CURIOSIDADES:
En
lo del servicio de Moctezuma y de las cosas de admiración que tenía por
grandeza y estado, hay tanto que escribir, que certifico a V. A. que yo no sé
por dó comenzar, que pueda acabar de decir alguna parte de ellas; porque, como
ya he dicho, que más grandeza puede ser, que un señor bárbaro como éste tuviese
contrahechas de oro y plata y piedras y plumas todas las cosas que debajo del
cielo hay en su señorío, tan al natural lo de oro y plata, que no hay platero
en el mundo que mejor lo hiciese; y lo de las piedras, que no basta juicio a
comprender con qué instrumentos se hiciese tan perfecto; y lo de pluma, que ni
de cera ni en ningún broslado se podía hacer tan maravillosamente.
REPRESENTACIÓN DE MOCTEZUMA EN UN BIOMBO COLONIAL |
El
señorío de tierras de este Moctezuma tenía, no se ha podiod alcanzar cuánto
era, porque a ninguna parte, doscientas leguas de un cabo y de otro de aquella
su gran ciudad, enviaba sus mensajeros, que no fuese cumplido su mandado,
aunque había algunas provincias en medio destas tierras con quien él tenía
guerra. Pero por lo que se alcanzó, y yo dél pude comprehender, era su señorío
tanto casi como España, porque hasta sesenta leguas desta parte del Putunchan,
que es el río de Grijalba, una ciudad que se dice Cutamán, que había desde la
gran ciudad a ella doscientas y treinta leguas; porque las ciento y cincuenta
yo he fecho andar a los españoles. Todos los más de los señores destas tierras
y provincias, en especial los comarcanos, residían, como ya he dicho, mucho
tiempo del año en aquella gran ciudad, e todos o los más tenían sus hijos
primogénitos en el servicio del dicho Muteczuma.
En
todos los señoríos destos señores tenía fuerzas hechas, y en ellas gente suya,
y sus gobernadores y cogedores del servicio y renta que de cada provincia le
daban, y había cuenta y razón de lo que cada uno era obligado a dar, porque
tienen caracteres y figuras escritas en el papel que facen, por donde se
entienden. Cada una destas provincias servía con su género de servicio, según
la calidad de la tierra: por manera que a su poder venía toda suerte de cosas
que en dichas provincias había. Era tan temido por todos, así presentes como
ausentes, que nunca príncipe del mundo lo fue más. Tenía, así fuera de la
ciudad como dentro, muchas casas de placer, y cada una de su manera de
pasatiempo, tan bien labradas cuanto se podría decir, y cuales requerían ser
para un gran príncipe y señor. Tenía dentro de la ciudad sus casas de
aposentamiento, tales y tan maravillosas, que me parecería casi imposible poder
decir la bondad y grandeza dellas…
Tenía
una casa poco menos buena que ésta, donde tenía un muy hermoso jardín con
ciertos miradores que salían sobre él, y los mármoles y losas dellos eran de
jaspe, muy bien obradas. Había en esta casa aposentamientos para se aposentar
dos muy grandes príncipes con todo su servicio. En esta casa tenía diez estanques
de agua, donde tenía todos los linajes de aves de agua que en estas partes se
hallan, que son muchos y diversos, todas domésticas; y para las aves que se
crían en la mar eran los estanques de agua salada, y para los dios, lagunas de
aguas dulce; la cual agua vaciaban de cierto a cierto tiempo por la limpieza, y
la tornaban a henchir por sus caños. Y a cada género de aves se daba aquel
mantenimiento que era propio a su natural y con que ellas en el campo se
mantenían. De forma que a las que comían pescado se lo daban; a las que
gusanos, gusanos; a las que maíz, maíz; y
las que otras semillas más menudas, por consiguiente se las daban. E
certifico a V.A. que a las aves que solamente comían pescado se les daba cada
día diez arrobas dél, que se toma en la laguna salada. Había, para tener cargo
destas aves, trescientos hombres, que en ninguna otra cosa entendían. Había
otros hombres que solamente entendían en curar las aves que adolecían. Sobre
cada alberca y estanque de estas aves había sus corredores y miradores muy
gentilmente labrados, donde el dicho Moctezuma se venía a recrear y a las ver.
Tenía en esta casa un cuarto en que tenía hombres, mujeres y niños, blancos de
su nacimiento en el rostro y cuerpo y cabellos y cejas y pestañas. Tenía otra
casa muy hermosa, donde tenía un gran patio losado de muy gentiles losas, todo
él hecho a manera de un juego de ajedrez. E las casas eran hondas cuando estado
y medio, y tan grandes como seis pasos en cuadra; e la mitad de cada una destas
casas era cubierta el soterrado de losas, y la mitad que quedaba por cubrir
tenía encima una red de palo muy bien hecha; y en cada una de estas casas había
un ave de rapiña; comenzando de cernícalo hasta a águila, todas cuantas se
hallan en España, y muchas más raleas que allá no se han visto. E de cada una
destas raleas había mucha cantidad, y en lo cubierto de cada una destas casas
había un palo, como alcándara, y otro fuera debajo de la red, que en el uno
estaban de noche y cuando llovía, y en el otro se podían salir al sol y al aire
a curarse. A todas estas aves daban todos los días de comer gallinas, y no otro
mantenimiento. Había en esta casa ciertas salas grandes, bajas, todas llenas de
jaulas grandes, de muy gruesos maderos, muy bien labrados y encajados, y en
todas o en las más había leones, tigres, lobos, zorras y gatos en diversas
maneras, y de todos en cantidad; a los cuales daban de comer gallinas cuantas
les bastaban.
REPRESENTACIÓN DEL ENCUENTRO DE MOCTEZUMA CON CORTÉS |
Y
para estos animales y aves había trescientos hombres que tenían cargo dellos.
Tenía otra casa donde tenía muchos hombres y mujeres monstruos, en que había
enanos, corcovados y contrahechos, y otros con otras deformidades, y cada una
manera de monstruos en su cuarto por sí; e también había para éstos personas
dedicadas para cargo dellos. E las otras cosas de placer que tenía en su ciudad
dejo de decir, por ser muchas y de muchas calidades.
ESQUEMA DE UN PALACIO DE MOCTEZUMA SEGÚN INSTITUTO NACIONAL ARQUEOLÓGICO DE MÉXICO |
La
manera de su servicio era que todos los días luego en amaneciendo, eran en su
casa más de seiscientos señores y personas principales, los cuales se sentaban,
y otros andaban por unas salas y corredores que había en dicha casa, y allí
estaban hablando y pasando el tiempo, sin entrar donde su persona estaba. Y los
servidores destos, y personas de quien se acompañaban, henchían dos o tres
grandes patios y la calle, que era muy grande. Y estos estaban sin salir de
allí el día hasta la noche.
Y
al tiempo que traían de comer al dicho Moctezuma, asimismo lo traían a todos
aquellos señores, tan cumplidamente cuanto a su persona, y también a los
servidores y gentes destos les daban sus raciones.
Había
cotidianamente la dispensa y botillería abierta para todos aquellos que
quisiesen comer y beber. La manera de cómo les daban de comer, es que venían
trescientos o cuatrocientos mancebos con el manjar, que era sin cuento, porque
todas las veces que comía y cenaba le traían de todas las maneras de manjares,
así de carnes como de pescados, y frutas y yerbas que en o toda la tierra se podía
haber. Y porque la tierra es fría, traían debajo de cada plato y escudilla de
manjar un braserico con brasa, porque no se enfriase. Poniánle todos los
manjares juntos en una gran sala en que él comía, que casi toda se henchía, la
cual estaba toda muy bien estarada y muy limpia, y él estaba sentado en una
almohada de cuero pequeña muy bien hecha.
Al
tiempo que comían estaban allí desviados dél cinco o seis señores ancianos, a
los cuales él daba de lo que comía. Y estaba en pie uno de aquellos servidores,
que le ponía y alzaba los manjares, y pedía a los otros, que estaban más afuera
lo que era necesario para el servicio. Y al principio y fin de la comida y cena
siempre le daban agua a manos, y con la toalla que una vez se limpiaba nunca se
limpiaba más, ni tampoco los platos y escudillas en que le traían una vez el
manjar se los tornaban a traer, sino siempre nuevos, y así hacían de los
brasericos.
Vestíase
todos los días cuatro maneras de vestiduras, todas nuevas, yu nunca más se las
vestía otra vez. Todos los señores que entraban en su casa no entraban calzados,
y cuando iban delante dél algunos que él enviaba a llamar, llevaban la cabeza y
ojos inclinados, y el cuerpo muy humillado, y hablando con él no le miraban a
la cara; lo cual hacían por mucho acatamiento y reverencia. Y sé que lo hacían por
este respeto porque ciertos señores reprehendían a los españoles, diciendo que cuando
hablaban conmigo estaban exentos, mirándome a la cara, que parecía
desacatamiento y poca vergüenza. Cuando salía fuera el dicho Moctezuma, que era
pocas veces, todos los que iban con él y los que topaba por las calles le
volvían el rostro, y en ninguna manera le miraban, y todos los demás se
postraban hasta que él pasaba. Llevaba siempre delante sí un señor de aquellos
con tres varas delgadas altas, que creo se hacía porque se supuese que iba allí
su persona. Y cuando lo descendían de las andas, tomaba la una en la mano y
llevábala hasta donde iba. Eran tantas y tan diversas las maneras y ceremonias
que este señor tenía en su servicio, que sería necesario más espacio del que yo
al presente tengo para las relatar, y aun mejor memoria para las retener,
porque ninguno de los soldanes ni otro ningún señor infiel de los que hasta
agora se tiene noticia, no creo que tantas ni tales ceremonias en su servicio
tengan…
FUENTE_HERNÁN CORTÉS
No hay comentarios:
Publicar un comentario