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martes, 15 de julio de 2014

CARICIAS AL PASADO SUMERGIDO.

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TRABAJADORES DEL CENTRO SUB ACUÁTICO RESTAURANDO LAS PIEZAS

Hay quien tiene por trabajo acariciar la Historia cada día. Sucede en el Centro de Arqueología Subacuática (CAS) donde dos restauradores se encargan desde hace unos meses de mimar las piezas encontradas en dos pecios hallados en las obras de ampliación del puerto de Cádiz. Su trabajo es único. Nunca antes en España se había apostado de esta manera por recuperar los restos de dos barcos. Su labor va a permitir la exposición de objetos tan singulares como un astrolabio náutico, lingotes de plata, cochinilla para tintar ropa o comida almacenada.

La máxima de los que protegen el patrimonio subacuático es siempre mantener bajo el mar los restos hallados para así preservar su contexto histórico. No siempre se puede. Algunas veces hay que extraer las piezas por riesgo de expolio, por necesidades de investigación o porque, como en este caso, una obra puede repercutir en su conservación. Los dos barcos hundidos aparecieron mientras se realizaba una draga para la nueva terminal de contenedores del puerto gaditano. “En la draga iban arqueólogos porque así lo marca la ley. Es como se evitan daños irreversibles”, explica la directora del CAS, Carmen García Rivera. El trabajo de este organismo, dependiente del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, fue esencial para que esta zona frente al puerto fuera considerada de servidumbre arqueológica. Es decir, donde nunca se habían encontrado restos pero se presumía que podían existir, de ahí que la obra estuviera obligada a fijar cautelas arqueológicas. De otra manera, quizá nunca se hubiesen detectado los dos barcos.
En esta acción única, la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, que es la que financia las obras, encargó a la empresa Tanit, bajo la supervisión del CAS, el traslado de las piezas más relevantes. Hicieron falta más de 2.500 inmersiones. A la espera de un informe final, se sospecha que uno es un barco militar del siglo XVI y otro un buque comercial del siglo XVII. Del mar, las piezas han ido a la sede del CAS, en el balneario de la Palma, donde los dos restauradores, Marta Murciano y Abel Bocalandro, batallan contra la oxidación y el deterioro de unos objetos que han perdido la protección que les daba el estar bajo agua.
Bocalandro, químico, está volcado en preservar las piezas de metal. Hay muchas. Están los 27 cañones de hierro, el peto de una coraza, un astrolabio náutico, una enorme campana o los lingotes. “Intentamos estabilizarlos frente a la corrosión y eliminar las sales”, dice. Principalmente, las piezas pasan por un baño químico, de sosa cáustica o bicarbonato sódico, o se les aplica un tratamiento de electrólisis, cargas eléctricas para darles estabilidad. “Dentro del mar, se crea una capa encima de concreción, muy poco porosa, que frena la oxidación. Aquí eliminamos esa capa y hay que tratar de mantener las condiciones que tenían allí”, añade Bocalandro.
La eliminación de esas capas de suciedad, fauna y vegetación marina es uno de los momentos más emocionantes del trabajo de los restauradores. Le sucedió a Marta Murciano cuando limpiaba unos platos de cerámica y descubrió sus hermosas decoraciones de flores y árboles. “Habían permanecido así casi 500 años”, explica. Ella es la que cuida de las maderas, las vasijas, o los restos orgánicos. El cargamento del barco comercial es quizá el más valioso para analizar la Historia. Han aparecido aceitunas. También cajas llenas de cochinilla, material cotizadísimo para tintar ropas. Y un tubérculo que podría ser jengibre o cúrcuma. “Las maderas se bañan en agua hasta que su nivel de sales se reduzca lo suficiente para garantizar su estabilidad”, explica Murciano. Más difícil será mantener los materiales orgánicos, que se guardan en neveras.
La restauración de las piezas, que se espera culminar antes de que acabe el año, no será el final. Surgirán más preguntas que respuestas. ¿Eran cañones italianos como se intuye en sus marcas? ¿El otro barco, el comercial, pertenecía a un viajante de telas? La intención del puerto de Cádiz es exponer algunas de estas piezas para difundir una inversión arqueológica de más de dos millones de euros. Se planteó para octubre en el Palacio de Congresos o en la Casa Pinillos, junto al Museo de Cádiz, que será el que conserve en sus almacenes el conjunto de lo hallado. Este mar ha dado mucho para conocer el pasado. Y para continuar con ello, seguirán haciendo falta más caricias.


FUENTE-El País.

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