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martes, 8 de abril de 2014

NUEVOS ESTUDIOS GIRAN LA SITUACIÓN DE BARCINO 90º

NOTICIAS:


Restos del templo de Augusto sobre un fragmento del podio en el Centro Excursionista de Cataluña. / carles ribas



Tras décadas de trabajos, la historia de Barcino, la Colonia Iulia Augusta Paterna Faventia, fundada ex novo por el emperador Augusto en el siglo I, es cada vez más conocida. Pero siempre hay investigaciones que dan una sacudida y hacen girar lo establecido, incluso en el sentido literal de la palabra. Es lo que ocurre con el reciente estudio de Héctor Orengo y Ada Cortés publicado en la revista Oxford Journal of Archaeology, presentado hace unos días en el Museo de Historia de Barcelona (Muhba). Según estos investigadores, formados en el Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC), vinculados ahora con las universidades de Nottingham y Southampton, respectivamente, el templo de Augusto de Barcino no estaba orientado hacia la plaza de Sant Jaume, como se ha asegurado hasta ahora, sino hacia la catedral, algo que implica que el foro también cambie de dirección 90 grados, siguiendo las agujas del reloj.

Hasta ahora se ha asegurado que los restos del templo, cuatro columnas completas (seis hasta 1875) sobre un fragmento del podio que se encuentran dentro del edificio del Centro Excursionista de Cataluña (Paradís, 10), es su parte inferior izquierda. Ellos afirman que es la parte derecha, tras revisar los últimos datos arqueológicos, comparaciones tipológicas y estudiar la topografía.

“Es una hipótesis nada dogmática que puede verse modificada o refrendada con nuevos estudios”, explicó Orengo ante más de un centenar de personas en el Muhba. Para este investigador, el sentido y la planta del templo han estado marcados hasta ahora por los estudios que realizó Antoni Celles en 1835, que fueron recogidos y hechas suyas por el arquitecto, historiador del arte y político Josep Puig i Cadafalch, lo que tuvo como resultado que nadie las cuestionara.

Tras revisar la documentación de los nueve sondeos que realizó Antoni Celles en 1835, los doctores en arqueología Héctor Orengo y Ada Cortés afirman que es imposible que encontrara restos del templo en los niveles que excavó y ponen en duda sus conclusiones.
En los últimos años, la instalación de sendos ascensores en los números 5 y 12 de la calle Paradís ha permitido excavar en esta zona, entre los restos de las columnas y la catedral. Allí, explicó Orengo, se han localizado grandes sillares, algunos con restos de pintura azul y amarilla y relleno de piedra, rudus, similar al del podio. También parte de una construcción con opus signinum preparada para retener agua, interpretada como un lacus o piscina alrededor de un templo. Para ellos no hay duda de que el templo (de seis columnas por 11) tenía una orientación y proporciones diferentes; no tan alargado como se asegura, que lo acercaría a la sección áurea con la que están creados otros edificios romanos de la península en ese momento, como los templos de Diana en Évora o en Emérita Augusta, “que además también tienen un lacus”.




El giro del templo implica el cambio del foro, que pasaría a ocupar una gran parte del sector nororiental de la colonia. Son pocos los datos reales que se conocen del foro y su reconstrucción se basa en la forma y orientación del templo. Tras analizar la topografía antigua, para los investigadores el foro tendría, al menos, dos terrazas: una superior con el templo y otra inferior, separada quizá por un pórtico, en la que se situarían otros lugares de representación. Este nuevo foro “tendría dos lados paralelos a los ejes principales de la ciudad: el cardus y decumanus máximus, y no los cruzarían como en la versión aceptada”, por lo que encajaría mucho mejor en el urbanismo de la colonia.

Durante la realización de la tesis doctoral de Cortés, La arquitectura doméstica de las ciudades romanas de Cataluña, de 2009, la investigadora estudio los restos de la domus de Sant Iu, con su peristilo (galería de columnas) abierto, piscinas y mosaicos, determinando que esta gran casa se trataba de un edificio público, un collegium dedicado al culto de Augusto. “Era difícil entender los restos porque estaban fuera del foro, pero ahora adquieren sentido”, explica Cortés. Para ellos no es extraño, entonces, que “las nuevas comunidades cristianas, para afirmar su legitimidad, levantaran en esa zona la primera iglesia y luego la catedral”.
Orengo y Cortés no son los primeros en defender esa teoría: en 1595, el historiador y cronista Jeroni Pujades dibujó los restos de seis columnas del templo y trazó el mismo eje que ellos proponen. En 1954, Agustí Duran i Sanpere, director de las excavaciones de la zona, apuntó la misma idea tras hallar más de 40 restos de monumentos.

Joan Roca, director del Muhba, explicó tras la presentación: “No hay una posición oficial sobre esta tesis, pero la obligación del Muhba es aportar teorías científicas, debatirlas y, si es el caso, refutarlas”. Roca, no obstante, marcó distancia con otros trabajos recientes. “Hasta ahora no teníamos anfiteatro y ahora hay dos”, dijo, en referencia a sendas teorías que sitúan este enorme edificio bajo Santa María del Mar y la iglesia del Pi. Entre los objetivos del Plan Barcino que impulsa el consistorio está el localizar con precisión el foro romano. Los georadares confirmarán o no la hipótesis.



 FUENTE_ El país

sábado, 5 de abril de 2014

ILUMINADOS POR EL FUEGO.

RECOMENDACIÓN:


SINOPSIS:
Iluminados por el fuego" narra los recuerdos de Esteban Leguizamón, un hombre de 40 años que, en 1982 y cuando tenía sólo 18, fue llevado como soldado recluta a combatir a las Islas Malvinas. A partir del intento de suicidio de uno de sus excompañeros, Esteban se sumerge en los recuerdos de esa guerra que compartió con otros dos jóvenes reclutas: Vargas, el suicida, y Juan, muerto en combate. Allí aparecen no sólo los horrores propios de la guerra y el padecimiento del frío y del hambre, sino también las historias de amistad y compañerismo. Desde la mirada de Esteban, la película pone en evidencia la lenta y gradual inmersión de sus frágiles vidas en el corazón de la muerte misma. A los 20 años de la guerra, Esteban decide volver a las Islas para reencontrarse con su pasado y cerrar sus viejas heridas. 

COMENTARIO DE LA PELÍCULA:


El 2 de abril de 1982, las fuerzas militares argentinas ocuparon las Islas Malvinas (Falklands Islandpara los británicos). Esta fecha se ha tomado como el inicio de lo que luego sería conocida como 
Guerra de las Malvinas o también Falklands War. Sin embargo, las tensiones entre Gran Bretaña y Reino Unido comenzaron el 19 de marzo de 1982, cuando unos trabajadores argentinos tomaron el control de las Islas Georgias.

Hay un dicho que dice que cuando un gobernante tiene un problema interno lo resuelve creando un problema externo. La invasión de las Malvinas fue un intento desesperado de la dictadura argentina para recuperar el crédito perdido tras los innumerables problemas económicos que sufría el país. Se contaba con que Gran Bretaña estaba demasiado lejos como para preocuparse de unas islas perdidas en el Atlántico Sur y que los USA no verían con buenos ojos que los británicos interfirieran con un gobierno amigo del cono sur. Al principio todo pareció ir como la seda pues la ocupación fue llevada a cabo por comandos y no hubo bajas británicas. El entusiasmo desbordó las calles de Buenos Aires y el apoyo a la Junta Militar fue enorme. Pero el dictador argentino Galtieri no contaba con el carácter de la gobernante británica: 
Margaret Thatcher. Ella también tenía problemas internos, sobretodo en cuanto a la baja popularidad de su gobierno en un año electoral. La invasión de las Malvinas también despertó el sentimiento patriótico británico y la Tatcher lo aprovechó. El día 3 de abril Gran Bretaña ganó la primera batalla diplomática consiguiendo la condena de la ONU. Para el 9 de abril se había asegurado el apoyo de la CEE y de la OTAN, incluyendo a los USA. Y a finales de abril la flota británica se dirigía hacia las Islas Malvinas. Las presunciones de la junta militar argentina sobre el comportamiento británico para afrontar la crisis habían sido completamente erróneas. Parece ser que se está produciendo una película sobre estos hechos con Merryl Streep en el papel de la Thatcher. Ya veremos si es verdad.

Mientras, los argentinos prepararon las defensas en las Islas Malvinas. Y ahí es cuando empezaron a demostrar su incompetencia. Retiraron las fuerzas de élite y las sustituyeron por unidades compuestas por soldados de reemplazo. Llegaron a estacionar cerca de 10.000 soldados, pero su entrenamiento de combate era “básico” por decirlo suavemente. Los argentinos confiaban en que podrían evitar el desembarco de unidades de infantería británica mediante el uso de la aviación. Y lo cierto es que casi lo consiguen, pues hundieron un gran número de barcos incluido un transporte con tropas y suministros. Pero una vez desembarcadas las tropas británicas, aunque inferiores en número, su entrenamiento y el apoyo inter-armas consiguió finalmente asegurar la victoria británica. La derrota argentina supuso la caída de la junta militar y la desaparición de la dictadura un año después.

Iluminados por el fuego” nos narra precisamente la historia de esos soldados argentinos de reemplazo que lucharon en las Malvinas. Es poco original en cuanto a la forma de contar la historia. Como en otras películas bélicas la narración se inicia como un “flashback” tras el suicidio de un veterano de dicha guerra. La película nos muestra sobretodo las penalidades de dichos soldados, mal entrenados, peor equipados y pésimamente dirigidos. El retrato que hace de los mandos argentinos como unos cabrones incompetentes huele mucho a topicazo. No vamos a ver ninguna escena de los ataques aeronavales en los que los argentinos tuvieron más éxito. De combate, todo lo que vamos a ver son escenas de combate nocturno (bastante mal rodadas por cierto). También como en otras películas bélicas antiguas, se recurre a imágenes de archivo para mostrar algunos hechos. Lo peor que tiene la película es que hay demasiado dialogo trascendente (o verborrea psicológica estilo argentino ;-). Al final tanta cháchara te aburre. Y otro punto desfavorable es que se nota mucho que barre para casa. Yo creo que las Malvinas pertenecen a Argentina, pero algo de autocrítica se hubiera agradecido. Las manifestaciones de Buenos Aires apoyando a Galtieri no estaban compuestas sólo de los incondicionales al régimen.

TRAILER:

Artículo de Asier Menéndez Marín.

CARLOS II

CURIODIDADES:


PROCLAMA DEL REY FELIPE DE ANJOU COMO SOBERANO DE ESPAÑA


Está tan melancólico que ni sus bufones ni sus enanos logran distraerlo de sus fantasías respecto a las tentaciones del diablo. Nunca se cree seguro si no están a su lado su confesor y dos frailes, a quienes hace acostar en su dormitorio todas las noches». Así describía el embajador inglés Stanhope, en 1698, el decaído estado de ánimo de Carlos II. Los altibajos de la precaria salud del monarca eran escrutados ansiosamente por los embajadores de las potencias europeas, que intrigaban en la corte de Madrid para decantar el testamento del soberano a favor de uno u otro de los candidatos extranjeros al trono, pues su Católica Majestad no tenía heredero. Su incapacidad para engendrar un sucesor no sólo lo había hundido en la angustia, sino que había contribuido a convencerlo de que era víctima de una conjura diabólica para que a su muerte quedara vacante el trono español.
Con el enfermizo Carlos culminó el problema sucesorio que había amargado la existencia de su padre, Felipe IV. Éste había tenido decenas de vástagos fuera del matrimonio –entre ellos, Juan José de Austria, el único al que había reconocido como hijo suyo–, pero sus dos esposas sólo le habían dado tres varones: Baltasar Carlos, fallecido a punto de cumplir los 17 años; Felipe Próspero, que no llegó a los cuatro, y  Carlos, el único que alcanzó la edad adulta.
Carlos II había nacido el 6 de noviembre de 1661, cinco días después de la muerte de su hermano Felipe Próspero, lo que al soberano le pareció un venturoso augurio para la continuidad de su estirpe. Pero el pequeño ya mostraba una salud precaria. De hecho, hasta los seis años no pudo caminar, y a los nueve lo hacía con dificultad. También su formación intelectual era deficitaria. Sus dolencias y la preocupación por su salud hicieron que su educación pasara a un segundo término, de manera que a los nueve años hablaba torpemente, no sabía leer ni escribir y sólo podía contar hasta cien. El pequeño creció en el sombrío Alcázar de Madrid, sin compañía de chicos de su edad; su madre, Mariana de Austria, temerosa de cualquier percance, evitaba que practicase esgrima, equitación o cualquier actividad física. Cuando en 1665 murió Felipe IV, el futuro de su desmedrado hijo parecía de lo más incierto; tanto, que, en 1668, el emperador Leopoldo y Luis XIV de Francia –el Rey Sol–  pactaron el reparto de las posesiones españolas en caso
de defunción del monarca.

Consciente de las limitaciones del heredero, el rey había establecido la regencia de doña Mariana de Austria, cuyo autoritarismo fue anulando en Carlos toda capacidad de decisión. Por su parte, la reina se confió a sus validos: primero, a su confesor, el jesuita Nithard, y después al dicharachero Fernando de Valenzuela, organizador de los festejos de la corte. La influencia de ambos levantó la oposición de la nobleza, que se canalizó a través de Juan José de Austria. El hermano bastardo del rey entró en Madrid en 1677, desterró a Valenzuela y apartó a la reina madre, instalándola en Toledo. Pero don Juan falleció en el verano de 1679 y doña Mariana volvió a Madrid. Y allí, en diciembre, se instaló la sobrina del Rey Sol. María Luisa de Orleans, que se acababa de convertir en esposa de Carlos.

Pasaron los años y el heredero no llegaba, lo que  incluso llevó a pensar que se daban a la reina sustancias para evitar la concepción y privar al trono de sucesor. Hasta se la acusó de tomar abortivos, una idea propagada por el embajador imperial; no en vano eran un francés y un austríaco los principales candidatos al trono español si faltaba el heredero. En ese ominoso ambiente falleció María Luisa, en febrero de 1689.

El rey, que amaba a su esposa, quedó destrozado. Pero el tiempo apremiaba, y se le buscó una nueva cónyuge: Mariana de Neoburgo, prima suya e hija del elector del Palatinado; su madre había tenido 24 gestaciones, lo que parecía garantizar su fertilidad. El matrimonio se consumó en 1690, y muy  pronto la nueva consorte chocó con la reina madre, Mariana de Austria. Para hacerse valer frente a ésta y dominar la voluntad de Carlos II, simuló hasta doce embarazos terminados en aborto. Cuando en mayo de 1696 falleció la madre del soberano, quedó abierto para Mariana de Neoburgo el camino de la injerencia política, a lo que contribuyó un carácter dominante que amedrentaba al regio consorte.

Mientras la sucesión se alejaba, la salud del rey empeoraba. Desde enero de 1696 padecía desarreglos gástricos, temblores convulsivos, pérdidas de sentido y otros achaques a los que los médicos no lograban poner término. Con un rey enfermo e incapaz de engendrar un hijo, y con la corte sumida en turbias maniobras políticas a propósito de la sucesión del trono, se planteó la cuestión de los hechizos del rey.

Poco a poco se había abierto paso la idea de que la decaída salud de Carlos II se debía a una actuación diabólica, hasta el punto de que ello se trató en el Consejo de la Inquisición, que sobreseyó el asunto por falta de pruebas. Pero el monarca supo a qué se atribuía su estado físico, y en enero de 1698 recibió en audiencia secreta al inquisidor general, el dominico Juan Tomás de Rocabertí, y le rogó que se aplicara a descubrir si estaba hechizado.

Rocabertí expuso al Consejo de la Inquisición lo que le había sugerido el rey, pero los consejeros estimaron que no había pruebas de actuación maléfica, por lo que no cabía someter al monarca a rituales que sólo podían perturbar su paz de espíritu y la tranquilidad de la corte. El inquisidor  no quedó satisfecho con la respuesta, y se puso en contacto con el nuevo confesor del rey, el también dominico Froilán Díaz. Éste supo que un antiguo compañero de estudios, fray Antonio Álvarez de Argüelles, estaba exorcizando a unas monjas poseídas por el demonio en Cangas de Tineo (la actual Cangas de Narcea, en Asturias). Fray Froilán se propuso sonsacar al diablo de Cangas la verdad acerca de los hechizos del rey, para lo que pidió permiso a Tomás de Reluz, obispo de Oviedo, diócesis a la que pertenecía el convento. Sin embargo, el prelado respondió que, a su juicio, en el rey no había «más hechizo que su decaimiento de corazón y una entrega excesiva de voluntad a la reina», y sólo recomendó oraciones.

Ni el inquisidor ni el confesor hicieron caso al obispo, y en junio de 1698 Rocabertí ordenó a fray Argüelles que conjurase al demonio y le preguntara si los soberanos estaban maleficiados. Con ello no sólo actuaba a espaldas del Consejo de la Inquisición, sino que contravenía las disposiciones canónicas, que prohibían interrogar al demonio espontáneamente. El 9 de septiembre, el diablo respondió por boca de las monjas que el rey estaba doblemente ligado por obra maléfica: para engendrar y para gobernar. Se le hechizó cuando tenía catorce años (la fecha de su mayoría de edad, en que podía gobernar por sí solo) con un chocolate en el que se disolvieron los sesos de
un hombre muerto para quitarle la salud, y también los riñones –los testículos– para corromperle el semen e impedirle la generación. Explicó también el demonio que los efectos del bebedizo se renovaban por lunas y eran mayores durante las lunas nuevas. La inductora había sido la difunta reina madre, poseída de la ambición de seguir gobernando, y Valenzuela, su valido, permitió que llegase al rey la dosis nefasta, preparada por una mujer llamada Casilda y que vivía en Madrid.

Pero el demonio pronto se desdijo. El 28 de noviembre de 1698 escribía fray Antonio: «He hallado mucha y demasiada rebeldía en los demonios y, poniendo las manos sobre el ara consagrada, juró Lucifer que todo lo que había dicho era mentira y que no tenía nada el rey». Al parecer, el diablo no completaría sus revelaciones sino en la madrileña basílica de Atocha, adonde se debían trasladar fraile y posesas. Algo así era inconcebible para el inquisidor general, que había llevado todo el asunto en secreto. Esta complicada situación se enrarecería aún más con la muerte de Rocabertí, en junio de 1699.


Carlos II eligió como nuevo inquisidor al cardenal Alonso de Aguilar. El rey, que lo designó en contra de la voluntad de Mariana de Neoburgo (quien tenía otro candidato al puesto), dejó clara al cardenal la razón por la que lo había elegido: «Muchos me dicen que estoy hechizado, y yo lo voy creyendo: tales son las cosas que dentro de mí experimento y padezco. Y pues seréis presto nuevo inquisidor general y haréis justicia a todos, hacédmela a mí también, descargando de mi corazón esta opresión que tanto me atormenta». No era de extrañar que el rey se convenciera de que era objeto de artes maléficas, pues –desde que había hablado el Lucifer de Cangas– a él y a su esposa se les habían aplicado exorcismos, sin quizá llegarle a administrar los remedios prescritos por fray Antonio: ingerir aceite bendito en ayunas y ungir con él cuerpo y cabeza.

Ahora, el nuevo inquisidor y el obcecado confesor real se empeñaron en ayudar a su señor con el auxilio de un nuevo personaje: Mauro Tenda. Este capuchino saboyano, afamado exorcista, se había desplazado a la corte desde Italia después de que, en 1696, una endemoniada le confesara que el rey español estaba endemoniado y él debía liberarlo. Tenda había llegado a Madrid en el verano de 1698, y ahora el inquisidor se puso en contacto con él, visto que los médicos no lograban terminar con la esterilidad ni con sus dolencias. Un amanecer de junio de 1699, el capuchino tuvo su primera entrevista con el soberano; ordenó al demonio que pinchase a su majestad en diferentes lugares de su cuerpo, y así lo sintió un espantado Carlos II, lo que confirmó la existencia de una intervención diabólica. El fraile concluiría que el rey no estaba endemoniado, sino hechizado.
Así las cosas, Tenda advirtió que el monarca llevaba un saquito colgado del cuello, que guardaba bajo la almohada mientras dormía. Él y el confesor real lograron que la reina se lo entregase; cuando lo hizo, descubrieron que contenía cosas que se empleaban en hechizos, como cáscaras de huevo, uñas de los pies y cabellos. Interrogado el monarca, éste explicó que pensaba que eran reliquias y que no recordaba quién se lo dio.

En septiembre, tres meses después de que comenzaran los exorcismos, habló el demonio en Madrid, por boca de una posesa que refirió que la propia reina estaba hechizada. El confesor y Tenda lograron que Mariana entregase a su esposo una bolsita que, como hacía Carlos, llevaba al cuello y ponía bajo la almohada, y en cuyo interior se hallaron tierra y cabellos del soberano. Los autores del maleficio eran la condesa de Berlepsch, confidente de la soberana, y una de sus azafatas, Alejandra, instigadas por Lorenza de la Cerda, conocida como la condestablesa Colonna. También le revelaron que el padre Gabriel de la Chiusa, confesor de la reina, no era cómplice de este hechizo, pero había fabricado otro con el que podía conseguir de la reina lo que quisiera. Que el diablo andaba por los pasadizos del Alcázar madrileño quedó confirmado en aquel mismo mes, cuando el embajador austríaco recibió del emperador Leopoldo el interrogatorio a un joven endemoniado de Viena, quien afirmó que el rey estaba maleficiado. El artífice del sortilegio era una tal Isabel, que tenía la boca torcida, la marca de una T en la axila y cuya hija había sido procesada por la Inquisición como judía notoria.   

Esta vez, fray Froilán comunicó los hallazgos al Consejo de la Inquisición, que indagó al respecto, pero no se halló al autor de los hechizos «ni cosa cierta de lo demás». Dudando de si eran los lugares que el demonio señalaba, en un portal de la calle de Silva y en una estancia del Alcázar se encontraron cosas que se reputaron hechizos: según fray Froilán, el del Alcázar era «una masa compacta de agujas, horquillas, huesos de cereza y albaricoques y pelo de Su Majestad». Todo fue quemado según prescribía la Iglesia. Aquel otoño de 1699, Carlos II experimentó un maravilloso restablecimiento que el confesor real y el padre Tenda atribuyeron a la eficacia de los exorcismos. Pero la actuación de los dos frailes había levantado la ira de Mariana de Neoburgo, quien no podía tolerar que el diablo señalase a personas de su entorno (o a ella misma) como cómplices de los embrujamientos. El momento de ajustar cuentas llegó cuando, el 19 de septiembre, falleció el inquisidor Aguilar. La reina logró que se concediera su puesto al autoritario don Baltasar de Mendoza, obispo de Segovia, quien hizo que el Santo Oficio arrestara a fray Froilán y expulsara de España a fray Tenda. El rey hechizado abandonó este mundo el primero de noviembre de 1700. Ni exorcistas ni médicos lograron prolongar su vida ni que concibiera un hederedo, y a su muerte estalló, cruenta, la guerra de Sucesión por el trono español.



FUENTE-María Lara. Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid y escritora.

LA TRAGICA HISTORIA DE TREBLIKA.

NOTICIAS:


ENTRADA POR LA VÍA FÉRREA AL CAMPO

Treblinka era uno de los argumentos preferidos de los negacionistas del Holocausto. Los testimonios de los supervivientes y los documentos hablaban de un campo de exterminio a hora y media de Varsovia, pero en el punto indicado solo había una loma verde, una granja, un bosque. Nada que ver con los barracones y con las duchas de Auschwitz. Nunca se habían hallado evidencias de la maquinaria del mal que acabó con entre 700.000 y 900.000 judíos y un número indeterminado de gitanos. Nunca... hasta ahora. Un equipo de la Universidad de Staffordshire (Reino Unido), comandado por la arqueóloga forense Caroline Sturdy Colls, ha encontrado la primera evidencia física de las cámaras de gas, cimientos y losas, además de varias fosas comunes.
Su investigación no solo es importante porque aporta la única prueba tangible de que Treblinka no es un mito, sino por los medios empleados para dar con ella. Durante seis años, explicaba en EL PAÍS la doctora, se hicieron mapas computarizados y fotografías aéreas, se usaron sofisticados GPS y georadares, incluso un escaneo láser —denominado Lidar—, todo para hallar muestras de que había tierra removida y algún indicio de obra pasada. Es un proceso que, en la base, se asemeja al empleado en España para buscar algunas fosas de la Guerra Civil, incluyendo la del poeta y dramaturgo Federico García Lorca en Granada.
Aunque los nazis hicieron un buen trabajo escondiendo el campo, ocultándolo en una inocente zona de labranza a base de tirar los muros, rellenar los huecos y nivelar el suelo, los expertos lograron detectar tres zonas, bastante distantes entre sí, en las que comenzaron a cavar y encontraron los primeros huesos humanos, muchos en un nivel muy superficial y con extraños cortes. Aún no está claro el número de cuerpos localizados.
Luego vinieron los cimientos, oquedades tapadas a conciencia con todo tipo de materiales que fueron la base de las cámaras de gas. Y también el descubrimiento más macabro: unas losas de cerámica, finas, entre rojizas y mostaza, con la estrella de David en relieve. Muchos supervivientes habían hablado ya de esos dibujos, como se ve en sus relatos en el Museo Yad Yashem de Jerusalén: la cámara de gas, contaban, estaba disfrazada de mikvé, el baño ritual judío, por lo que los hombres y mujeres que llegaban a Treblinka pensaban que iban sencillamente a lavarse. El símbolo sagrado del judaísmo en la fachada de ese edificio al que los arrastraban les hacía sentirse seguros, confiados... y engañados hasta el último momento. Así durante los 24 meses que funcionó el campo, entre 1942 y 1943.
Gracias a las excavaciones, se ha podido diseñar además un mapa del recinto, desde la vía de tren a la que llegaban los judíos y gitanos —a los que se prometía que Treblinka solo era una zona de paso, antes de ser deportados al Este, como recuerda el profesor Gideon Greif— hasta las dos cámaras de las que hay restos, una con capacidad para 600 personas y otra para 5.000, y el pasillo al aire libre por el que los llevaban. Hay testimonios, no obstante, que hablaban de hasta una decena de cámaras repartidas por la zona. En 60 minutos, los vivos pasaban del tren a la desnudez y a la muerte, según indican los arqueólogos en el documental Treblinka: la máquina de matar de Hitler, emitido por el Smithsonian Channel, donde se ha dado a conocer este descubrimiento y que incluye una recreación del espacio.
La profesora Sturdy Colls explica que su mayor afán era el de ser respetuosa con la zona, convertida en lugar de homenaje a las víctimas tras la Segunda Guerra Mundial y donde se habían vetado las excavaciones, por respeto.
Vía correo electrónico, Sturdy Colls sostiene que convenció a los responsables del museo e incluso al Gran Rabinato de Polonia de que su técnica no invasiva iba a respetar a los muertos y, a la vez, a dar respuestas a los vivos. “La primera vez que fui allí me quedó claro que había una abundancia de evidencias que habían sobrevivido en el terreno y probaban que Treblinka fue un campo de exterminio, no de paso. Ser capaz de confirmarlo ha sido un honor para mí. Había que hacerlo para que aprendan las generaciones futuras”, indica la doctora, especializada en usar sus conocimientos forenses con fines históricos, más allá de sus clases universitarias y de sus colaboraciones con la Policía británica. La zona, remarca, ha quedado luego tal y como la encontraron, con los monolitos de piedra que recuerdan a las innumerables víctimas.
Su técnica, abunda, abre “nuevas posibilidades para el examen del Holocausto o de otros sitios de conflicto”, por lo que planea continuar indagando en otros escenarios. Ya lo ha hecho, usando estos mismos medios, en Staro Sajmiste (Belgrado) y en las islas del Canal del Reino Unido, con resultados positivos. Pero Treblinka es diferente, “especial”, por lo que supone para las víctimas, que ahora pueden enseñar al mundo las piedras que vieron y tocaron. Para dar a conocer los descubrimientos y los métodos empleados, se preparan ya una exposición y un libro con la tarea del equipo de Staffordshire.

FUENTE- El País.

martes, 1 de abril de 2014

LA BATALLA DE CARRAS.

CURIOSIDADES:


LANCEROS PARTOS
La batalla de Carras constituyó, junto con las batallas de Alia, Cannas, Teutoburgo y Adrianópolis, uno de los mayores desastres militares de toda la historia de Roma. Para el Imperio parto, sin embargo, el enfrentamiento supuso una de sus victorias más importantes, la constatación más clara del inmenso poder que había alcanzado esta antigua población de estirpe escita.  

El pueblo de los parnos, que las fuentes griegas y romanas denominaron partos, formaba parte de los dahes, una confederación de pueblos seminómadas que ocupaban desde antiguo las estepas al este del mar Caspio.  Esta tribu atacó a mediados del siglo III a.C. a los reyes griegos de la dinastía seléucida, que se habían hecho con el poder de los territorios orientales conquistados por Alejandro Magno. Siguiendo a su rey Arsaces I, los parnos  conquistaron la antigua satrapía de Partia, con cuyo nombre serán conocidos desde ese momento. Nació así una nueva dinastía, la arsácida.

Desde este núcleo territorial, que se encontraba en el noroeste del actual Irán, los partos consiguieron subyugar a lo largo de todo el siglo II a.C. tanto Mesopotamia como Persia, llegando a gobernar un inmenso imperio que se extendía desde el Éufrates hasta el río Indo. El temible ejército parto, formado principalmente por hábiles jinetes arqueros y por la poderosa caballería pesada catafracta, se convirtió en el garante de la continuidad de un régimen que perduró hasta el siglo III d.C. y que se enfrentó con éxito en numerosas ocasiones a las legiones romanas, el ejército más poderoso y disciplinado de la época.

El 9 de junio del año 53 a.C., el grueso del ejército romano, formado por siete legiones, cuatro mil soldados de infantería ligera y cuatro mil caballeros, se encontró con un contingente militar parto compuesto por mil jinetes de caballería pesada y nueve mil arqueros a caballo. Comandaba la tropa romana uno de los poderosos triunviros de Roma, Marco Licinio Craso, acompañado de su hijo Publio, que dirigía mil jinetes galos, y de Gayo Casio, que es más conocido por haber sido uno de los líderes de la conspiración contra Julio César. Frente a ellos se encontraba un hábil general parto cuyo nombre no es conocido, pero al que las fuentes grecorromanas denominaron Surena, en referencia al título hereditario que ostentaba el general –Suren– y que lo destacaba como el noble más importante del Imperio parto.

El lugar en el que se desarrolló la contienda fue el desierto cercano a la ciudad de Carras, la actual Harran, en Turquía, seguramente en las inmediaciones del río Balissos (Belik).  Resulta difícil comprender qué llevó a un ejército de infantería tan numeroso como era el romano a emprender una marcha por el desierto en una época del año tan desfavorable y enfrentándose a un enemigo que se podía mover con mayor rapidez y que conocía bien el terreno.  Las fuentes achacan la desastrosa elección del emplazamiento de la batalla a la incapacidad militar de Craso y sus malas decisiones estratégicas, así como a los engaños y acechanzas de un aliado árabe que traicionó al general romano. En efecto, parece que esta decisión no tuvo en cuenta los consejos de sus lugartenientes ni de su aliado, el rey armenio Artavasdes II, que lo animó a atacar Partia por el norte, un terreno más propicio para la infantería romana. De igual modo, el rey árabe Ariamnes, supuesto aliado pero en realidad al servicio de los partos, aconsejó a Craso que persiguiera al enemigo por el desierto en vez de seguir el cauce del río, lo que hubiera sido más ventajoso para los legionarios y habría facilitado el avituallamiento.

 

Cuando los dos ejércitos se encontraron al fin, Craso decidió formar un inmenso cuadrado con doce cohortes en cada lado con su correspondiente apoyo de caballería e infantería ligera. El general pretendía, así, evitar que sus tropas fueran superadas por los flancos.  El resto del ejército, junto con el tren de avituallamiento, se situaron en el interior del cuadrado. Por su parte, Surena decidió cambiar su plan original, que consistía en lanzar a sus catafractos contra los romanos, para emplear a los jinetes arqueros.

Éstos se dedicaron durante todo el combate a cabalgar frente a los romanos disparando sus potentes arcos compuestos con los que podían traspasar las corazas y los escudos enemigos, mientras se mantenían fuera del alcance de los proyectiles romanos. Además, los arqueros combinaban las trayectorias con las que lanzaban sus flechas, de forma que mientras unos hacían tiros elevados para que los proyectiles cayeran desde arriba, otros apuntaban directamente a los soldados romanos. El resultado fue una lluvia continua de proyectiles que dificultaba terriblemente una defensa efectiva por parte de los legionarios.
En un principio, los romanos soportaron el continuo ataque de los partos con la esperanza de que los arqueros se quedaran sin proyectiles como era habitual. Sin embargo, el general parto había contado con esa eventualidad y por eso un contingente de mil camellos cargados con alforjas repletas de flechas acompañaba a su ejército. De esta forma, cada vez que los jinetes vaciaban sus aljabas podían recargarlas en este depósito móvil y retornar a la lucha.

Para salir de su dramática situación, los romanos intentaron con frecuencia acercarse a los arqueros a caballo. En estos casos, los jinetes se retiraban a la vez que llevaban a cabo el famoso «disparo parto», que consistía en volverse en la silla y seguir asaetando al enemigo incluso en la huida. A la vez que se producía la rápida escapada de los arqueros, los catafractos entraban en acción y cargaban contra el contingente que se había separado del inmenso cuadrado, de tal forma que los soldados romanos eran eliminados o se veían forzados a regresar a las filas.  

En esta difícil tesitura, Craso decidió enviar a su hijo al frente de los mil jinetes galos, trescientos caballeros romanos, ocho cohortes y quinientos arqueros para buscar un enfrentamiento directo con el enemigo y evitar que su ejército se viera completamente rodeado. Al principio la maniobra pareció tener éxito, pues los partos, ante el rápido avance de Publio Craso, se retiraron. Sin embargo, se trataba de otra estrategia de Surena que con su huida fingida consiguió alejar a los romanos del grueso del ejército.  En ese momento, los rodeó con toda su caballería y comenzó a castigarlos de nuevo con los arqueros, hasta tal punto que, a decir de Plutarco, cuando Publio Craso alentaba a los legionarios a lanzarse al ataque, los soldados sólo podían señalarle sus manos pegadas a
los escudos y sus pies clavados al suelo.
Los jinetes galos, a pesar de ser soldados temibles y veteranos, tampoco pudieron oponer resistencia a los catafractos que cargaban con sus largas picas sobre unos adversarios que no tenían casi ninguna armadura. Se produjeron lances terribles, pero al final se puso de manifiesto la superioridad parta. Todos los soldados que habían acompañado al hijo de Craso en su salida resultaron muertos.  

Durante el tiempo que duró esta lucha, el grueso del ejército romano había tenido un respiro que Craso aprovechó para disponer las legiones en línea y avanzar contra el enemigo. Las tropas parecían recuperar la moral y estaban deseosas de entablar combate, cuando los partos retornaron con la cabeza del hijo del general clavada en una pica. La batalla continuó durante el resto del día, pero los legionarios no pudieron entablar un combate directo, más ventajoso para la infantería, y siguieron sufriendo bajas. Las hostilidades sólo se detuvieron al caer la noche, cuando los arqueros no podían apuntar correctamente, y los partos se alejaron para pernoctar a salvo de los romanos.

El día concluyó con una terrible derrota para el bando romano cuyas consecuencias aumentaron por la desastrosa forma en la que se llevó a cabo la retirada. Cuatro mil heridos fueron abandonados, y muchos legionarios –cuatro cohortes– se separaron del grueso del ejército y fueron cazados por los partos. La mayoría de los supervivientes se encaminaron entonces hacia Carras, pero Surena bloqueó la ciudad. Los romanos intentaron resistir esa noche y aunque más de diez mil lograron escapar de la ciudad sitiada, Craso fue interceptado y asesinado, y Surena envió su cabeza al rey Orodes II como obsequio. De los cerca de cuarenta mil soldados que cruzaron el Éufrates en busca de la gloria prometida por Craso, unos veinte mil perdieron su vida y otros diez mil cayeron prisioneros en manos de los partos.  
 
 
 
 
FUENTE-Fernando Lozano. Profesor titular de Historia Antigua. Universidad de Sevilla, 

KOLBERG.

RECOMENDACIÓN:
 
 

SINOPSIS:
 
Durante la campaña victoriosa de Napoleón en Alemania, la ciudad de Kolberg es aislada de las fuerzas prusianas en retirada. La población de Kolberg se niega a capitular y organiza la resistencia contra el ejército francés, que inmediatamente se presenta en la ciudad con bombardeos masivos
 
COMENTARIO DE LA PELÍCULA:
 
"Kolberg" es una película histórica en si misma. Según la leyenda, es la última película que se estrenó en la Alemania nazi, aunque parece ser que eso no es cierto. Lo que si es cierto es que se utilizaron unos 20.000 soldados de la Wehrmacht como extras, en un momento en el que Alemania necesitaba hombres en todos sus frentes. También es cierto que fue el film más caro producido por el regimen nazi (se utilizaron 100 vagones de sal para simular nieve). Y que cuando se estreno a finales de enero de 1945 quedaban muy pocos cines en pie para su exhibición.

La película teoricamente narra la historia del asedio de la 
ciudad de Kolberg (actualmente Kołobrzeg) durante la campaña napoleónica sobre Prusia en 1807. Dicho asedio duró desde el 26 de abril hasta el 2 de julio, cuando se firmó el tratado de Tilsit. Goebels quería que la película fuera un revulsivo que alentase el espíritu de resistencia del pueblo alemán, pero para cuando fue estrenada ya había poco que alentar. Para colmo, parece ser que Goebels hizo que por un lado se modificase la historia y por otro se cortasen un montón de escenas de luchas en las que las tropas prusianas eran duramente castigadas, aunque luego fueran las vencedoras, para evitar que desmoralizasen al pueblo alemán.

Como he señalado antes, el asedio histórico de Kolberg es en 1807, pero como en esa guerra Prusia es derrotada finalmente, Goebels hizo que la acción comenzase en 1813, el año en el que finalmente Napoleón es derrotado en 
Leipzig. La escena inicial es en las calles de Breslau donde desfilan soldados prusianos marchando alegremente mientras son aclamados por la gente, que también marcha disciplinadamente detrás. Seguidamente vemos a Gneisenau intentando convecer al rey de Prusia de que entre en guerra, sobre la importancia de que un pueblo defienda su patria y que un rey debe de liderar a su pueblo. Para ello le pone el ejemplo de Kolberg. Entonces, la acción se traslada a 1806 iniciandose con la abdicación del Emperador y la disolución del Sacro Imperio. A continuación el director nos lleva a Kolberg. Vemos a una ciudad idílica llena de bailes y festejos en el que el alcalde Joachim Nettelbeck asiste con temor a la progresión del ejército francés (Se supone que es después de la derrota prusiana en la Batalla de Jena-Auerstadt). Brevemente, vemos a Napoleón en Postdam frente a la tumba de Federico el Grande. Luego volvemos a Kolberg donde se nos muestra a diversos personajes de la ciudad que lo que realmente quieren es rendirse al invasor francés, entre ellos el comandante de la plaza. Pero Netelbeck está dispuesto a resistir, así que forma una milicia popular (la Landwehr).

El tiempo pasa y llegan noticias en las que se exige la rendición de las ciudades alemanas. Muchas lo hacen, pero el consejo de Kolberg decide resistir. Napoleón ordena asediar las ciudades en rebelión. Comienza 1807, y Nettelbeck no se ha retractado de su posición por lo que el comandante militar
 
TRAILER:
 
 
 
 
Artículo de Asier Menéndez Marín

LOS DOLMENES DE ANTEQUERA INICIAN LA CARRERA PARA INGRESAR EN LA UNESCO

NOTICIAS:
 
 
 

El Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera será la única candidatura española a la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco en 2015. La decisión la tomó este viernes, por unanimidad, el Consejo de Patrimonio Histórico Español, que ha reunido en Plasencia (Cáceres) a representantes del Gobierno y de todas las comunidades autónomas. En la lista indicativa (de espera) española, de la que se seleccionan las candidaturas oficiales que el Estado presenta cada año a la Unesco, hay 26 sitios.
Con el túmulo de Menga a la cabeza, uno de los dólmenes de mayores dimensiones y el único conocido con pilares interiores, el conjunto de Antequera (Málaga) está considerado como una obra de referencia en la arquitectura adintelada de la Prehistoria europea. “Este reconocimiento supone la revalorización del conjunto arqueológico y esperamos que se traduzca en una mayor apuesta por parte de las Administraciones que tienen relación con los dólmenes [Ayuntamiento de Antequera y Junta de Andalucía]”, apunta Bartolomé Ruiz, director del conjunto e instructor de la propuesta para la inscripción en la lista de Patrimonio Mundial del Sitio de los Dólmenes de Antequera.
El Sitio de los Dólmenes de Antequera, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), está formado por tres sepulcros megalíticos y dos monumentos naturales. Se trata de una de las primeras integraciones conscientes de arquitectura y paisaje monumental de la Prehistoria europea. Con más de 6.000 años de historia, su inclusión en la exclusiva lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, que se conocerá en junio de 2016, supondría la entrada en la Unesco del primer conjunto megalítico español.
“Con la categoría de megalitismo del periodo neolítico solo han sido inscritos, hasta el momento, los sitios de Newgrange (Irlanda), Las Orcadas (Escocia) y Stonehenge y Avebury (Inglaterra). Tres bienes con una abrumadora concentración en las islas británicas”, aclaró este viernes Bartolomé Ruiz en su presentación ante el Consejo de Patrimonio Histórico Español.
El consejero de Cultura, Luciano Alonso, quien también ha apoyado la candidatura andaluza en Plasencia, destacó la relación de este centro ritual y funerario con la naturaleza y la astronomía. “Los equinoccios de primavera y otoño se pueden admirar desde el interior del dolmen de Viera; el solsticio de verano, desde el sepulcro de Menga y el de invierno, desde el tolos de El Romeral”, apuntó.
La apuesta española por los Dólmenes de Antequera llega en un momento crucial para el conjunto arqueológico, cuyo museo está pendiente de finalizar desde 1994. “El museo fue un proyecto de 1989, pero la obra se comenzó en 1993 y se paralizó un año más tarde”, explica Ruiz. Desde entonces la estructura del edificio permanece abandonada. “Hemos presentado el proyecto para acabar el edificio y para su musealización, que es de Antonio Campos, el mismo arquitecto que rehabilitó el Archivo de Indias de Sevilla. Ahora estamos esperando que la Secretaría General de Cultura saque a concurso la obra”, comenta el director del conjunto.
Fuentes de la Consejería de Cultura, adelantaron ayer que las obras se adjudicarán este año y que la primera fase, con un presupuesto de un millón y medio de euros, comenzará a principios de 2015. La previsión es que el museo, con un coste total de ocho millones de euros, esté finalizado en 2017.
Para el director del conjunto y arqueólogo, los Dólmenes deberían de formar parte de la exclusiva lista de la Unesco porque “son un ejemplo único de la íntima relación que se establece entre unos monumentos prehistóricos excepcionales con su entorno natural. La lista de Patrimonio Mundial recoge ejemplos de montañas sagradas, formaciones naturales singulares y de monumentos megalíticos, pero no de sitios que integren relaciones paisajísticas pautadas entre todos ellos.”
“Además, Menga ha mantenido su valor y significación cultural a lo largo de casi seis milenios; manteniéndose su uso funerario ininterrumpidamente hasta hoy con la presencia en su entorno del cementerio de Antequera”, añade Ruiz.
Y es, precisamente, esa relación del conjunto arqueológico con su entorno natural, con la peña de Los Enamorados —catalogada como Paraje Sobresaliente— y con la sierra de El Torcal —declarado Paraje Natural y Zona de Especial Conservación de la Red Natura 2000—, lo que ha colocado a los Dólmenes en la casilla de salida para iniciar la carrera a la codiciada lista de la Unesco. Un club con muchas exigencias y cuya única plusvalía es su prestigio.
 
FUENTE- El País.