CURIOSIDADES:
Volviendo
al tema de la batalla de Pavía aquí vamos a reproducir un acta notarial curiosa
sobre una de las consecuencias de la batalla. Fue levantada allá por el año
1526 en el mes de febrero. Lo interesante de esta acta son las protestas por
malos tratos infringidos al rey cautivo Francisco I de Francia.
Y
desde entonces, nos, notario, y secretario susodicho por mandato del rey, hemos
tenido en cuenta de lo que se ha hecho en derredor de su persona, para saber
si, después de dicho tratado de paz, sus guardianes no serían en ningún modo
suprimidos y él puesto en libertad de alguna manera, y hemos siempre visto que
continuamente, después de hacerse dicho tratado, firmado y jurado por el rey, y
por sus representantes, los guardias de vista, de día y de noche, han rondado y
vigilado siempre en derredor de su persona, sin dejarle en libertad jamás, ni
una hora ni un momento.
Y
sucedió que el sábado después de dicho tratado el rey volvió a tener fiebre,
padeciéndola después de comer y toda la noche siguiente. Y el domingo por la
mañana el rey tomó medicina, y estando aún en la cama, se presentó el virrey,
espoleando para ir a donde estaba el emperador. Dijo el señor rey que el
emperador le había mandado realizar los esponsales, como procurador de dicha
dama Leonor, por palabras de presente con el rey y después de volver a su
presencia en el acto. Por lo cual inmediatamente, estando siempre el rey en la
cama, se desposó de palabra con dicha dama Leonor; y hecho esto dicho virrey
partió y se fue a Toledo junto a dicho emperador, permaneciendo siempre el rey
entre las guardias acostumbradas.
LA TORRE DE LOS LUJANES QUE SIRVIÓ DE PRISIÓN DE FRANCISCO I EN MADRID |
La
noche después de la partida del virrey, se prendió fuego en el castillo de
Madrid y quemó un ala del edificio. El miedo fue tan grande que el rey tuvo que
levantarse sin haber dormido lo bastante, su cama fue recogida y su cuarto evacuado.
Viendo lo cual el arzobispo de Embrún y el primer presidente se dirigieron
hacia el señor Alarcón regándole en persona tuviese a bien desalojar al rey del
castillo y colocarle en cualquier otra casa de la villa, con sus guardias,
antes de que el fuego avanzase y ocupase las salidas y para que el rey, que el
día antes habría tenido fiebre, pudiese reposar; cosa que Alarcón no les
concedió, diciendo que pronto serían dueños del incendio y lo extinguirían. Y
durante dicho incendio hubo siempre dos españoles en la cámara del rey para
guardarle a vista, sin dejarlo jamás, y el señor Jean de la Barre, caballero y
preboste de París, se ha visto obligado, antes y después, a dejar entrar
siempre centinelas de vista en la cámara del rey y llegarse hasta su lecho a
las horas de dormir, para ver si estaba en él.
Al
siguiente martes de carnaval, que fue el día 13 de febrero, el emperador vino a
Madrid, de cuya venida el rey se alegró grandemente esperando obtener de él
libertad o cualquier acción honesta, magnanimidad y relajación de algunas
promesas no razonables que se le había forzado a hacer por el tratado. De todos
modos, permaneció siempre en presencia del emperador, prisionero y bajo las
mismas guardias que antes, y en lugar de dejar ni remitir cosa alguna, el
emperador le dijo que había dado el ducado de Milán al señor de Borbón, de por
vida, a cambio de algunas pensiones, y nada menos que requirió al rey de dar
también a dicho señor de Borbón, veinte mil libras de pensión al año, pagables
hasta que el proceso intentado por causa del conde de Provenza fuese juzgado y
decidido, diciéndole que si no quería dar dicha pensión al dicho Borbón, se la
concediese al menos por los derechos de la difunta señora Ana de Francia,
derechohabiente del mismo Borbón. Cosa que el rey no osó contradecir al emperador,
por mucha sin razón que hubiese en ello, después de la conclusión del tratado,
y habiendo acordado por este que no tendría la pensión susodicha.
Item
más, dicho emperador pidió al rey le concediera la soberanía y exención, para
dicho señor Borbón y para sus tierras, pero entendiendo la respuesta que el rey
le hizo de que la demanda era exorbitante y sin razón, se contentó con la
pensión aludida. Y además de estas cosas le hizo requerir también, quisiese,
por su amor y gracia, dar y otorgar a los señores de Autrey y de Vergey, su
chambelán ordinario, la tierra y señorío de Saint Dizier, por cuanto pretende
haber sido antaño poseída por sus mayores, y le hizo otras varias y semejantes
peticiones para sus servidores, cosa que era, claramente, dar a entender que
quería sacar de dicho señor rey, tanto para sí como para los suyos, todo lo que
le fuese posible, sin miramientos para ninguna honradez.
El
jueves siguiente el emperador permaneció aún en dicho Madrid, estando siempre
prisionero el rey en su guardia acostumbrada. Y el viernes siguiente, día
dieciséis de febrero, el emperador y el rey partieron de Madrid y fueron a
comer a un lugar llamado Yestaphe, y de allí a pasar la noche a un fuerte
llamado Torrejón, donde hay gran munición de artillería. Y el rey llevaba
siempre sus guardias no solo de gentes a caballo, sino también de soldados de a
pie, que llegaron a dicho Torrejón y entraron en él, con la bandera desplegada,
llevando los unos arcabuces etc.…
El
sábado siguiente, diecisiete de febrero, el emperador condujo al rey al lugar
de Illescas, y después de comer fue a hacer visita a una casa donde está dicho
reina señora Leonor, acompañado de la reina Germana, titular de Aragón, y otras damas, con las que permanecieron unas
tres horas. Y aunque se había hecho muy tarde, dicho señor emperador acompañó
al rey a acostarse a dicho castillo de Torrejón, y era más de la una de la
noche cuando llegaron.
CARLOS V VISITA A FRANCISCO I DE RICHARD PARKS ACUARELA 1827 |
Y
el domingo siguiente, que fue el dieciocho del dicho mes de febrero, el
emperador y el rey comieron juntos en el castillo, y después de comer, dicho
emperador condujo de nuevo a dicho rey al lugar de illescas para ver a la
reina, y le volvió a llevar a acostarse, por la noche, a dicho castillo de
Torrejón.
El
lunes siguiente, diecinueve de febrero, el emperador y el rey se despidieron
uno de otro, y el rey vino bajo la guardia del capitán Alarcón, y otras gentes
de a pie y a caballo, y fue conducido y devuelto a dicho castillo de Madrid,
donde había permanecido siempre prisionero, tanto enfermo como sano, por mucho
que había rogado y requerido al virrey para que no volvieran a ponerle en el
castillo ni en Madrid; pero no lo pudo obtener. Y aunque el emperador y el
virrey le hubiesen prometido que saldría el martes de Madrid para venir a la frontera,
dicho Alarcón le declaró que no podía partir, porque los soldados de su guardia
no habían sido pagados, por lo cual no se podía ordenar la cosa por aquel día.
Y su partida fue diferida hasta el miércoles siguiente, el veintiuno de dicho
mes de febrero, y después ha continuado su camino para venir a la frontera de
Fuenterrabía a cargo de dicho virrey de Nápoles y capitán Alarcón con la gente
de su guardia, tanto a pie como a caballo, sin jamás haber tenido una hora ni
momentos de libertad, sino que cuanto más se ha aproximado a dicha frontera,
tanto más estrechamente se le ha guardado y vigilado, de tal manera que estando
un día en la ciudad de San Sebastián, villa fuerte y bien guardada, obligaron a
dicho señor a oir misa sin moverse de su habitación, sin permitirle que fuese a
la iglesia, como había acostumbrado los días precedentes.
Desde
que estuvimos en nuestro reino, por exhortación de nuestro Padre Santo el Papa
y otros reyes y príncipes cristianos, por consejo y deliberación de los
príncipes de nuestra sangre, prelados y otros grandes, buenos y notables
personajes de nuestro reino, hemos sido por varias veces exhortados,
amonestados y solicitados de hacer una buena, firme y estable liga, paz y
confederación, tanto a los fines susodichos como también principalmente para alcanzar
una paz universal. La cual cosa hemos hecho y concluido tanto más
voluntariamente con nuestro dicho Padre Santo, Santa Sede Apostólica y otros
nombrados adjuntamente, que por esta liga, por todos los contratantes a los que
se ha dejado buen lugar, grande y honorable a nuestro dicho hermano el
emperador electo, para entrar en esta liga, con las honradas, justas y
razonables condiciones contenidas en ella, las cuales él no puede justamente y
razonablemente rehusar, si no tomase consejo y opinión de las gentes que no
quieren ni desean más que su bien , paz y unión de la Cristiandad.
GUANTELETE DE FRANCISCO I ENTREGADO TRAS RENDIRSE EN PAVÍA |
Como
podemos apreciar, no se trata tanto de daños físicos recibidos por tortura u
otro medio, sino más bien por un trato deshonroso en cuánto era persona regía
la cautiva.
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