CURIOSIDADES:
El
Monasterio del Escorial se construyó en homenaje de la victoria de los
españoles sobre los franceses en San Quintín en el 10 de agosto de 1557. Fue
obra de los arquitectos Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera. La
construcción se inició en 1562 y finalizó en septiembre de 1584.
VISTA DEL ESCORIAL |
No
se se era más admirable y de más nueva y alegre vista la de esta casa, cuando
se iba edificando, que ahora cual la vemos perfecta y acabada. Aquel bullicio y
aquel ruido, aquella variedad de gentes y voces tan varias, la deferencia de
artes, oficios y ejercicios envueltos todos en una priesa y diligencia extraña
y en aquella al parecer confusa muchedumbre, aunque en la verdad admirablemente
avenida y concertada, causaba un como pasmo y admiración a cuantos de nuevo la veían
y aun a los que despacio la estaban considerando. Había en sola la iglesia
veinte grúas de dos ruedas, unas altas, otras bajas y otras sobre estas más
altas, y sobre estas tablados y andamios que subían al cielo; estos daban voces
a aquellos, los de abajo llamaban a los altos, los de en medio a los unos y a
los otros; de día, de noche a la tarde, a la mañana, no se oía sino guinda,
amaina, vuelve, revuelve, torna, estira, para, tente, menea; bullía todo y crecía
con aumento espantoso; parecía trabajaban no solo para ganar de comer como en
otras obras, sino para dar remate y perfección a los que tenían entre manos en
una amigable contención y porfía, pretendiendo cada uno ir el primero, y junto
con esto ayudar al otro.
Fuera
de este número de grúas que andaban en la iglesia y torres de ella, había otras
ne diversas partidas; en el aposento de palacio, casa real y de las damas y
caballeros, otras dos; en el pórtico principal cuatro y aun seis; en el
corredor de la enfermería otra; en el colegio otras, no sé cuántas, a todas se
proveía con abundancia y con puntualidad los materiales necesarios; peonaje, carretería,
piedra, cal , agua, madera. Quien viera la multitud de aserradores y
carpinteros de tantas suertes y diferencias de otras, unas gruesas como
andamios, grúas, cabrillas, agujas y otros ingenios y vasos, tijeras y
maderamientos de tejados, otros de puertas y ventanas, y otros más primos, y
delgadas manos para cajones, y sillas y estantes, y todo cuanto toca a ensamblaje,
jurara que se hacían una ciudad de sola madera. Quien considerara las fraguas y
el hierro que se gastaba y labraba, pensara que era para algún castillo o
alcázar de puro hierro, y lo mismo afirmara los que pesaran el plomo y otros
metales, como bronce, estaño y cobre.
Por
otra parte, la variedad y diferencia de albañiles, para lo que se gastaba de
cal, yeso, estuque, azulejos, ladrillos y cosas de este menester era tan
grande, que si se derramara, ocupara gran parte de esta campaña, y sin duda que
si esto, o cualquiera cosa de las que he dicho la amontonaran por si en el contorno
de esta casa, admirara la grandeza de cada una, y se atrevieran a afirmar ser
bastante para fundar una ciudad entera. Diremos adelante la razón y la suma de
lo que pudiéramos en ello; entre estos maestros públicos que hacían tan
acordado bullicio, había otros más secretos y retirados, como eran pintores,
muchos y de gran primor en el arte, que llaman ellos valientes; unos hacían dibujos y cartones y otros
ejecutaban; unos labraban al olio tableros y lienzos, otros al fresco las
paredes y techos, otros al temple, y otros iluminaban, otros estofaban y
doraban, y otros muchos, porque los juntemos con estos, escribían libros de
todas suertes, grandes y pequeños, y otros los encuadernaban.
De
este género y no de menos primor había gran copia de bordadores, que iban
haciendo ornamentos al culto divino para alteres y sacristía, en telas de raso,
marañas, terciopelo, brocados; unos matizaban con extraño primor, otros
bordaban, otros hacían franjas y cordones. Sin esto otra diferencia de maestros
más extraños para los metales, unos hacían órganos y otros campanas, otros
vaciaban grandes planchas de plomo y otros mezclaban los unos con los otros
para diversos ministerios y instrumentos, garruchas, poleas troclas. El esparto
y el cáñamo para sogas, serones, espuertas, guindaletas, cuerdas, maromas,
ondas, cables, que casi se labró aquí todo, era otra parte de fábrica grande,
que aunque aquí era casa sorda y de poca cuenta, en otra parte hiciera harto
ruido.
JUAN DE HERRERA, ARQUITECTO E INVENTOR DE LA FÁBRICA DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL |
Esto
todo junto y como a la par, pasaba aquí, y se ejecutaba a pie de la fábrica; y
sin todo los campos de esta comarca resonaban con los golpes de las almádenas y
cuñas, y con la fuerza de los martillos, picos y escodas, partiendo o,
digámoslo así, rebanando con tanta maña y artificio, que al rendirse parecían
de cera, y en la blancura de dentro, nieve; estaba todo el contorno sembrado de
talleres, fraguas, tabernáculos y aun tabernas donde se amparaban de las
injurias del tiempo, del agua, del sol y de la nieve, y donde cobraban fuerzas
con el vino; por otra parte se veían ingeniosas ruedas traídas del agua, cosa
con que se cortaban, aserraban, pulían jaspes y mármoles durísimos, con la
fuerza de los esmeriles y sierras artificiosas.
La
multitud de la carretería, carreteros y bueyes, era también de consideración,
por la puntualidad con que acudían a sus horas concertadas, proveyendo a las
grúas, agujas y cabrillas de piedra, para que ni parasen las ruedas, ni
descansasen los pescantes, ni se quejasen los estajeros y asentadores, que no
les daban materia. Veíase cada día traer piezas grandes, basas, cornijas,
capiteles, pedestales, linteles, jambas y otras piezas de tan descomunal
grandeza, que no las meneaban menos que siete o nueve pares de bueyes, y
algunas doce, y muchas veinte, y no pocas cuarenta. Aquí era de ver mucho una
procesión, o un rosario tan largo de estos bueyes ensartados, tan iguales y tan
parejos, tirar todos tan a un punto de aquella pesada carga, que parecía entenderse
y adunarse para arrancar con ella, y cuando esto no era muy a una, acontecía
arrancar del casco los cuernos de los que quedaban faltos o postreros.
JUAN BAUTISTA DE TOLEDO ARQUITECTO EN EL ESCORIAL |
Para
todos estos oficios y para tal variedad de menesteres, y para que todo creciese
a la iguala, había diferencias de aparejadores y sobrestantes, conviniendo unos
con otros en dar recado, prisa, calor y ánimo a los que andaban en sus
partidas. En estando hecha la ventana o la puerta o lo que tocaba a la
cantería, puestas las jambas y linteles, acudía el carpintero con la madera,
marco, ventana o puerta, el herrero con el antepecho o reja de hierro; en
cerrando o cubriendo el aposento con la bóveda o con la clave, y levantando las
paredes, ya estaba la madera del tejado, y el carpintero le cubría, el
pizarrero le empizarraba, acudía el albañil y jaharraba y enlucía las paredes,
y si se había de pintar, asentaban el estuque y le pintaba; el otro tenía hecha
la cerradura, y tan presto el solador la soleaba de lo que la pieza pedía
mármol, jaspe, piedra, azulejo o ladrillo. Así se veía acabar un montón grande
de cosas a la par, con tanta presteza que parecía se había nacido así. Bullía
sin fin, como dice el poeta, aquí un hormiguero concertadisimo, tan sin
encontrarse ni embarazarse, que parecían todos uno, o que uno lo hacía todo.
Fuera de aquí, en muchas otras partes había y se hacía gran cantidad de obra,
en que se ocupaban no poca diferencia de gentes, todo para la perfección de
esta fábrica.
En
las canteras del jaspe, no lejos del Burgo de Osma, y junto a nuestra casa de
San jerónimo de Espeja, andaban sacando y labrando españoles, italianos, lo que
tocaba la jaspe de la fábrica, que como veremos es mucho. En Madrid se hacia la
obra de la custodia y relicario con parte del retablo, donde se juntaban muchos
maestros y laborantes; allí, y en Guadalajara y Cuenca, y en otras partes que
yo no sé, se hacía gran cantidad de rejas de hierro, sin lo que se labraba
aquí. En Zaragoza se fundían y obraban las rejas principales de bronce de la
iglesia, y los antepechos que corren por lo alto de ella.
En
las sierras de Filabres se sacaba el mármol blanco, y en estas de las Navas y
en Entremoz y en las riberas del Genial, junto a Granada, y en las sierras de
Aracena y otras poartes, mármoles pardos, verdes, colorados negros, sanguíneos y
de cien hermosos colores y diferencias. Los pinares de Cuenca, Blasaín de
Segovía, Quejigal de Ávila y de las Navas, estaban siempre sonando con los
golpes de las hachas y segures con que derribaban y labraban pinos altísimos, y
con el ruido de los aserradores derribaban y labraban pinos altísimos, y con el
ruido de los aserradores que los hacían trozos, tozas y tablas. En Florencia o
en Milán se fundían grandes figuras de bronce, para el retablo y entierros. En
Toledo se hacían lámparas, candeleros, ciriales, cruces, incensarios y navetas
de plata. En Flandes otros candeleros de bronces grandes, medianos y menores, y
de extrañas hechuras, de donde también se trajo grande cantidad de lienzos de
pintura al temple para adorna las celdas. De suerte que por toda España, Italia
y Flandes, estaba esparcida no pequeña parte de esta fábrica, y aunque se pudo
contar la gente que andaba en el Templo de Salomón, la que anduvo en este no se
puede averiguar fácilmente, por estar allende, de la mucha que aquí se veía, en
infinitos lugares repartida, porque aun los monasterios de monjas estaban ocupados
en las cosas de esta fábrica, labrando grande número de preciosos paños,
corporales, palias, fruteros, paños de muchas diferencias y hermosuras, sábanas
para los altares, sobrepellices, albas, amitos, pañizuelos cornijales y otras
cien preciosas menudencias de lino, roanas, calicut y holandas, y otras
diferencias de lienzos que no les sé yo los nombres.
LA SILLA DE FELIPE II DESDE DONDE CONTEMPLABA LA CONSTRUCCIÓN |
Se
obraba al fin y crecían en competencia tantas cosas juntas, que me confieso
vencido para hacer memoria de ellas, sin tratar ahora de lo que se hacía en la
dehesa del Quejigal, y en la de la Fresneda, de lo que se plantaba, edificaba,
componía; estanques, jardines, fuentes, viñas, olivares, bodegas y lagares,
todo con el calor y el aliento de este pío rey que con solo su vista parecía lo
levantaba, daba vida, ser y aumento.
fuente_PADRE JOSE DE SIGÜENZA
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