
la vigilancia de Mussolini parecían disgustados, ante la obligación de ejecutar
una tarea particularmente desagradable. Durante la noche del 11 al 12,
Mussolini se levantó y escribió una carta al teniente, en la cual le advertía
que los ingleses no le habían de coger vivo. El teniente Faiola, después de
haber retirado de la habitación del Duce todo aquello que fuera metálico y
cortante, especialmente cuchillas de afeitar, le repitió:
“Fui
hecho prisionero en Tobruk, donde caí gravemente herido, soy testigo de la
crueldad británica con los italianos, y no entregaré jamás un italiano a los
ingleses”. Y lloró de nuevo. El resto de la noche transcurrió tranquilamente.
SOLDADOS PARACAIDISTAS ALEMANES QUE SE DIRIGEN EN EL GRAN SASSO HASTA DONDE ESTA MUSSOLINI |
Durante
las primeras horas de la mañana del día 12, la cima del Gran Sasso aparecía
cubierta de nubes blancuzcas; pero a través de ellas aún sería decisivo para su
situación. Hacía el mediodía el sol rasgó las nubes y todo el cielo apareció
luminosos, con una claridad septembrina.
Eran
exactamente las dos de la tarde; Mussolini estaba sentado, con los brazos
cruzados, ante la ventana abierta, cuando un aparato se posó a cien metros de
distancia del edificio. De él salieron cuatro o cinco hombres vestidos de caqui
que inmediatamente emplazaron dos ametralladoras y avanzaron después. Segundos
más tarde otros aparatos tomaron tierra en los alrededores, y los hombres
repitieron la misma maniobra. Más hombres descendieron de nuevos aparatos.
Mussolini no pensó ni por un instante que se tratara de ingleses. Para serles
entregado y conducido hasta Salerno no hubiera sido preciso recurrir a tan arriesgada
aventura. Se dio la alarma. Carabinieri y agentes se precipitaron fuera del
portón del edificio empuñando las armas y desplegando contra los asaltantes.
Durante aquel tiempo el teniente Faiola irrumpió en la habitación del Duce,
intimidándole: “¡Cerrad la ventana y no os mováis!”.
Mussolini
ni hizo caso; permaneció en la ventana y todavía pudo observar como otro grupo,
aún más nutrido de alemanes, ocupaba el funicular, subia, y desde la plazoleta
de llegada se dirigía, compacto y decidió, hacia el hotel. A la cabeza de este
grupo marchaba Skorzeny. Los carabinieri tenían ya las armas apuntadas cuando
Mussolini divisó en el grupo de Skorzeny a un oficial italiano, en el que
después, cuando estuvo más próximo, reconoció al general Soleti, del Cuerpo de
Metropolitanos.
Entonces
la voz de Mussolini se dejó oir en el silencio que precedía al tiroteo que íba
a iniciarse: “¿Qué hacéis?¿No veis que viene un general italiano?¡No disparéis!¡Todo
está en orden!”.
A
la vista del general italiano que venía en cabeza con el grupo alemán. Bajaron
las armas. Las cosas habían sucedido de esta manera. El general Soleti fue
detenido durante la mañana por el grupo de Skorzeny; no se le dijo nada sobre el
motivo ni los objetivos. Le fue quitada la pistola y partió sin conocer su
destino. Cuando en el momento del asalto intuyó el motivo, se mostró
complacido. Se declaró encantado de haber contribuido a la liberación de
Mussolini, y de que, tal vez por su sola presencia, se hubiera evitado un conflicto
sangriento. Dijo a Mussolini que no era conveniente volver inmediatamente a
Roma, donde se respiraba una atmósfera de “guerra civile”, y dio algunas
noticias sobre la fuga del Gobierno del rey; el capitán Skorzeny dio las
gracias al general Soleti, quién rogó le fuera devuelta su pistola; se le
devolvió; después pidió que le fuera permitido seguir a Mussolini adondequiera
que fuese.
En
toda esta rápida sucesión de acontecimientos, Gueli no tomó parte. Solamente se
dejó ver al final. Los hombres de Skorzeny, después de haberse apoderado de las
ametralladoras colocadas a los lados de la puerta principal del refugio,
subieron el grupo a la habitación de Mussolini, Skorzeny, sudoroso y conmovido,
se puso firme, y dijo:
“El
Führer, que desde que fuisteis capturado ha pensado noches y noches en la forma
de libertaros, me encargó de esta misión. Con infinitas dificultades, ha
seguido día a día vuestras aventuras y vuestras peregrinaciones. Hoy tengo la
gran alegría, al libertaros, de haber cumplido de la mejor forma posible la
misión que me fue encomendada.”.
SALIDA DE LA PRISIÓN DE MUSSOLINI ENTRE SOLDADOS ALEMANES |
El
Duce respondió: “Desde el principio estaba convencido de que el Führer me daría
esta prueba de amistad. Le doy las gracias por ello, y con él os las doy a vos,
capitán Skorzeny, y a vuestros camaradas que han hecho posible mi liberación”.
La
conversación derivó hacia otras cosas mientras se recogían los papeles y
objetos de Mussolini. En la planta baja, carabinieri y agentes confraternizaban
con los alemanes, entre los cuales había algunos heridos, no gravemente, en el
aterrizaje. A las tres de la tarde todo estaba dispuesto para la partida. A la
salida, Mussolini saludó efusivamente a los caradas del grupo de Skorzeny, y
todos juntos, incluso los italianos, se dirigieron hacia una pequeña llanura,
situada algo más abajo yen la cual esperaba un aparato “cigüeña”.
El
capitán que lo pilotaba, muy joven, se presentó: Gerlach. Era un as de la
aviación. Antes de subir, Mussolini se volvió a saludar al grupo de sus
antiguos guardianes; parecían atónitos. Algunos estaban sinceramente
conmovidos. A otros les asomaban las lágrimas a los ojos.
El
espacio disponible para el despegue de la “cigüeña” era verdaderamente exiguo.
Se situó más atrás para ganar unos metros. Al final de la llanura había un
corte bastante profundo. El piloto ocupó su puesto; detrás de él se colocaron
Skorzeny y Mussolini. Eran las tres de la tarde. El aparato se puso en
movimiento. Rodó un poco. Recorrió rápidamente el espacio pedregoso, y cuando
se encontraba a un metro del precipicio, ujn violento golpe de timón lo puso en
vuelo. Todavía se oyó algún grito. Algunos brazos que se agitaban y después el
silencio de las grandes alturas. Minutos después se pasó sobre el Aquila, y una
hora más tarde la “cigüeña” planeaba sobre el aeropuerto de Pratica di Mare.
Aquí esperaba ya un gran trimotor. Mussolini subió a él. La meta del vuelo era
Viena, adonde se llegó caída ya la noche. Algunos esperaban en el aeródromo. De
allí al Continental, donde se descansó. Al día siguiente, a mediodía, un nuevo
vuelo hasta Múnich.
MUSSOLINI ANDA HASTA LA AVIONETA PARA ESCAPAR DEL GRAN SASSO |
A
la mañana siguiente, la acogida en el Cuartel General del Führer fue simplemente
fraternal. La liberación de Mussolini, por obra de unos valerosos alemanes,
suscitó en toda Alemania una ola de entusiasmo. Puede decirse que el
acontecimiento fue festejado en todas las casas. La radio anunció, en repetidas
emisiones, una extraordinaria noticia; cuando esta al fin fue comunicada, hacia
las diez de la noche, no desilusionó a nadie. Todos lo consideraron como un
acontecimiento excepcional.
Recibió
Mussolini centenares de telegramas, cartas, poesías, de todas partes del Reich.
El acontecimiento, en cambio, no tuvo una repercusión parecida en Italia. Eran
los días del caos, de la destrucción, del saqueo, de la degradación. La noticia
fue recibida como una sorpresa desagradable y molesta, con rencor. Se comenzó
negando su certeza; se difundió el rumor de que se trataba de una ficción, que
Mussolini había muerto, que había sido entregado a los ingleses, que el
discurso de Múnich lo pronunció un doble de Mussolini. Estos rumores
continuaron circulando muchos meses después,; eran la expresión de un deseo.
Fuente_ BENITO MUSSOLINI
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