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martes, 22 de enero de 2013

LA BATALLA DE LEPANTO


«Vuestra Majestad debe mandar se den por todas partes infinitas gracias a nuestro Señor por la victoria tan grande y señalada que ha sido servido conceder en su armada, y porque V. M. la entienda toda como ha pasado, demás de la relación que con esta va, embio también a D. Lope de Figueroa para que como persona que sirvió y se halló en esta galera, de manera que es justo V. M. le mande hacer merced, signifique las particularidades que V. M. holgare entender; a él me remito por no cansar con una misma lectura tantas veces a V. M.
                                                                                        
                                                       
D.Juan de Austria







Encabezamiento de la primera carta de D. Juan de Austria
a Felipe II después de la batalla de Lepanto.










ANTECEDENTES ANTES DE LA BATALLA

Desde que los otomanos unificaran el Islam desde la península de Turquía, sus conquistas en Europa se sucedieron una tras otra llegando a ocupar Macedonia, Bulgaria, Serbia y Bosnia. En 1453 cayó Constantinopla, el último recuerdo vivo del Imperio Romano de Oriente, poco después caía Valaquia, Besarabia, Bosnia y Hungría hasta que en 1529 los Jenízaros fueron detenidos ante las puertas de Viena. En el Mediterráneo la situación era análoga, las galeras turcas imponían su ley y las incursiones berberiscas desde Túnez, Argelia y Marruecos no respetaban ninguna costa.

En los tiempos del Sultán Solimán la política de la Sublime Puerta en el Mediterráneo Occidental tuvo como objetivo Italia, por lo que tarde o temprano habría de chocar con los intereses españoles. En 1565 Solimán atacó Malta, un enclave que aseguraba el paso por los estrechos del Mediterráneo Central y una plataforma excelente para empresas sobre Italia. La expedición organizada por el virrey español de Sicilia consiguió levantar el asedio turco convirtiéndose en la primera victoria de los ejércitos cristianos en muchos años, demostrando que la flota turca no era invencible si se le oponía una fuerza organizada.

En 1566 llegó al trono de la Sublime Puerta el Sultán Selim, quien alentaba la idea de una guerra santa con argumentos religiosos panislamistas muy semejantes a los argumentos contra reformistas de Felipe II.

Selim ayudó a Dragut, por entonces virrey de Argel en sus expediciones contra Túnez y La Goleta, al mismo tiempo preparó una ofensiva contra los puntos estratégicos del comercio europeo en Oriente. El principal de estos enclaves era la isla Chipre, punto clave para los intereses económicos de Venecia.

Durante la Edad Media, Venecia se convirtió en una ciudad-estado, dirigida por una corporación de comerciantes y banqueros que alcanzaron la prosperidad vendiendo en Europa los productos que traían desde la India y China. Los venecianos disponían de una larga cadena de bases comerciales y puertos situados en puntos como Dalmacia, el Mar Egeo y el Mediterráneo Oriental. Para proteger estas posesiones los venecianos más que a la guerra recurrieron a su diplomacia, no dudando en repartir regalos y sobornos con suma generosidad.

A comienzos del siglo XVI el monopolio de Venecia fue roto por los portugueses con sus rutas  marítimas circunnavegando África, mientras en 1522 con la caída de Rodas, los turcos se fueron haciendo con las posesiones venecianas. Los venecianos comprendieron entonces que acabarían por perder todos sus puntos comerciales, por lo que trataron de encontrar un acuerdo con el Sultán, el cual fue rechazado. Tras la infructuosas negociaciones recurrieron a la ayuda de España y el Papa. Ya que treinta años atrás  había firmado una alianza junto con, Génova y Venecia, pero la alianza fracasaría ya que resultó ser derrotada por los turcos, lo que provocó que cada nación siguiera su propio camino, hasta que con la elección como Papa de Pío V, firme partidario de frenar un hipotético imperio religioso musulmán en el Mediterráneo, hizo un llamamiento a la formación de una nueva Liga Santa.

Tan pronto como las negociaciones comenzaron, surgieron los intereses particulares. Venecia pretendía formar rápidamente una expedición para recuperar Chipre, mientras que Felipe II, deseaba una alianza a largo plazo que dominara el Mediterráneo para realizar expediciones contra los corsarios que tantos dolores de cabeza están dando situados en Argel, Túnez y Trípoli. Pío V prometió a ambos financiar económicamente la gran flota que se proyectaría y en Febrero de 1571 se firmaron los Pactos entre la República de Venecia, España, la Orden de Malta y el Papa. La alianza tendría validez por un período inicial de tres años, durante el cual se reuniría una gran flota cuyo mando se otorgó a Don Juan de Austria, hermano bastardo del rey Felipe II.


Firma del tratado de la liga santa


REUNIÓN DE LA LIGA SANTA

La flota aliada al mando de don Juan de Austria, estaría secundada por la armada real de Felipe II contando con los mejores capitanes posibles como don Álvaro de Bazán, Luis de Requesens y Juan Andrea Doria, mientras la flota veneciana iba capitaneada por Sebastián Veniero y la pontificia por Marco Antonio Colonna también dos grandes marinos.

Juan de Austria y  Sancho de Leiva parten de Barcelona el 20 de julio con las galeras del rey. Recalan en  La Spezia para recoger tropas alemanas e italianas, y llegan a Nápoles el 9 de agosto, el 14 don Juan de Austria recibe el estandarte y las insignias de la Liga Santa, diseñados por el Papa y en el que aparecen los símbolos de las tres comandos. Nuevamente zarpan y Arriban a Mesina el 23 de agosto.






En el puerto de Mesina mientras tanto llegaba don Juan  de Austria se fueron concentrando galeras y naves procedentes de Barcelona, Valencia, Cartagena, Mallorca, Sicilia, Nápoles, Malta, Génova, Venecia, Corfú y Creta.

El 23 de Agosto de 1571 por fin llega Don Juan de Austria, acompañado por Don Luis de Requesens quien actuaba como consejero en temas navales.
Las galeras españolas se encontraban por lo general en buen estado y bien equipadas de artillería. Sin embargo, muchas de las naves venecianas tenían el casco en mal estado por tratarse de buques viejos que habían salido de la reserva, mientras que las de nueva construcción lo habían sido con muchas tolerancias a causa de las prisas, a lo que se añadía que sus dotaciones eran escasas y mal disciplinadas. De los venecianos escribía Requesens:


"La chusma es voluntaria y descuidada y a cualquier parte que llega sale a pasear por tierra; y si por mal tiempo es necesario levar anclas, es fuerza esperar a los remeros, estando en peligro de perderse en cualquier borrasca y ha de ser trabajo intolerable navegar en su compañía porque es cosa extraña lo que tardan en hacer cualquier cosa. Todavía si tuvieren gente de pelea, se tomaría lo demás en paciencia; esperan que les llegue de Calabria, pero yo temo que tardará demasiado y que no llegará la décima parte que ha de menester".


 DISPOSICIÓN DE LA LIGA SANTA

Bandera de la Armada española
Galeras           204
Galeazas             6
Fragatas            26

Infantes        50000
Jinetes            4500
Marineros      9000


                                                                                                       




Bandera de la Armada Otomana


DISPOSICIÓN DE LAS TROPAS TURCAS

Galeras              216
Galeaotas            64
Fustas                  64

Soldados       34000 ( De los cuales 3000 eran Jenízaros )
Marineros     13000




REUNIÓN DEL IMPERIO OTOMANO

Por otro lado la armada reunida por los turcos para la conquista de Chipre estaba formada por 100 Galeras al mando de Alí Pachá, aconsejado por el marino Mohamed Bey y el corsario Uluch Alí, antiguo fraile italiano. Una vez que supo de la concentración de naves cristianas en Mesina, el sultán Selim ordenó enfrentarse al enemigo y para ello, Alí Pachá llevó su flota al golfo de Lepanto, lugar elegido para que se concentraran todas las naves disponibles se reforzó la escuadra en el doble de buques usados durante la toma de la isla de Chipre. Se confiscaron provisiones y leña se decretaron levas para reforzar a los remeros. Llegaron Jenízaros de las guarniciones de Grecia y la flota turca recibió como insignia un estandarte de verde seda  elaborado en La Meca, adornado con la Media Luna y versículos del Corán.

Finalmente las naves reunidas por los turcos sumaron 216 Galeras, muchas de ellas de 28 y 30 bancos, 64 Galeotas y 64 Fustas y otras pequeñas naves. En ellas habían embarcado 13.000 marineros,  y 34.000 soldados, aunque  solo de éstos, 3.000 eran jenízaros armados con arcabuces. Hay que tener en cuenta que éstas eran las únicas armas de fuego disponibles en la armada turca, estando el resto de combatientes armados con arcos y flechas envenenadas, efectivas sólo a corta distancia.



Los turcos disponían de menos artillería, 750 cañones frente a 1.215 en las naves de La Liga santa que con frecuencia eran de calibre superior.

Una flotilla de exploración al mando de Karah Kodja avistó que la armada cristiana se encontraba a la entrada del golfo de Patrás, impidiendo de esta manera a la armada turca el acceso a mar abierto. Pertev Pachá y Uluch Alí recomendaron evitar el combate quedando al abrigo de los castillos de Lepanto. Alí Pachá se negó, ya que el Sultán en persona había rechazado esa posibilidad, dando orden de entrar en combate a toda costa.

El despliegue de la armada turca era muy similar al de la Liga Santa con tres escuadras y una reserva. Chuluk Bey, virrey de Alejandría y conocido por los cristianos como Mehemet Sirocco, con 55 Galeras y una Galeota se situaría en el ala derecha, lo que haría que se enfrentara a Barbarigo Dux de Venecia. El mismo Alí Pachá a bordo de La Sultana ejercería el mando del centro con 96 Galeras y Galeotas. En el ala izquierda, Andrea Doria se enfrentaría a Uluch Alí al mando de 61 Galeras y 32 Galeotas en su mayor parte de corsarios berberiscos. Si bien la flota de combate turca era superior a la cristiana, la escuadra de reserva de Murat Dragut formada por 31 unidades, sólo contaba con 8 Galeras.



Bandera Otomana


Al amanecer del 7 de octubre, Alí Pachá dio orden de levar anclas para combatir y dirigiéndose a los cautivos cristianos dijo: 


"Si hoy es vuestro día, Dios os lo dé, pero estad ciertos que si gano la jornada, os daré libertad. Por lo tanto, haced lo que debéis a las obras que de mí habéis recibido".


Tras esta palabras, la flota turca salía al encuentro de los cristianos con el viento a favor, lo que permitía dar descanso a sus remeros. Cuando la flota cristiana cruzaba el cabo Scropha los serviolas divisaron al enemigo a quince millas de distancia.




 EMPIEZA LA BATALLA

"la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros"


El 7 de octubre a las 7 de la mañana una vez divisadas las dos escuadras, se  oye un cañonazo procedente del lado turco y  Don Juan de Austria entiende que es el desafío de La Sultana  la nave capitana al mando de Alí Pachá y ordena contestar con otro cañonazo desde La Real como señal de aceptar el reto. Don Juan seguidamente se dirigió a los venecianos diciendo:


"Hoy es día de vengar afrentas; en las manos tenéis el remedio a vuestros males. Por lo tanto, menead con brío y cólera las espadas"


Dirigiéndose seguidamente a los españoles les dijo: 

"Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¿Dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad"





La vanguardia de la flota cristiana entró en el golfo de Patrás ( Lepanto ) y el comandante en jefe de la flota, Don Juan de Austria avistó ,al este ,a la flota Otomana,  formando un improvisado consejo de guerra en el que deliberar las últimas  actuaciones a tomar  D.Juan de Austria dijo, "Señores, ya no es hora de deliberaciones, sino de combatir".


La estrategia inicial de Alí Pachá, era evitar el potente fuego cristiano y flanquear la línea enemiga por ambos lados. En el centro, el propio comandante, fijaría las posiciones cristianas mediante las reservas que mantenía a su retaguardia.

Don Juan supo ver lo que se proponía Alí Pachá, y adelanto su posición central, la poderosa escuadra de galeazas, unas naves con gran potencia de fuego, que estaban muy adaptadas para momentos de máxima exigencia. Don Juan había ordenado eliminar sus espolones de proa para adelantar lo más posible la artillería , favoreciendo la eficiencia de los cañones cristianos. Además, a diferencia de Alí Pachá, Don Juan mantuvo sus reservas a retaguardia, y dispuso que Álvaro de Bazán estuviera dispuesto a controlar las posibles brechas que se pudiera producir en la línea de combate .


Movimientos de las flotas cristiana y otomana

A las 11 de mañana, ambas flotas ya estaban dispuestas a iniciar el fuego. Las naves de Barbaringo y de Sirocco, fueron las primeras en entrar en combate. El escuadrón cristiano copó al turco e incluso su comandante fue herido mortalmente. Las acciones de las galeazas, con viento a favor, permitió un rápido desbordamiento de las naves de Sirocco que sin un líder que las comandara ya todo fue fácil para el escuadrón veneciano, mucho más rápido gracias a su mayor maniobrabilidad lo que permitió atrapar al escuadrón turco contra la costa en la punta de Scropha. El ala izquierdo otomana resultó completamente aniquilada. Los soldados turcos fueron abatidos en sus propias naves o incluso perseguidos por tierra. La batalla había comenzado con gran éxito para la escuadra cristiana.


A las 12 de la mañana, continuaba el combate esta vez por el centro de las dos escuadras. Las dos naves capitanas dirigiendo a lo mejor de los dos ejércitos, se encontraban una frente a la otra. Las naves turcas rompieron la línea de vanguardia cristiana y avanzaron en busca de la nave capitana de Don Juan de Austria. Esta arriesgada maniobra, fue neutralizada en parte por la artillería cristiana que causó muchos daños en las galeras enemigas, pero fue tal el ímpetu de las naves otomanas que después de penetrar en el interior de la vanguardia cristiana se lanzaron al abordaje.

La Sultana embiste a la Real, proa con proa, dejando de esta  manera unidas a las dos embarcaciones en una plataforma de 110 metros. Tras recibir el impacto de la Sultana la Real abre fuego sobre la nave otomana, recibiendo en su cubierta todo el fuego de artillería y fusilería de que era capaz la galera de don Juan, lo que le produce muchas bajas, la repuesta es inmediatamente desde otras galeras cristianas. Colonna, Veniero, el Duque de Parma y Urbino se ponen al costado, en apoyo a la Real, con lo que se forma una piña de Galeras cristianas y turcas en las que se lucha cuerpo a cuerpo.

El desorden era total, apenas se veía, las naves apenas superaban 2 ó 3 metros sobre el nivel del mar; y el humo de los disparos e incendios dificultaba todavía más la visión; el lio de naves y mástiles que se cruzaban sin ningún orden de batalla era total. El combate continuaba y las naves pequeñas tuvieron en este momento crítico, una importancia vital. Actuaban de enlace y de transporte de infantería donde se precisaba para controlar las brechas o para infiltrase en la líneas enemigas.

Álvaro de Bazán, con sus naves de socorro, interviene impidiendo que  Galeras turcas puedan unirse a esa piña, y envía 200 hombres en apoyo a la Galera de Don Juan.

Posicionamiento inicial a la batalla
Movimientos de las escuadras

D. Juan de Austria  lanza un último ataque con todo lo que le quedaba, de las galeras próximas a la Real y se dirige al abordaje definitivo de la Sultana. Álvaro de Bazán nuevamente manda una oleada de infantería del tercio de refresco que abordaron la galera de Alí Pachá a sangre y fuego.

Un disparo de un arcabucero dio en la cabeza de Alí Pachá que cayó fulminado al instante. Reconocido el cuerpo del comandante de la flota otomana, su cabeza degollada fue clavada en una pica a modo de estandarte lo que desconcertó a las tropas musulmanas .
Un galeote ofreció la cabeza a  Juan de Austria, Éste la despreció con gesto de asco y ordenó que la arrojase al mar.

La noticia de la conquista de La Sultana y la muerte de Alí Pachá pasó de una nave a otra y los turcos comenzaron a dar por perdida la batalla. Karah Kodja se rindió a Juan Bautista Cortés y Mustafá Esdrí se rindió a la Toscana del Papa. La galera de Mustafá era la  galera capitana pontificia capturada diez años atrás, a bordo llevaba los cofres de la tesorería de la flota turca. Otra galera turca la asaltaron Don Alejandro Torrella y Don Fernando de Sayavedra guiando a caballeros valencianos del Tercio de Moncada y en ella encontraron a los hijos de Alí Pachá, Mohamed Bey de diecisiete años y Sain Bey de trece. Llevados ante Don Juan, se echaron llorando a sus pies y aquél les consoló por la muerte de su padre, mandó que fueran alojados y que les llevaran ropa y comida preparada según sus creencias.

Aunque los turcos habían sido vencidos en el centro y en la izquierda, en la derecha Uluch Alí había logrado cercar la escuadra de Andrea Doria y allí los cristianos comenzaban a perder terreno en toda la línea. En la Piamontesa de Saboya en la que iba Don Francisco de Saboya todos los que se encontraban a bordo fueron pasados a cuchillo. En la Florencia del Papa sólo hubo 16 supervivientes, todos ellos heridos. En la San Juan, también del Papa, murieron todos los soldados y los galeotes. En la Marquesa se hallaba enfermo un soldado de veinticuatro años que cuando supo que se iba a entrar en combate pidió a su capitán Francisco San Pedro que le colocara en el lugar más peligroso, pero éste le aconsejó que permaneciera en la enfermería.

"Señores –contestó él- ¿qué se diría de Miguel de Cervantes cuando hasta hoy he servido a Su Majestad en todas las ocasiones de guerra que se han ofrecido? Y así no haré menos en esta jornada, enfermo y con calentura". Entonces se le puso al mando de doce soldados en el esquife y combatiendo recibió dos heridas en el pecho y otra en la mano izquierda "que perdió su movimiento para gloria de la diestra".


Así, el combate no se desarrollaba muy bien para Doria hasta que por fin apareció Don Alvaro de Bazán con la escuadra de socorro. Uluch Alí llevaba a remolque la capitana de Malta y viendo la llegada de las nuevas galeras, cortó los cabos con que sujetaba a su presa y comenzó la huida. Don Juan también dirigía sus naves en ayuda del ala derecha, cuando un grupo de 16 galeras turcas que no aceptaron ni la rendición ni la fuga, pusieron proa hacia las galeras que llegaban, pero Don Juan de Cardona les cortó el paso con tan sólo ocho galeras y acabó por desordenar el grupo atacante.

Uluch Alí se dirigió hasta Lepanto reuniendo todas las naves que pudo. Las naves cristianas trataron de darles caza, pero a estas alturas de la batalla la gente de remo estaba tan agotada que se renunció a la persecución. Una vez en Lepanto, Uluch Alí incendió las naves supervivientes para evitar que fueran capturadas, aunque pudo conservar como trofeo el estandarte de la capitana de Malta. Eran las cuatro de la tarde y viendo que se estaba formando una tormenta Don Juan ordenó refugiarse en el puerto de Petala.

El arrojo y determinación que demostraron las tropas cristianas fue determinante para lograr la victoria total. El mérito principal de la victoria estuvo a cargo de, Don Juan de Austria que demostró en todo momento ser digno de la alta responsabilidad que se le dió y que su táctica resultó acertadísima y así se lo reconocieron los venecianos.

En cuanto al heroísmo, puede decirse que fue general, tanto en las tropas veteranas como las bisoñas. En las fiestas de la noche de la victoria se pudo comprobar que uno de los soldados que lucharon con más bravura se trataba de una mujer. Por ello, se le concedió plaza en el Tercio de Lope de Figueroa.

Los Tercios en plena batalla


A la mañana siguiente se hizo recuento da las bajas. De la armada cristiana faltaban quince Galeras, aunque hubo que desguazar otras treinta, entre ellas  La Real, a causa de la gran cantidad de  daños sufridos en batalla. 

Se apresaron 170 naves al enemigo, aunque días más tarde solo quedaban a flote 130. Se calculó que se hundieron 80 Galeras y habían conseguido escapar hacia Lepanto 40 más entre Galeras y Galeotas. Los venecianos habían tenido 5.000 muertos, los españoles 2.000 y 800 los del Papa, mientras que se hicieron 5.000 prisioneros entre los turcos y se calculó que habían tenido unos 25.000 muertos. También se rescataron 12.000 cautivos presos en las naves otomanas. Posteriormente, durante cuatro días se hicieron las reparaciones más urgentes y Don Juan de Austria aprovechó para redactar una relación de la batalla para el Rey Felipe II que llevaría Don Lope de Figueroa junto con el estandarte ganado a los turcos. También envió cartas al Papa y al Senado de Venecia, Colonna y Veniero actuaron del mismo modo.


El Sultán Selim tras ser informado de la derrota sufrida se limitó a decir: "Me han rapado las barbas, ya crecerán con más fuerza", durante el siguiente invierno se reunieron más de doscientas galeras que se pusieron al mando de Uluch Alí quien durante la batalla había conseguido el único trofeo para el Sultán.

La batalla de Lepanto cerró el capítulo del Mediterráneo en la Historia Universal ya que a partir de entonces los asuntos del mundo se resolverían en el Atlántico. Cuando esto se produjo, España se encontraba tanto en el Atlántico como el Mediterráneo. 

La batalla de Lepanto ha sido la batalla naval más sangrienta de la Historia, ni siquiera comparable con las batallas navales de las 2 guerras mundiales.



APENDICE

Características principales de la Nave Real 

Desplazamiento 170 tm ,  eslora sin espolón 55 m, manga en línea de flotación 6 m, calado 1,5 m, bancos por banda 25, total bancos 50, remeros por banco 3, remeros totales 150, longitud de los remos, 14 m, velocidad  máxima a remo 7 nudos, velocidad máxima a vela 12 nudos. Artillería: 1 cañón y 4 culebrinas a proa


Fue una nave típica del mediterráneo , es muy antigua y su diseño se basó en los trirremes romanos. A diferencia de los trirremes, su casco era más alargado y ligero e iba provisto de castillo de proa y el alcázar en la popa donde se alojaban los oficiales. Se movían mediante  mástiles con aparejo latino, en periodos de viento, y mediante remos impulsados por uno, dos o tres  galeotes. Especialmente durante las batallas las galeras de movían a remos.

Popa de la Real

Galeotes en los remos


La Galera , durante la batalla era la plataforma de combate , desde donde la infantería o incluso la caballería saltaba al abordaje a la nave enemiga. Este fue el origen de la infantería de marina española, cuya primera unidad, El Tercio de Armada,  se creó en España durante el reinado de Felipe II y debutó con éxito en la batalla de Lepanto

Excepto en las Galeras cristianas, los remeros o galeotes, solían ser esclavos o prisioneros. Desde lo fenicios, era frecuente cumplir los castigos de condenas en Galeras . Galeote, es una de las ocupaciones más antiguas de la historia, remaban coordinadamente al ritmo que marcaba un tambor.

En España hubo varias escuadras de Galeras, la de Galeras de España, que ostentaba la mando supremo y honores en el Mediterráneo; la de Sicilia, la de Nápoles, la de Génova y la del Estrecho. Lepanto puso de manifiesto la inferioridad de las Galeras frente a la artillería ; esta fue la última gran batalla naval de Galeras de la Historia.



CURIOSIDADES

Tras la batalla, D Juan de Austria tubo que mantener la palabra de liberar a todos los Galeotes por ayudar a conseguir la victoria, y eso hizo que toda la armada española se quedara parada a falta de reos para poder mover las embarcaciones y Felipe II ,tubo que ordenar a todos los jueces que condenaran todas infracciones cometidas en castigo a Galeras.

Había tanta sangre en las embarcaciones durante la batalla, que se tenia que poner arena en las cubiertas para que la gente no se resbalara con la sangre y las vísceras de los caídos.

Se cree que en esta batalla,se incorporo el gorro de la marinería que ha perdurado hasta nuestros días en la armada Española, he incluso se ha extendido a otras, llamándose desde entonces Lepanto.


La nave capitana de Malta contaba con una tripulación se 300 caballeros,  tras el termino de la batalla solo quedaron tres con vida los demás fueron pasados a cuchillo.



Los soldados cristianos caídos al mar en el fragor de la batalla y que se acercaban a las galeras turcas pidiendo auxilio se les cortaba las manos y se les impedía subir a cubierta.



LIBROS RELACINADOS:





«La más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros», estas palabras de Cervantes ilustran perfectamente lo que fue la batalla de Lepanto. Un tema realmente fascinante, al igual que los dos protagonistas de esta novedosa novela: Juan de Austria y Alejandro Farnesio. Con estos ingredientes y una genial portada 




 
 
España se constituía como un poder militar hegemónico incontestable. El papa Pio V la exaltó como una victoria de Dios y así fue celebrada. Coincidiendo con la fecha de la batalla, 7 de octubre de 1571, su sucesor Gregorio XIII estableció la fiesta del Rosario vinculando el acontecimiento al triunfo de la Iglesia. Desde aquel lejano día de hace ya más de 300 años se fue tejiendo sobre aquel episodio un mito que lo fue desfigurando hasta hacerlo irreconocible, transformándolo en un relato fantástico, legendario. Voltaire observó entre divertido e irónico que tal exaltación era exagerada o absurda, anotando las primeras líneas del antimito. Concluyó que aquello no fue para tanto, más bien una ocasión desaprovechada. Después de la batalla, nada cambió, el Imperio Turco se anexionó Chipre y Túnez, alcanzó el Magreb amenazando de manera directa la Península Ibérica.
 
 
 
 
 
La Guerra contra el Imperio Turco, conocida popularmente como la "Guerra del Turco", fue la más tenaz y prolongada que España libró a lo largo de su historia. Duró más de 200 años y tuvo como escenario principal el mar Mediterráneo y los países ribereños. Un enfrentamiento titánico que obligó a un derroche descomunal de recursos y energías y dejó casi despoblada gran parte de la costa española. En esa contienda despiadada se mezclaron factores políticos y religiosos, pero sin la intervención de España, entonces en el cenit de su poder, es muy probable que el centro y sur de Europa hubieran caído en manos del islam otomano. Mientras el Imperio Hispano se extendía por todo el mundo, a duras penas conseguía detener los ataques de turcos y corsarios magrebíes. La guerra se convirtió en una herida abierta que se tragó enormes cantidades de hombres, barcos y oro.
 
 
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