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lunes, 13 de julio de 2015

REGRESO DE NAPOLEON DE LA ISLA DE ELBA

 CURIOSIDADES EXPRESS:





Cuando ocurrió la fuga de Napoleón de la isla de Elba va a abrir lo que se conoce como la última fase de su imperio, lo que se conoce como “los cien días” que acaba en la derrota de Waterloo. A continuación exponemos las reseñas del periódico Journal des Débats, llamado Journal de l’empire durante el mandato de Napoleon y que en la primera caída de este recuperó su antiguo nombre y un marcado acento pro monarquía de Luis XVIII,  que nos hablan en una primera instancia de forma contraria a la figura del fugado Napoleon para luego tras la entrada triunfal de este a Paris mostrar un marcado acento entusiasta hacia el Emperador.


ENTRADA DE NAPOLEON EN LAS TULLERIAS A SU REGRESO A PARIS EL 20 MARZO DE 1815


El 6 de marzo se publica: Bonaparte se ha evadido de la isla de Elba donde la imprudente magnanimidad de los soberanos aliados le había otorgado una soberanía como premio de la desolación que había llevado a sus Estados. Este hombre que, al abdicar el poder, no ha abdicado jamás su ambición y sus furores, este hombre cubierto de sangre de las generaciones, viene, al cabo de un año, a tratar  de disputar, en nombre de la usurpación, la legítima autoridad de Francia.
A la cabeza de algunos centenares de italianos y de polacos, osa poner el pie en una tierra que le rechazó para siempre. Algunas prácticas tenebrosas, algunas maniobras en Italia, ejecutadas por su ciego cuñado, han hinchado el orgullo del cobarde guerrero de Fontaineblau. Se expone a la muerte de los héroes: Dios permitirá que muera de la de los traidores. La tierra de Francia le ha rechazado. ¡Ahora vuelve: la tierra de Francia le devorará!

¡Ah! Todas las clases le rechazan, todos los francés le rechazan con horror y se refugian en el seno de un rey que no ha traído la misericordia, el amor y el olvido del pasado. Un solo grito será el de toda Francia: “¡Muerte al tirano, viva el rey!”.

El 20 de marzo de 1815 se publica: Los bulevares están cubiertos de una multitud inmensa impaciente por ver al héroe que les ha sido devuelto. Las pocas tropas que se habían reunido con la insensata esperanza de oponérsele, se han pasado a sus águilas. Su Majestad el Emperador ha atravesado doscientas leguas de territorio con la rapidez del rayo, en medio de una población sobrecogida de admiración y respeto. Aquí, los propietarios se felicitan de la garantía real que les asegura este regreso milagroso, bendiciendo el acontecimiento inesperado que fija irrevocablemente la libertad de cultos; más allá, los bravos militares lloran de alegría al volver a ver a su antiguo general; los plebeyos están convencidos de que el honor y las virtudes serán en adelante el primer título de nobleza, y se adquirirá en todas las carreras el esplendor y la gloria por los servicios rendidos a la patria.

Tal es el cuadro que ofrecía esta marcha, en la cual el Emperador no ha encontrado otro enemigo que los miserables libelos que se han querido, en vano, esparcir a su paso, contraste bien extraño con los sentimientos de entusiasmo que estallaban al aproximarse en persona.

A las ocho de la tarde: El Emperador ha llegado esta noche al palacio de las Tullerias, en medio de las más vivas aclamaciones. En el instante en que escribimos, las calles, las plazas, los bulevares y aceras están cubiertos de una multitud inmensa y gritos de “¡Viva el Emperador!” resuenan por todas partes desde Fontaineblau hasta Paris. Toda la población de los campos, ebria de alegría, sale al camino por la ruta de Su Majestad, a quien esta solicitud obliga a caminar al paso.


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