CURIOSIDADES:
El aparato armado de Felipe II es un ejercito formado en cientos de
batallas y de gran prestigio, que aunque poco numeroso, en torno a unos 60.000
soldados, no más de 15.000 de ellos españoles que formaban los tercios viejos,
se sirve para imponer la ley en Europa, contra los franceses, con los turcos,
contra el duque de Clèves, así como la aguerrida Germania de la Liga de
Schmalkalden. Por ello, es interesante resaltar su estructura, reclutamiento,
armamento y su moral de combate.
Se puede afirmar que el ejercito está formado por una mayoría de
mercenarios alemanes, italianos, flamencos, y fuerza de choque integrada por
los tercios viejos, a la que se sumaban formaciones menores de caballería,
artillería e intendencia. Pero, el aspecto sustancial que daba el valor añadido
en las batallas es la minoría formada por los tercios viejos por lo que se va a
tratar más profundamente.
UN TERCIO EN BATALLA |
Los tercios viejos fundamentaban su superioridad en el campo de batalla por
una serie de factores compuestos: potencia de fuego (arcabuces y luego
mosquetes), maniobrabilidad ( permite actuar en pequeñas unidades como grandes
bloques), cantera de duros soldados hechos a las marchas reclutados entre los
pastores trashumantes, gran cuadro de oficiales de gran experiencia bélica (
campañas granadina, italiana junto al gran Capitán), confianza, moral y
heroísmo.
La movilidad se conseguía por una eficaz articulación de sus cuadros. Cada
tercio viejo estaba formado por doce compañías de 250 soldados con un capitán a
su mando asistido por un alférez y un sargento. Así, pues un tercio constaba de
3.000 soldados, mandados por un maestre de campo. Y dos tercios viejos formaban
una coronelía, y dos de éstas una división mandada por un capitán general. Como
podemos ver un solitario tercio ya era una fuerza de choque importante, que
podía usarse para guarnición en plazas importantes como Napoles o Milán, o para
defender alguna zona como Herzeg Nova en Croacia. Una misma compañía podía
operar, si era menester, como unidad independiente, exploración o como
vanguardia de todo un ejército en una campaña.
En cuánto a la potencia de fuego, se conseguía a través de un notable
número de arcabuces, que con el gran Capitán, estuvo en una proporción de un
tercio respecto a las picas, y con el Duque de Alba esta se elevó hasta la
mitad, proporción hasta diez veces más grande que los otros ejércitos. El duque
de Alba, introdujo en 1567 en la campaña en los Flandes entre los tercios
viejos el mosquete por el arcabuz, con lo que el alcance del tiro aumentaba, ya
que el primero sólo llegaba hasta los 50 metros. Por el contrario, el peso del
mosquete era mayor, por lo que el mosquetero se debía de auxiliar mediante una
horquilla para afianzar el arma al disparar, por lo que estos eran corpulentos.
Este armamento, por ventura, se fabricaba en España, tanto las de fuego como
las armas blancas ( espadas, picas), al menos en lo que respecta a la
infantería. La industria se concentraba en Euskadi, sobretodo en Guipúzcoa en
enclaves como Eibar, Placencia y Elgoibar. Se sabe a través del archivo de
Simancas que en 1535, el emperador Carlos V afronta su tercera guerra con
Francia, un hombre de empresa vasco, un tal Antón de Urguizu, tenía ya 2.000
arcabuces, preparando otros 4.000, más 6.000 picas, suficiente para 3 coronelías.
Así tal es el testimonio de la emperatriz Isabel a Carlos V en el 4 de
diciembre del mismo año que nos dice que “En lo de los arcabuces y picas,
scrive Antón de Urguiçu que tiene hechos dos mil arcabuces, con sus adreços,
del asiento de Barcelona; y los otros dos mil medio hechos y las picas
acabadas, y que para el tiempo que es obligado, y antes, los porná en Málaga. Y
también acabará este ivierno el otro asiento que aquí mandé tomar con él de
otros dos mil arcabuces y seis mil picas…”.
SOLDADOS DE LOS TERCIOS |
Se debe insistir que los ejércitos estaban integrados por soldados de
diversas nacionalidades, así si tomamos las memorias de Carlos V la campaña en
la Germania estuvo formada por 51.000 infantes, y sólo 10.000 españoles, dos
coronelías siendo superados ligeramente por los italianos y triplicados por los
alemanes. Eran escasos efectivos pero de gran valía. Para ello se puede
rescatar algún testimonio de la época como el de Fernando de Austria que pedirá
continuamente a su hermano, el emperador, que le envíe, aunque sean pocos
soldados españoles, para la defensa de la frontera con el imperio turco. Y el
propio padre de Felipe II le dice a este “…tener siempre alguna gente española
en Italia..” para defender esta en las instrucciones de 1548.
EL RECLUTAMIENTO DE LOS TERCIOS VIEJOS
La cantera de los tercios viejos provenía, principalmente, de la Corona de
Castilla. El tambor del sargento reclutador, según el archivo de Simancas,
resonaba en las dos mesetas, en Extremadura y en la Alta Andalucía, aunque
también algún contingente provenía de la Asturias rural. Pero su foco más
importante era el de la tierra de los pastores trashumantes, ya que esos
pastores eran los que se convertían en fieros soldados y en duros
conquistadores. Así, tenemos algún que otro ejemplo.
En 1548, hasta cuatro capitanes; Francisco de Zapata Osorio, Álvaro de
Grijalba, Diego Alvarado y Andrés Palomo, tenían órdenes de reclutar en zonas
concretas y el número de las levas:
Guadalajara, Madrid y Alcalá
|
250
|
Salamanca y Plasencia
|
450
|
Marquesado de Villena
|
450
|
Ávila, Villacasín y El Espinar
|
150
|
Cuenca y Huete
|
250
|
Principado de Asturias
|
300
|
Total
|
1.850
|
La documentación nos da información sobre un tipo de ejército a mitad de
camino entre el medieval y el moderno debido a que en Asturias los reclutas debían
ser pagados por las villas del principado, pues aunque estos se integran en los
tercios viejos, su paga no corre siempre a cargo de la Corona. Estas levas son
los soldados nuevos que el consejo de guerra les daba un período de
integración, internándolos entre los veteranos de los tercios viejos de Italia.
Los tercios viejos también cobraban su paga, pero esta era menor que la de los
mercenarios alemanes y suizos, y a diferencia de estos, los tercios sólo servían
al rey de España y al patriotismo, ya que rechazaron cobrar su paga en la
campaña de Nápoles, en 1528 para que fueran abonadas a los mercenarios.
LA CABALLERÍA
En tiempos de guerra se prohibía la exportación de caballos, en especial
los andaluces que eran los más apreciados. Sin embargo, esta se consideraba
inferior a la francesa. La caballería pesada francesa era temida en la época de
Carlos V por él. Así la documentación nos muestra el siguiente testimonio “Y si
os quiere mover guerra ne la parte de Italia tenéis el dicho Estado de Milán fortificado…
y se podrá defender del primer ímpetu, que es lo más se debe temer del
francés…”. Se dirigía su hijo, Felipe II. Y el primer ímpetu es referencia a la
acometida con la cuál comenzaba el ejército francés sus acometidas con la
caballería pesada. Por contraste, la caballería imperial estaba formada en
exclusiva por flamencos y alemanes. De hecho en un recuento realizado en 1548,
tenemos 7.000 flamencos y 3.000 alemanes, por ningún español. Y tampoco poseía
la monarquia española, caballería ligera, para ello debía de reclutar húngaros
y croatas, como ocurrió en la guerra contra la Liga de Schmalkalden.
INSTRUMENTAL DE UN CABALLERO |
Las funciones de la caballería pesada era foguearse en el pleno del
combate, mientras que la ligera tenía como funciones, la exploración en las
marchas del ejército, perseguir al enemigo y consumar la victoria.
A pesar de lo dicho, la caballería sufrió una modernización en su
armamento, se les dotó de armas de fuego, y con éstas pudieron sorprender a su
enemigo que no lo esperaba y conseguir la victoria en 1544 en la campaña de
Paris como recuerda Carlos V en sus memorias “Y así, pasando por Vitry, S.M. se
asentó junto a Chalons en la Champagne, donde tuvo algunas buenas escaramuzas,
en las que los franceses no ganaron nada ni quedaron muy contentos de los
pequeños arcabuces de los alemanes a caballo…”.
ARTILLERÍA
La artillería, en una gran parte, no era española sino que se tenía que
acudir a la industria alemana. De hecho, en la guerra que tuvo que afrontar
Carlos V con la Liga Alemana fueron tomadas buena artillería a los luteranos,
que fue enviada a España y el Milanesado para proteger las fronteras contra los
franceses. Aunque existían fundiciones en San Sebastián, Barcelona, Sevilla y
Burgos, estas eran muy inferiores a las alemanas. No obstante, a igual que la
caballería hubo importantes mejoras tecnológicas en la artillería como prueba
de estos fueron los artilleros españoles los primeros en emplear en la época un
nuevo proyectil, la bomba, cuya invención se atribuye al fundidor español
Simón, y que fueron empleadas por primera vez por Alejandro Farnesio en las
campañas en los Flandes. Así como, otro invento que fue empleado por primera
vez fue la llamada “bala de iluminación”, un sencillo dispositivo formado por
una bala envuelta en estopa que, en caso de prenderse, iluminaba el campo
enemigo, permitiendo conocer la disposición y sus posibles intentos nocturnos.
También, se puede sumar a esto, que fue, Pedro Navarro, el primero y más
importante ingeniero de minas y contraminas, que fue una novedad en ese siglo.
Existían dos tipos de artillería: la pesada, que era empleada para batir
murallas enemigas, y la de campaña o ligera. Se debe señalar que la de verdad
eficaz era la primera, pues la ligera aún no había alcanzado un grado de
eficiencia para que fuera decisiva en las batallas. Si bien, incluso la pesada
distaba de mucho valor como afirmaba Carlos V en sus Memorias “… y por la
gracia de Dios, la dicha artillería no hizo gran daño.. “ en la campaña de 1546
cuando según dijo recibió unos 900 tiros de artillería gruesa sin contar con
abrigo alguno.
Por lo tanto, se puede afirmar que este instrumento armado permite a la
Monarquía española imponer su ley en Europa. Y como reconocimiento a los
veteranos de guerra que regresaban impedidos y viejos a España tras largos años
de servicio existía la ayuda de la Hacienda Real como muestra una cédula de 9
de septiembre de 1555 a favor de los soldados que hubieran servido más de 10
años y siendo pobres, y sus bienes raíces no fueran superiores a 400 ducados y
estuvieran viejos o impedidos, cobraran la tercera parte de sus pagas. En
definitiva, tenían derechos a una especie de paga de jubilación.
Es interesante comentar, por el contrario, que el estilo de comandancia de
Felipe II con respecto a su padre fue diferente. Así, Carlos V era el emperador
de la cristiandad, con lo que se atribuía ciertas responsabilidades como era
acometer empresas con carácter de cruzada contra el Turco, con ciertas
semejanzas con la conquista de Granada. Esta empresa le lleva a liderar su
ejército siendo el primero de los soldados en batalla. Los soldados de los
tercios viejos al verlo en batalla se enardecían y aumentaban su moral de tal
forma que se veían arrastrados a realizar hazañas heroicas como tomar las
consideradas inexpugnables fortalezas del duque de Clèves en 1543 al asalto,
así como en el 1547 cruzar el río Elba semihelado con las espadas en la boca para
tomar al enemigo apostado en la orilla contraría y conseguir la victoria en
Mülberg.
En cambio, el estilo de dirección de Felipe II era delegar en sus generales
la dirección de la batalla, que se puede pensar que es una acepción moderna
pero en aquellos tiempos el estilo de las monarquías autoritarias era que el
pueblo admitía ese absolutismo siempre y cuando, asumiera el primero sus
deberes como gobernante, viendo en él un alcalde que impartía justicia y el
gran Capitán de los ejércitos para defender el reino.
LA MARINA
En esos tiempos estaba en germinación y la Monarquía solo tenía la
necesidad de defender sus costas del Mediterráneo de los asaltos de los
corsarios berberiscos y la guerra contra Francisco I de Francia y de mantener
rutas abiertas en sus dominios en Italia.
GALERA EN TIEMPO DE CARLOS V |
Para ello la Monarquía tendrá en servicio cierto número de galeras, que
vigilaban el levante español o prestaban protección a las naves que pasaban de
España a Italia. Existía una gran partida para financiar por parte de la
Hacienda a estas galeras comandadas por un general de la Mar, pero debido al
alto coste sólo llegaba a un par de docenas de galeras, cifra muy inferior a la
marina turca. Por esto, Carlos V se vería obligado a pedir auxilio a la marina
genovesa de los Doria para acciones de defensa. Para proyectar una ofensiva se
veía obligado a pactar con otras potencias cristianas, como fue la Santa Liga
en 1538 con Venecia y el Vaticano.
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