CURIOSIDADES:
A continuación presentamos un pequeño fragmento de las confesiones del Ministro de negocios extranjeros Joachim Von Ribbentrop sobre el difícil panorama diplomático que se cernía en Europa en agosto de 1939.
JOACHIM VON RIBBENTROP, MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES ALEMÁN |
Encontré
que la situación estaba mucho más tirante que cuando mi marcha: la presión
polaca sobre Danzig y sobre los territorios poblados por alemanes se había
endurecido y, por otra parte, se acababan de registrar los primeros incidentes
fronterizos. Durante mi ausencia, Adolfo Hitler había sostenido en Obersalzberg
una conversación muy sería con el embajador británico. Henderson, quién le
entregó un mensaje del Primer Ministro británico,. En aquella conversación se
dijo que existía la posibilidad de que estallara un conflicto entre Alemania y
Polonia e Inglaterra. Entonces, en una carta enviada aa Chamberlain el 23 de
agosto, anunció Adolfo Hitler su resolución de terminar con el problema de
Danzig y del Corredor, así como no tolerar más provocaciones polacas.
Interpretaba las recientes medidas militares inglesas como una amenaza al
Reich, por lo que inmediatamente iba a ordenar la movilización de la Wehmarcht.
La situación, pues, se había agravado, y el Führer se acababa de trasladar a
Berlín.
A
la mañana siguiente de mi regreso de Moscú, es decir, la mañana del dramático
25 de agosto, hablé con el Führer acerca de la carta de Chamberlain y le
propuse hacer una nueva tentativa frente a Inglaterra. En seguida después de
aquella conversación me enteré de que se estaban efectuando preparativos
militares. En aquella ocasión, Adolfo Hitler no tuvo en contra que Inglaterra
estaría dispuesta a intervenir y a ir a la guerra con Polonia. Posiblemente por
eso dio él la primera orden de marcha. A primeras horas de la tarde, un
empleado del Ministerio de Asuntos Exteriores me comunicó la ratificación del
Pacto anglo – polaco, que el 6 de abril había concluido de una manera oficiosa.
Corrí a la Cancillería para comunicar a Hitler la noticia y aconsejarle que,
sin pérdida de tiempo, diera una contraorden respecto a los preparativos
militares, pues la ratificación del Pacto anglo – polaco significaba, caso de emprender
él una acción contra Polonia, “la guerra con Inglaterra”, por lo cual “debía
anular la orden de marcha”.
El
Führer escuchó mi consejo, que yo le dí poseído de gran nerviosismo, sin
contradecirme, y se mostró muy sorprendido por la noticia de la ratificación
del Pacto anglo – polaco. Tras unos momentos de reflexión me dijo que el
embajador italiano le había comunicado aquella misma mañana que en caso de
conflicto Italia se daría por no enteada del Pacto con Polonia.
Hitler
estaba convencido de que Roma había comunicado a Londres su posición, lo cual
debía haber influido en la ratificación del Pacto anglo – polaco. Adolfo Hitler
mandó llamar a su ayudante militar, el coronel Schmundt. Este, sin embargo, no
fue encontrado. Al poco tiempo, en lugar de Schmundt, se presentó el entonces
capitán general Keitel. El Führer preguntó a Keitel si todavía se estaba a
tiempo de dar las contraórdenes oportunas para detener los preparativos
militares. Keitel contestó afirmativamente. El Führer le ordenó entonces que
mandara suspender los preparativos militares, notificándole lo que hacía un
momento le acababa yo de comunicar respecto a la ratificación del Pacto anglo –
polaco y advirtiéndole que necesitaba “tiempo para negociar”.
No
hay duda que Adolfo Hitler creyó que aquella contraorden redundaría en
desprestigio suyo frente al Ejército, y durante un cierto tiempo pareció hacerme
responsable de ello, lo cual me produjo un gran disgusto. A causa de aquella
situación psicológica me expliqué el por qué no fui llamado a consulta durante
los días siguientes, así como el que Adolfo Hitler se hiciera personalmente
cargo de la cuestión polaca. Hasta el 28 de agosto no volví a ser llamado, y
entonces proseguí las negociaciones con el embajador Henderson.
El
25 de agosto comunicó el Führer al embajador Henderson que para solucionar el
problema germano – polaco estaba dispuesto a firmar un Pacto de asistencia
mutua con Inglaterra, proposición que, en su libro “Failure of a Mission”,
calificaba Henderson como digna de ser tomada en cuenta. Henderson partió hacia
Londres en el avión de Adolfo Hitler para dar cuenta a su gobierno, de manera
que entre el 26 y 28 de agosto el Gabinete británico tuvo noticia de la proposición
de Hitler.
NEVILLE HENDERSON EL EMBAJADOR BRITÁNICO EN BERLÍN |
El
28 de agosto, a las diecisiete horas, regresó, Henderson a Berlín llevando
consigo un memorándum del Gobierno británico. Entonces comenzó la fase decisiva
de la crisis. Tres horas antes de partir Henderson hacia Berlín, es decir, el
28 de agosto, a las catorce horas, el gobierno británico preguntó por telégrafo
a Varsovia si Polonia estaba dispuesta a entablar una discusión directa con
Alemania.
El
memorándum británico entregado a Adolfo Hitler contenía, entre otras cosas, la
siguiente afirmación: “el gobierno de su Majestad acababa de recibir del
Gobierno polaco la seguridad de que, sobre estas bases, está conforme en
iniciar las negociaciones”. Como base de la posible discusión se determinaba
que los intereses vitales de Polonia quedarán a salvo y que, además, serían
garantizados mediante un pacto germano – polaco, que a tal efecto debería
suscribirse.
En
el “libro azul” inglés publicado después de la guerra no figura la respuesta
del Gobierno polaco. Dado que el mensaje inglés fue cursado a las catorce horas
y que Henderson emprendió el vuelo hacia Berlín a las diecisiete, la respuesta
del gobierno polaco se debió recibir en la capital inglesa entre las dos y las
cinco de la tarde. El hecho de que el texto de la respuesta polaca haya sido
mantenido en secreto es un dato de suma importancia para el desarrollo de todos
los acontecimientos subsiguientes.
A
pesar de que el 1 de septiembre declara Chamberlain que “todos los documentos
serían dados a la publicidad”, el texto de la respuesta polaca ha sido
mantenido en secreto. Este hecho extraordinario sólo puede explicarse
admitiendo que la contestación polaca fue un “si” rotundo; es decir, un “si”
que implicaba el inmediato comienzo de las negociaciones pertinentes; un “si”
que implicaba el comienzo inmediato de las negociaciones pertinentes; un “si”
exento de cualquier veladura diplomática que pudiera interpretarse como un
“no”. Sin embargo, la actitud polaca del 30 al 31 de agosto de 1939, no dio a
entender, en contra del sentido del memorándum inglés del 28, que el Gobierno
polaco deseara entablar directas e inmediatas negociaciones con el Reich.
CHAMBERLAIN Y HITLER |
Mi
defensa en el Proceso de Nuremberg pidió la presentación de la respuesta polaca
del 28 de agosto al gobierno inglés. ¡El tribunal, sin embargo, no autorizó la
presentación de este documento!
A
las 22:30 horas del 28 de agosto entregó el embajador Henderson a Adolfo Hitler
el memorándum del Gobierno inglés. Nos sorprendió que en dicho documento apenas
se hablara del propuesto Pacto de mutua asistencia anglo – germano, y asimismo
nos llamó la atención de que el Gobierno inglés estuviera de acuerdo con Adolfo
Hitler, al considerar que una de las cuestiones que más hacían temer respecto a
las relaciones entre Alemania y Polonia fuera la de los informes acerca del
trato infligido a sus minorías alemanas residentes en Polonia. En la tercera
parte del memorándum, el Gobierno británico decía que la solución del pleito
germano – polaco dependía de la manera y del método con que este fuera
solucionado.
El
Gobierno británico insistía en que, a su modo de ver, para asegurar el éxito de
las conversaciones preliminares, era indispensable que un convenio fuera
garantizado por otras potencias. El Gobierno británico aclaraba luego que, en
su opinión, el primer paso para las negociaciones directas entre el Gobierno
alemán y el polaco debía darse sobre la base de tal acuerdo. El Gobierno
británico esperaba que el Gobierno alemán esté de acuerdo con semejante
proceder.
Durante
la conversación que tuvo lugar entre Hitler y Anderson cuando le entregaba el
memorándum inglés, yo recordé que Chamberlain, me había dicho que Inglaterra
deseaba vivamente llegar a un acuerdo con Alemania. Mis palabras tuvieron la
virtud de despejar la atmósfera, muy cargada en aquellos momentos, y el Führer
dijo que examinaría la nota.
A
la tarde del día siguiente 29 de agosto Henderson fue citado a las 18:45 en la
Cancillería. Durante el transcurso de la conversación, el embajador Henderson
se mostró muy poco considerado, permitiéndose en un momento dado golpear con el
puño sobre la mesa. A no ser por una intervención mía que logró calmar los
ánimos, el Führer, como más tarde dijo a Hess, estuvo a punto de dar por
terminada la entrevista. Finalmente, Adolfo Hitler, dio a Henderson una
respuesta por escrito. En ella se decía que el gobierno del Reich:
“1.
A pesar de considerar de una manera escéptica las posibles conversaciones
directas con el Gobierno polaco, acepta la proposición; 2. Que asimismo acepta
la propuesta inglesa en lo referente al envió de un plenipotenciario polaco a
Berlín, cuya llegada se espera en Berlín el miércoles, 30 de agosto; 3. El
Gobierno del Reich nunca ha demostrado en sus proposiciones tener la intención
de perjudicar los intereses vitales de Polonia, ni de planear ninguna cuestión
respecto a la independencia y soberanía del Estado polaco; 4. El Gobierno del
Reich está igualmente dispuesto a estudiar una solución aceptable y , si ello
es posible, informar al gobierno inglés de la marcha de las negociaciones”.
Con
esta aclaración, Adolfo Hitler aceptó emprender las negociaciones con Polonia
de una manera inmediata, directa e igualitaria. Para juzgar los acontecimientos
que luego tuvieron lugar es preciso preguntarse, sin embargo, cuándo y en qué
forma cumplió el Gobierno británico con el deber, que él mismo se había
impuesto, de comunicar esta proposición al gobierno polaco.
La
misma tarde del 29 de agosto, comunicó por telégrafo al embajador Henderson la
proposición alemana al Gobierno inglés. En el “libro azul” inglés consta que la
comunicación de Henderson fue recibida en Londres a las 0:15. La primera
reacción del Gobierno inglés fue un telegrama enviado a Berlín en el que se
decía que era insensato esperar que un enviado polaco pudiera llegar a Berlín
en un plazo de 24 horas. El 30 de agosto informó por telégrafo Henderson a lord
Halifax acerca de la respuesta dada por Hitler a la objeción inglesa. Henderson
transmitía la observación hecha por Adolfo Hitler de que de Varsovia a Berlín
solo mediaban dos horas y media de vuelo. Por su parte, el embajador añadía,
como comentario particular, que “el gobierno polaco debía morder la ácida
manzana y comenzar inmediatamente las negociaciones con Hitler, aunque solo
fuera para convencer al mundo entero de que estaba dispuesto a sacrificarse en
poro de la paz…”.
Para
no desdeñar el ofrecimiento hecho por Adolfo Hitler el Gobierno británico no
hizo ningún caso del consejo de su embajador en Berlín. El Gobierno británico
no cursó inmediatamente la nota alemana al Gobierno polaco, con lo cual, de una
manera deliberada, invalidó la invitación alemana a las negociaciones. Es más:
el Gobierno británico informó de los acontecimientos a su embajador en
Varsovia, sir Kennard, pero le ordenó no comunicar al Gobierno polaco las proposiciones
de Hitler antes de que recibiera instrucciones concretas de Londres.
Estas
órdenes no figuran en el “libro azul” inglés y nadie, hasta hoy día, tiene
noticia de ellas. Mi defensor en el proceso de Nuremberg intentó obtenerlas del
Gobierno británico, pero todo fue inútil.
Un
gran interés histórico tiene el paralelismo entre las instrucciones mandadas
por el Gobierno inglés a su embajador en Varsovia y el hecho de que el mismo 30
de agosto se ordenara en Polonia la movilización general, lo cual, para el
juicio en conjunto de los acontecimientos, es de capital importancia. Este
hecho está en flagrante contradicción con el ofrecimiento de negociar
directamente con Alemania.
La
historia, a la que el primer ministro Chamberlain aludía en forma tan festiva
en su discurso pronunciado el 1 de septiembre de 1939 en la Cámara de los
Comunes, dirá si el Gobierno británico, mediante su negativa actitud respecto
al deseo alemán de entrar en negociaciones y en virtud del deliberado retraso
con que comunicó a Varsovia la proposición alemana, no agravó de una manera
decisiva la crítica situación con los “buenos oficios”. El Gobierno británico obró de una manera
mucho más abierta de lo que, en esa naturaleza de procedimientos tácticos
dilatorios, hubiera podido maniobrar. Así, por lo menos, se demuestra en el
telegrama que, el 30 de agosto, a las 18:15 envió el embajador Henderson, y
contra en el “libro azul” inglés.
En
este telegrama se le ordenaba a Henderson que debía proponer al Gobierno del
Reich que Alemania invitara a Polonia a celebrar negociaciones; cuando el día
28 de agosto, de una manera terminante y concreta, el Gobierno del Reich había
contestado que estaba dispuesto a negociar inmediatamente con el Gobierno de
Polonia.
Parece
ser que el Gobierno británico terminó de redactar la nota al Gobierno alemán a
últimas horas de la tarde del día 30 de agosto. El Gobierno británico puso al
corriente de los hechos a su embajador en Varsovia y , solo entonces, le autorizó
para que comunicara al Gobierno polaco la nota alemana. En este telegrama se
evidencia, una vez más, la táctica dilatoria del Gobierno británico, en cuanto
que en el mismo se aconseja al Gobierno polaco a que “sin demora… esté
dispuesto” a comenzar las negociaciones directas. Este consejo, no fue dado
para la pronta solución de la crisis, sino, como textualmente se dice que en el
telegrama, “en vistas a la situación interior de Alemania y a la opinión
pública mundial”. Con estas palabras “situación interior de Alemania”, según el
testigo que compareció ante el Tribunal de Nuremberg, únicamente puede aludirse
a la gran conjura que, con ayuda de Inglaterra, se había tramado para hundir al
Gobierno alemán.
La
respuesta alemana a la aclaración que Adolfo Hitler había hecho el 29 de agosto
fue recibida en la embajada inglesa de Berlín el día 30, entre las veinte y las
veintitrés horas. El embajador Henderson estaba citado conmigo a las vientres.
Pero en vista de lahora en que llegó la nota inglesa, la entrevista no pudo
comenzar hasta la medianoche. En el memorándum, que Henderson trajo consigo y
me entregó, el Gobierno británico se desdecía del punto de vista adoptado por
él dos días antes, es decir, el 28 de agosto; pues mientras en tal ocasión
había afirmado que las inmediatas y directas negociaciones con Polonia eran “el
paso que lógicamente había de darse” ahora, sin embargo, el Gabinete británico
consideraba que si bien las negociaciones germano – polacas debían comenzar
“con toda urgencia”, no por eso debían iniciarse “hoy mismo”, y que no deseaba
que la discusión girara en torno al problema que originó las diferencias, sino
acerca de la “toma de contacto y preparativos de las conversaciones”.
Al
entregarme la nota británica, el embajador Henderson me comunicó verbalmente
las instrucciones que le había dado su Gobierno y en virtud de las cuales se
desprendía que el Gobierno británico no estaba dispuesto a recomendar al
Gobierno polaco que aceptase las condiciones fijadas en la propuesta hecha por
el Gobierno alemán. Lo único que el Gobierno británico podía hacer era
recomendar, por vía diplomática normal, es decir, mediante entrega de sus
proposiciones al embajador polaco, que los preparativos polacos para la
ulterior negociación directa con Alemania se hicieran de acuerdo con él. Caso
de que el Gobierno alemán aceptara estas proposiciones del Gobierno británico o
estaría dispuesto a influir cerca del Gobierno polaco en el sentido de procurar
una solución justa.
LA WEHRMACHT NO TENDRÍA OPOSICIÓN EN POLONIA |
Le
dije a Henderson que mientras nosotros nos dedicábamos al intercambio de notas
confidenciales, el Gobierno polaco había preparado todo para ordenar la
movilización general. Por otra parte le recordé que en Alemania se había estado
esperando en vano la llegada de un enviado polaco y que por lo tanto no
interesaba otra eventual proposición. Sin embargo, para hacer un ulterior
intento en pro de una posible solución, le leí al embajador Henderson las
propuestas alemanas, que Adolfo Hitler había dictado personalmente y que me
entregó al tiempo que me daba concretísimas instrucciones, y se las expliqué
una a una.
En
su discurso de 1 de septiembre de 1939 Chamberlain dijo en la Cámara de los
Comunes que aquella explicación fue dada a toda prisa. La afirmación de
Chamberlain es muy chocante, puesto que como puede comprobarse en el “libro
azul2 inglés, Henderson comprendió perfectamente todos y cada uno de los puntos
de la proposición alemana, que luego transmitió con toda exactitud al Gobierno
británico. En su libro de memorias “failure of a misión”, dice Henderson que
tras nuestra conversación, es decir , a las dos de la mañana, se entrevistó con
Lipski, el embajador polaco, a quién informó que la incorporación de Danzig a
Alemania y el plebiscito respecto al Corredor constituían los puntos capitales
de la proposición alemana. Añade Henderson que, en tal ocasión, aconsejó a
Lipski que recomendara a su Gobierno un inmediato encuentro entre los
mariscales Rydz – Smigly y Goering.
Al
comunicarle a Henderson las proposiciones alemanas no me sobrepasé a mis
atribuciones ya que cuando la visita de Henderson casi había pasado el plazo
concedido por Alemania para una conversación respecto a Polonia; así, pues, mi
obligación consistía en escuchar su informe y en comunicarle “un corto resumen”
de las proposiciones alemanas para que él, a su ez, las notificara al
negociador polaco.
Adolfo
Hitler no me dio más instrucciones que éstas. Mi impresión era que el Führer
tenía la esperanza de que Inglaterra cambiaría de actitud cuando se percatara
de que Inglaterra cambiaría de actitud cuando se percata de que, a cusa de su
firme decisión de recurrir al terreno militar, la situación era realmente
gravísima. Esto era lo que Adolfo Hitler quería que entendieran los ingleses.
La conversación fue sostenida, por parte de Henderson, de un modo descortés, y
por mí, de un modo frío.
Al
terminar mi entrevista con Henderson fui a la Cancillería para informar de la
misma a Hitler. Le dije que Henderson había estado muy duro y que, a mi modo de
ver, la garantía inglesa dada a Polonia desembocaría en el terreno de la
fuerza. Le pedí autorización para entregar por escrito a Henderson lo que le
había comunicado verbalmente. Adolfo Hitler rechazó mi proposición. Pero el día
31 de agosto, a través de Goering – Dahleus, hizo llegar el texto de la misma
al embajador británico. Durante aquel día Adolfo Hitler estuvo esperando la
llegada de un plenipotenciario polaco, y la tarde del 31 hizo que las
proposiciones alemanas fueran dadas por la Radio. La respuesta de la Radio
polaca fue una provocación.
El
“libro azul” inglés testifica que a las 9.30 de la mañana del 31 de agosto
recibió el Gobierno británico el informe de Henderson. Dado que Henderson habló
con el embajador Lipski a las dos de la noche, no se comprende como tardó tanto
en comunicar a su Gobierno acerca del contenido y el desarrollo de su
conversación conmigo. Por otra parte, se ha comprobado que la mañana del día 31
de agosto el Daily Telegraph publicó la noticia de que durante la noche había
tenido lugar una reunión del Gabinete británico en el transcurso de la cual
habían sido estudiadas las proposiciones alemanas. Esta edición del periódico
londinense fue retirada y en su lugar
apareció otra en la que no figuraba dicha noticia.
ESCUADRÓN DE CABALLERÍA POLACO |
En
todo caso, lo cierto es que el día 31 por la mañana las proposiciones alemanas
eran conocidas tanto en Londres como en Varsovia, y que durante el transcurso
de todo aquel día el Gobierno británico no hizo ningún intento para solucionar
la crisis. Caso de una intervención inglesa, es seguro que incluso durante
aquel día hubiera podido ser superada. Para ello únicamente hubiera sido
necesario que el Gobierno de Varsovia autorizara a que su embajador Lipski se hiciera
cargo de las proposiciones alemanas. Pero tampoco esto sucedió.
También
el sueco Dahlerus declaró en Nuremberg que durante el día 31 de agosto el
Gobierno británico no dio ningún paso para solucionar la crisis, a pesar de que
sabía que, caso de no resolverse esta inmediatamente, la guerra era inevitable.
Recuerdo que Adolfo Hitler me dijo que había probado el conducto Dahlerus para
ver si, a través de este sistema, todavía existía una posibilidad de acuerdo.
Al Führer le gustaba operar por medio de varios conductos y se comprende que,
dada la gravedad de la situación, quisiera incluso echar mano de los medios no
oficiales de negociación. De todos modos, Hitler no confiaba demasiado en
Dahlerus, que Goering le había presentado. Desgraciadamente, las negociaciones
de Dahlerus tampoco dieron resultado. Yo me hubiera alegrado muchísimo de que
las cosas hubieran ido al revés de lo que fueron. Sea como fuere, hay que
reconocer que si los ingleses hubieran deseado llegar a un compromiso lo
habrían comunicado a Henderson o a Dahlerus, con más seguridad a aquel, que era
su embajador en Berlín, y luego uno y otro se hubieran puesto de acuerdo.
Quienes
interpretan esta acción bilateral como prueba de una supuesta rivalidad entre
Goering y yo desconocen por completo la posición del Führer y la situación
política alemana de aquel entonces. Goering deseaba tanto como yo encontrar una
solución al problema, y precisamente la acción de Dahlerus evidenció que los ingleses
no estaban dispuestos a otro tanto.
A
las 18, 30 horas del día 31 de agosto recibí al embajador Lipski, quien me comunicó
que el Gobierno polaco estaba de parte de la proposición inglesa y “que pronto”
daría su Gobierno una respuesta al Gobierno alemán. Lipski añadió que no estaba
autorizado a recibir ninguna clase de proposición ni a entablar ningún género
de conversación. El mismo día, el ministro de Asuntos Exteriores polaco aseguró
verbalmente al embajador Kennard, que el embajador polaco en Berlín no estaba
autorizado a hacerse cargo de ninguna proposición alemana.
VARSOVÍA SE RINDE |
Esa
era la voluntad que para negociar demostraron los polacos a los tres días de
haber afirmado el Gobierno británico que el Gobierno polaco estaba dispuestos a
negociar inmediatamente con Alemania.
En
su discurso parlamentario del 1 de septiembre, el primer ministro británico
Chamberlain faltó a la verdad al afirmar que la noche del día 31 de agosto el
embajador polaco me había vuelto a notificar que Polonia está dispuesta a
negociar con Alemania “como respuesta a ello, sin decir palabra, las tropas
alemanas cruzaron la frontera polaca durante las primeras horas de la mañana
del día 1 de septiembre”. En realidad, sin embargo, entre aquellos dos
acontecimientos, a las 21.15 de la noche del 31 de agosto, las emisoras
alemanas dieron a conocer los 16 puntos de la propuesta alemana.
Al
dar a conocer Alemania sus proposiciones a Polonia creó una nueva posibilidad
para entablar negociaciones. Si el Gobierno polaco hubiera aprovechado aquella oportunidad,
contestando a través de sus emisoras, todavía hubiera podido cambiarse el curso
de los acontecimientos. En realidad la emisora de Varsovia, ya contestó, sin
embargo, y esa contestación no figura en el “libro azul” inglés, a las 23 horas
del 31 de agosto. Alemania, había esperado en vano la llegada del
plenipotenciario polaco. La respuesta del Gobierno polaco estaba en manos del
Ejército.
Esa
actitud de Polonia únicamente puede ser comprendida si se tienen en cuenta dos
importantes circunstancias que, en parte, se han hecho públicas en el Proceso
de Nuremberg.
Primero,
El Gobierno británico no solamente no hizo nada decisivo en Varsovia para
solucionar el pleito germano – polaco, sino que comunicó al Gobierno polaco que
en Berlín “no se deseaba” la visita del ministro de Asuntos Exteriores Beck;
pues se tenía que a través de una entrevista, Beck y Adolfo Hitler llegaran a
un arreglo pacífico de la cuestión.
Segundo,
El embajador Lipski, informando de unos supuestos planes de determinados círculos
de la oposición, opinaba que “al declarar Alemania la guerra sobrevendría un
levantamiento militar que eliminaría a Adolfo Hitler, y el Ejército polaco
tardaría seis semanas, a lo mas, en llegar a Berlín. Hoy se comprende que
Lipski opinaba así, pues según las declaraciones de Gisevius en el Proceso de
Nuremberg, el grupo de conjurados, entre los que había ministros, generales del
Estado Mayor, generales, altos funcionarios y demás, había prometido a
Inglaterra que no secundaría los deseos alemanes, sino que “permanecería firme”.
Al sobrevenir la guerra “el ejército dejaría de obedecer a Hitler y con la
ayuda de Inglaterra podría derrotar al nacional – socialismo y acabar con
Hitler”. El día 2 de septiembre hizo Mussolini un intento para solucionar la
crisis. Mussolini, en aquella ocasión, propuso la celebración de una
conferencia internacional que debería tener lugar el día 5 de septiembre y cuyo
objeto sería “la revisión de los acuerdos del Tratado de Versalles, que hasta
la fecha habían sido la causa de la continua intranquilidad de la vida europea”.
El duce manifestó que la conferencia podría tener lugar “si los ejércitos permanecían
tranquilos”.
AVANCE ALEMÁN POR POLONÍA |
Nosotros
aceptamos la propuesta, y cuando Francia hizo otro tanto, durante algunas horas
del día 2 de septiembre pareció que la paz todavía podía ser salvada. Únicamente
el Gobierno británico rechazó, a través de lord Halifax, en un discurso que
este pronunció la tarde del 2 de septiembre en la Cámara de los Lores, aquella
última proposición de paz.
La
declaración de guerra inglesa y francesa fue entregada en el Ministerio de
Asuntos Exteriores la mañana del 3 de septiembre. El Führer las recibió sin
decir palabra. A mi entender, contaba con ello.
Prueba
de que el Gobierno británico consideró tanto la propuesta de Mussolini como la
de Dahlerus como meras complicaciones es la anotación hecha el 10 de septiembre
de 1939 por Chamberlain en su carnet, que dice así:
“Las
últimas largas agonías que procedieron a la declaración de guerra, fueron en
extremo insoportables. Deseábamos que las cosas se agudizaran todavía más; pero
había en ello tres complicaciones: las negociaciones secretas que discurrían,
bajo la orden de Goering y Hitler, a través de un mediador neutral; la
propuesta mussoliana de una conferencia internacional, y los esfuerzos francés para
retrasar lo más posible la declaración de guerra hasta que sus mujeres y niños
hubieran sido evacuados y movilizados sus ejércitos. Así, pues, poco podríamos
decir de una manera cierta y públicamente respecto al porvenir”.
Mi
participación en la crisis polaca que acabo de historiar es tan clara, que
ninguna persona en el mundo que se tome la molestia de comprobar los hechos
podrá luego acusarme de haber trabajado en pro de la guerra. No tengo nada que
ocultar a la Historia, y además sé que hice todo lo posible para sortear las
dificultades de aquella crisis y para
encontrar, finalmente, una solución pacífica al problema. Tampoco oculté al
Führer, las proporciones del riesgo que implicaba la acción que había
emprendido. Al dar la segunda orden de marcha, a lo cual le obligaron las noticias
militares de la movilización polaca, no creía Hitler que Inglaterra se
mantuviera al margen del conflicto.
Como
es natural, durante los días de la crisis, para apoyar la política del Führer,
puse a disposición de este el Ministerio y el Cuerpo Diplomático, pues esta era
la única posibilidad de que el enemigo se viera forzado a una situación
comprometida. Con esta acción insegura o con una acción equivoca del Ministerio
de Asuntos Exteriores, no se habría logrado que la parte contraria se hubiera
adaptado a una posibilidad de paz.
El
hecho de que, contrariamente a lo sucedido con la cuestión de los sudetes, no
se hubiera podido llegar a una solución pacífica respecto al problema de Danzig
y su Corredor, fue debido, por una parte, a que en este último caso Inglaterra
estaba decidida air a la guerra, ya que no
deseaba que creciera el poderío alemán, y por otra, a que Hitler, caso
de no atenderse a sus proposiciones, tampoco rehuía la lucha.
Se
acababa de dar el último paso de lo que en un principio había comenzado con la
alianza anglo – polaca. Inglaterra sabía que Polonia se valdría de aquella
alianza para obrar con creciente brutalidad con Alemania, y concretamente,
contra las fronteras de esta. Mediante la política de cerco desplegada por
Inglaterra y a causa del chauvinismo polaco, el problema de Danzig y de su
Corredor fue cargado con la dinamita que un día haría saltar por los aires la
paz de Europa.
SOLDADOS ALEMANES TRASPASANDO LA FRONTERA CON POLONIA |
No
cabe hoy ninguna duda de que durante aquellos dos días de agosto Inglaterra
tuvo la posibilidad de evitar la crisis, y con ella el peligro de guerra,
haciendo una llamada a Varsovia. Y el hecho de que el Gobierno británico no lo
hiciera demuestra de una manera evidente que Inglaterra estaba decidida ir a la
guerra.
Nosotros
ignorábamos por aquel entonces que en Londres se contaba con un grupo de
conjurados alemanes, entre quienes por lo visto había militares y políticos,
que hacían suponer una fácil victoria sobre Alemania. Ese grupo de conjurados
desplegó una acción decisiva por lo que se refiere al hecho mismo de la guerra.
Ellos sabotearon todos nuestros esfuerzos; especialmente los que hicimos
durante aquellos dos días de agosto, para llegar a una solución pacífica del
conflicto, y ellos fueron seguramente quienes acabaron de decidir la voluntad
militar de Inglaterra.
EL EJÉRCITO ALEMÁN DESFILANDO POR VARSOVIA |
La
tragedia de Europa fue que a causa del problema de Danzig y su Corredor
estallara la guerra entre Alemania e Inglaterra. Estoy seguro que Adolfo Hitler
creyó que una solución pacífica de este conflicto hubiera sido tan provechosa
para nosotros como para Inglaterra. Adolfo Hitler temía que el Este pudiera
convertirse un día en una gran potencia que amenazara al mundo. Por esto, para
conseguir una mejor posición estratégica, deseó aclarar las relaciones germano –
polacas.
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