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viernes, 28 de noviembre de 2014

CONFLICTO CRISTIANISMO ISLAM MODERNO PERSIA 1727 AÑO CERO


 CURIOSIDADES EXPRESS:




1727 un año clave para Persia y clave en el conflicto secular moderno entre occidente y oriente. Los años anteriores en ella son complicados, pues son una serie de intervalos bélicos salpicados de tremendos baños de sangre, crueldades voraces. El gran Shah Abbas había intentado iniciar importantes reformas en el siglo anterior, y había capturado de los turcos las ciudades de Kerbala, Mosul y Babdad y otros lugares más, y construyó la espléndida Isfahán como capital. Si bien, entró en conflicto con Europa al atacar los enclaves portugueses del golfo pérsico y el de la isla de Ormuz.
Tras su muerte, Persia entró en decadencia. En 1722, el afgano Khilzais de Kandahar, bajo las órdenes de Mir Mahmud, se hizo con Isfahán y esa ciudad pronto quedó en ruinas. Este mahmud se dedicó a hacer grandes orgias de sangre, un psicópata total, enloquecido fue muerto por su primo Ashraf. 
Ashraf por aquel entonces solicita ayuda a Rusia a cambio de grandes extensiones de tierra, que incluyen astarbad y Gilan. En 1724, con el apoyo de Francia, Rusia y turquia firman un tratado con el objetivo de anexionarse y dividir el noroeste de Persia. No obstante, Ashraf derrota a los turcos, pero en el decisivo año 1727 decide ceder la Persia occidental a los turcos, con la condición que lo reconozcan como rey. En 1728, muere.


MAPA DE PERSIA Y TURQUIA

Las consecuencias del regalo persa a los turcos es una historia de guerra entre turcos y oriente y occidente, que en épocas posteriores se transformaría en guerra entre irak e irán y oriente y occidente. Sus consecuencias se dieron a conocer durante la segunda guerra mundial, cuando Grecia, como campo de batalla occidental entre Italia y los otomanos, que fue revertida a los griegos.
En todas estas etapas históricas, el conflicto fue avivado por las diferencias religiosas entre el Islam y el cristianismo, y sus diferentes visiones de ver el mundo. Las principales crisis entre las religiones enfrentadas fueron los siguientes:
En 1733 el slután de Mamluk se une a los rusos para atacar Persia, y esta última ocupó las regiones de Caspio y los tucos se apoderarían de Azerbaiyán y Hamadán. Fueron derrotados en Kurkub por Nadir Kuli Khan, que poco después volvió a la carga con los turcos, durante un período de 13 años que concluye en 1747, en Kars e Irak.
Después vienen las guerras con Napoleón y Nelson, las guerras de la frontera rusa, tratado de Bucarest 1812, la revuelta serbia (Convención de Akkerman, 1826), y tratado de Londres, 1827, que lleva a la creación de un protectorado ruso sobre Serbia; las revueltas de Morea y Moldavia en 1821, la posterior conquista de Missolonghi por los turcos en 1825, la invasión rusa de las provincias turcas del Cáucaso ( tratado de Adrianópolis 1829), la invasión de Mehmet Alí del Sudán en 1821, y luego de Creta y Morea, seguida por la invasión de Siria en 1832 y su posterior expulsión según la convención sellada en Londres en 1840; la guerra de Crimea, que llevó a buena parte de Europa a la guerra; la rebelión de Bosnia de 1875 bajo control otomano; la emparentada guerra serbia, seguida por la rusa de 1876 ( Tratado de Berlín 1878) que lleva a la ocupación de Chipre por los ingleses. Esto  y otras crisis llevaron a una decadencia del poder turco que llevaron indudablemente a la primera guerra mundial, y más allá, en el Siglo XX, la guerra de Irak 1991, conflictos en Yugoslavia, el conflicto Palestino, y más recientemente las invasiones de Afganistán e Irak y la creación última del Estado Terrorista Islámico en guerra contra occidente.
No puede ser casualidad que la primera guerra mundial concebida para frenar el avance alemán en Europa supusiera enfrentamientos bélicos en el viejo imperio Turco, en Mesopotamia, Palestina y Siria, así como Egipto. 



miércoles, 26 de noviembre de 2014

CABEZA DE VACA EN EL NORTE DE AMÉRICA

 CURIOSIDADES:





Corría el 1 de mayo de 1528, la costa oeste de Florida. En esas está Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, el tesorero de Carlos I de España y alguacil mayor, y Pánfilo de Narváez, gobernador y el que ejerce la comandancia de la expedición, mirándose fijamente, aún sabiendo que el último es tuerto. El joven Cabeza de Vaca, con sólo treinta y cuatro años, mantiene una actitud prudente, aunque desafiante a su jefe, de casi sesenta años, de carácter de fuego e impulsivo. 

-“Vamos a penetrar tierra adentro, no me importa que esos indios posean flechas capaces de atravesar un nogal, en absoluto, nosotros tenemos lo que hay que tener, y nos acompaña el poder de nuestro Salvador Jesucristo, mejores hombres en la lucha…”. Comenta Pánfilo.

-“Con todos mis respetos, señor, yo estimaría conveniente permanecer junto a nuestros navíos, que están bien vigilados y fondeados en lugar seguro. Estimo prudente esto porque si nos alejamos de la costa perderemos de nuestra vista las embarcaciones y podríamos no volver regresar.”. Le dice Cabeza de vaca a su superior.

-“Será posible, con el oro y el maíz sembrado que hay por ahí, no te das cuenta de nuestra situación, tanta hambre en nuestros hombres, solo los mantiene el deseo de riqueza… no querrías que acabase todo en motín. Además… veo que no eres tan valiente como había estimado… correrías como una mujer si te toparas con un simple ratoncito… no eres más que un estorbo, Cabeza de Vaca.”. Le arroja estas últimas palabras a la cara.

El semblante de Cabeza de Vaca adquiere un tinte rojizo, de ebullición. El sabe que esas palabras son injustas, puede parecer un cobarde pero piensa en querer más aventurar la vida que poner su honra en esa condición.


LA RUTA QUE SIGUIÓ LA EXPEDICIÓN DE NARVÁEZ


Diremos que Cabeza de Vaca era un hombre inteligente y culto que ya participó en su juventud en la batalla de Ravena en Italia y en la toma del alcázar de Sevilla durante la revuelta de los comuneros de Castilla. Su apellido, es un orgullo para él, se dice que proviene de un antepasado materno del siglo XIII, que ejercía de pastor, un tal Martín Alhaja, que dispuso una cabeza de vaca devorada por los lobos como marca de paso a través de un pasaje secreto entre montañas. Esto ayudó a las tropas cristianas a derrotar a los musulmanes en la batalla de Navas de Tolosa. Por ello, Cabeza de Vaca, decidió usar el apellido de su madre en lugar del de su padre, Francisco de vera.

Seguiremos comentando que la expedición dirigida por Pánfilo de Nárvaez salió del puerto de Cádiz, concretamente de Sanlúcar de Barrameda, con el objetivo de conquistar y gobernar los territorios comprendidos entre el río de Las Palmas, actual Rio Grande, hasta el cabo de Florida.

La expedición constaba que cruzó el atlántico estaba integrada por cinco navíos, con unos 600 hombres a bordo. Pararon en la isla de Santo Domingo, La Española, para abastecerse de víveres y de caballos. De los 600 hombres, unos 140 se quedaron en aquella isla para hacer fortuna. Después de esto, la siguiente parada fue en Santiago de Cuba, donde se pudo alistar a nuevos hombres, y conseguir más caballos y armas. Sin embargo, en la villa de Trinidad, localizada en el centro sur de la isla se vieron sorprendidos por un temporal que destruyó a dos navíos y arrasó la localidad, de forma que perdieron unos 60 hombres y 20 caballos. Viendo la catástrofe, los hombres desmoralizados se decidió posponer la expedición una vez pasase el invierno.

Así, a principios de 1528 se embarcaron unos 400 hombres y 80 caballos en cuatro navíos y un bergantín. Fue unos días después, cuando divisaban la Habana, se vieron a alejarse de la isla por una nueva tempestad que les empujaría hasta la costa de Florida. Costeando por el litoral dieron con la bahía de Tampa, donde divisaron un campamento de indios.

“Los indios de aquel pueblo vinieron a nosotros, y aunque nos hablaron… no los entendíamos; mas hacíannos muchas señas y amenazas, y nos pareció que nos decían que nos fuésemos de la tierra, y con esto nos dejaron.”, según contó Cabeza de Vaca en su relato. Allí pudieron ver que habían cajas de los mercaderes de castilla, pero al abrirlas con horror descubrían que contenían un cadáver, cubierto con cuero de venado pintado. Con ello se dieron cuenta que no eran los primeros hombres blancos en pisar aquella tierra, sino que otros españoles se habían encontrado con un destino funesto.

Pues volviendo al principio, la discusión entre Pánfilo y Cabeza de Vaca, terminó en la decisión de adentrase tierra adentro en busca de la famosa provincia Apalache, según contaban los indios, repleta de oro. Para poder ir hasta allí contrataron un guía entre los indios a cambio de baratijas, cascabeles y cuentas de gran valor para ellos. El terreno era pantanoso, repleto de árboles gigantes.
Guiados por el indio llegaron hasta un río ancho y profundo dominado por una corriente muy fuerte, y tras detenerse a hacer acopio de madera talando algún árbol, construyeron una canoa, de forma que necesitaron un día para poder cruzarlo. Juan Velázquez, un miembro del grupo, pensó que era buena idea atravesar el río a lomos de un caballo, desgraciadamente ambos fueron engullidos por las corrientes del río, de suerte que con la carne del caballo recuperada muchos iban a poder comer esa noche.



CABEZA DE VACA PERDIDO CON LOS SUYOS TRAS EL NAUFRAGIO


Los días fueron dejando atrás el fuego expedicionario de encontrar el oro, y el hambre se iba abriendo pasos a través de los intersticios de sus mentes hasta conquistar sus voluntades. Además, se añadía las acometidas de los indios, que se acercaban a rastras sin producir ningún ruido. “Ven y oyen más y tienen más agudo sentido que cuantos hombres yo creo hay en el mundo. Usan arcos gruesos y largos, y por lo visto no fallan casi nunca el tiro. Siempre preparados, pasaban la noche despiertos con sus arcos y una docena de flechas a mano, si era necesario. Eso sí, sienten un temor absoluto por los caballos.”. Relata en sus memorias Cabeza de Vaca.

Finalmente, los aventureros arribaron a Apalache, una tierra que a simple vista les pareció despoblada y muy pobre. Trataron amistosamente con muchos indios, que les indicaron que debían dirigirse al pueblo de Aute, donde podrían hallar maíz, frijoles y calabazas, así como pescado, al estar cerca del mar. Eso hizo, y una vez en Aute, pudieron descansar varios días para luego encaminarse hasta la costa. Pero el hambre azuzaba tenaz, y pasados unos pocos días ya habían acabado con todos los caballos para su sustento, y el lugar fue conocido como la Bahía de los caballos. La gente comenzó a morir por desnutrición, otros flechados por los indios, así que decidieron los sobrevivientes continuar por mar.

Para ello fabricaron primero herramientas, y al cabo de un mes y medio tenían construidas cinco barcas. Se echaron a la mar, pero la navegación fue un suplicio, llegando a beber agua salada, padeciendo una fuerte tormenta y recibiendo más ataques de los indios. Llegaron hasta la desembocadura del Mississippi, el mayor río de todos que los recibió con su abrazo de muerte. La fuerte corriente reinante los llevó mar adentro y las barcas se fueron dispersando.

Al amanecer de ese día, Cabeza de Vaca se encontró frente a la barca del gobernador. “Él me respondió que ya no era tiempo de mandar unos a otros; que cada uno hiciese lo que mejor le pareciese que era para salvar la vida”. Es lo que le dijo el gobernador a Cabeza de Vaca. Esto ya era la demostración palpable que la expedición constituía un fracaso. Dos de las barcas se perdieron en las profundidades del océano, una de ellas la del propio Pánfilo de Narváez, una tercera zozobró y sus tripulantes se unieron a la de Cabeza de Vaca. 

Navegaron cuatro días en unas condiciones calamitosas hasta embarrar con violencia, y los marineros se fueron arrastrando por la orilla cuál muertos vivientes. Algunos indios que los vieron… “comenzaron a llorar recio, y tan de verdad, que lejos de allí se podía oír, y esto les duró más de media hora”. Relató Cabeza de Vaca. En aquel lugar se encontraron con los capitanes Andrés Dorantes y Alonso del Castillo, y con toda la gente que formaba la quinta embarcación. Habían llegado a la isla que llamaron “de Mal Hado” en la actual Galveston, Texas., allí padecieron de hambre extrema y varios de ellos recurrieron al canibalismo. 

Cabeza de Vaca enfermó por aquel entonces, y permaneció un año con una tribu de indios fuera de la isla, donde se quedaron con él Hiéronimo de Alaniz y Lope de Oviedo, el resto partió hacia México. Posteriormente, se trasladó con los indios charruco, que moran en los montes, donde pasó unos seis años con ellos, ejerciendo de mercader, viajando tierra adentro llevando conchas de caracolas que eran usadas por los indios para cortar un tipo de fruta y debía regresar con pieles, con sílex para las puntas de las flechas o con caña resistente para las saetas. En ese tiempo no abandonó el lugar por Lope de Oviedo, que no quería regresar, y no sabía nadar. 

Más tarde, fueron informados por los indios que se habían visto más cristianos por la zona que eran maltratados por unos nativos. Estos eran el capitán Alonso de Carrillo, Andrés Dorantes y el Estebanico el negro, natural de Amazor, Marruecos, el primer africano que pisó esas tierras. Se encaminaron hasta allí, y tras recibir un recibimiento a base de palizas, y apuntaron los arcos a sus corazones, amenazando con matarles. Todos eran cautivos, y se hallaban en un punto cercano a la desembocadura del río Guadalupe en Texas. Entre los cuatro intrigaron para escapar de allí. Con lo que llegada la estación de las tunas emigraron con la tribu, decidieron permanecer meses con ellos para no establecer sospechas de que pensaban escapar. Cuando decidieron finalmente que el día había llegado, se vieron frustrados debido a una riña entre varios indios sobre una mujer. Con lo que debieron esperar otro año para poder partir y dejar a aquellos indios, como se relata en el siguiente enlace:




En su viaje entre indios hacía el oeste llegó un punto que vio un paisaje accidentado, con sierras despuntando en el horizonte y allí pudo ver los indios más blancos que hubiera visto hasta entonces. Aunque pensaban que estaban cerca del mar, se aventuraron entre las montañas, evitando la costa, donde había indios muy peligrosos. Fueron atravesando los actuales estados de Nuevo México y Arizona, costeando el golfo de California, pasando por Culiacán y llegando a Sinaloa. Alcanzaron el rio Petután, donde hallaron un poblado deshabitado con signos de que había habido cristianos allí y no muy lejos de allí encontraron a cuatro de ellos a caballo, que quedaron atónitos al descubrir que iban acompañados de indios y casi desnudos. El pueblo estaba abandonado porque los cristianos habían aterrorizado a los indios que moraban en él, y los acompañantes de Cabeza de Vaca eran unos 600 entonces, que se encontraron con el resto de los soldados en la provincia llamada La Nueva Galicia. Los cristianos quisieron esclavizar a los indios que acompañaban a Cabeza de Vaca, pero estos se rebelaron, “que los cristianos mentían, porque nosotros veníamos de donde salía el sol, y ellos de donde se pone, y que nosotros sanábamos los enfermos y ellos mataban los que estaban sanos; y que nosotros veníamos desnudos y descalzos, y ellos vestidos y en caballos y con lanzas; y que nosotros no teníamos codicia de ninguna cosa”. Relató Cabeza de Vaca sobre lo que dijeron los indios.

Los soldados españoles escoltaron a los hombres de Cabeza de Vaca hasta Veracruz, donde casi 10 años, después de la partida, Cabeza de Vaca embarcaba para España.


BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA:


WE CAME NAKED AND BAREFOOT. THE JOURNEY OF CABEZA DE VACA ACROSS NORTH AMERICA. AUSTIN. UNIVERSITY OF TEXAS, PRESS 2003

CABEZA DE VACA, ALVAR NUÑEZ. NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS. ESPASA-CALPE 2005

martes, 25 de noviembre de 2014

LA TOMA DE LA BASTILLA

CURIOSIDADES:



Corre el sábado 11 de julio de 1789. Destitución de M. Necker, M. De Luzerne, M. de Montmorin y de…, sustituidos por M. de Breteuil, jefe del Consejo Real de las Finanzas; M. Ridaud de la Tour, controlador general; M. D’ Amécourt y Lambert, admitidos al consejo, M. de Broglie, ministro de la Guerra; De la Porte, ministro de la Marina; Foulon, para lo contencioso de la guerra. Esta nueva se publicó en Paris el domingo 12, a mediodía, y esparció una consternación general.

Se decía que el duque de Orleans estaba detenido, como varios miembros de la asamblea nacional. A las tres de la tarde, los bustos decorados de Orleans y de Necker fueron llevados en triunfo. Gran afluencia del pueblo. Los oradores del Palais Royal arengaron al público. El Palais Royal estaba lleno. A las cuatro se gritaba a las armas. La vigilancia se vio obligada a acompañar a ambos bustos.



LA ARENGA SURTE SU EFECTO ANTE EL PÚBLICO


En un instante, el pueblo compareció y se reunió en tumulto, armado de espadas y fusiles. Los gritos de “viva el Tercer Estado, el duque de Orleans y Necker” se esparcían por todos lados. Los paseantes eran enrolados. A las cinco se decidió que se atacaría a las tropas del rey acampadas en el Campo de Marte, Campos Eliseos y Barrière Blanche. Las guardias francesas abandonaron sus banderas para pasarse al pueblo. Los soldados de Vintimille, Provenza… se pasaron también. Fueron atacados los dragones del Real; hubo desmontados, muertos, y sus caballos fueron conducidos al Palais Royal, convertido en punto central adonde todo confluía; en adelante fue plaza de armas.

El regimiento Real Alemán rechazaba los parisienses hacía la plaza de Luis XV y su coronel el príncipe de Lambesc dio varios tajos a algunos ciudadanos sin armas y los rechazó hacia las Tullerias.

La noche hizo volver a la ciudad a los parisienses; hubo varias escaramuzas y algunos jinetes del Royal Cravate fueron muertos en una encuentro en el bulevar a medianoche, a la una. La noche fue muy turbulenta, solo se oía gritar “Viva el tercer Estado” y “ y a las armas”.

Se sometía a tributo a los transeúntes a mano armada exigiéndoles dinero. El día nos mostró muy agitado al pueblo; todas las casas de los arcabuceros fueron forzadas; se tomaron todas las armas; se marchó después a ocupar la casa de los Lazaristas; se encontraron armas y muchos comestibles, sobre todo harinas e incluso dinero; todo fue llevado al Ayuntamiento, el pueblo pegó fuego a uno de los departamentos y lo abrasó.


DESORDENES DEL 12 DE JULIO EN EL JARDÍN DE LAS TULLERIAS


Todo el lunes fue empleado a buscar armas; hubo una orden del Ayuntamiento de reunirse en todos los distritos y en las iglesias; los ciudadanos fueron allí; unos oradores subieron al púlpito y hablaron contra los abusos, invitando a todos los ciudadanos a inscribirse y armase.

Al anochecer, el Palais Royal estaba lleno de gente. No se hablaba ni discutía más que de recobrar la libertad, de atacar a todos los enemigos del Estado. El populacho decidió ir a devastar las casas de algunos grandes; comrrieron a la de M. De Breteuil, cogieron las armas de ella y rompieron todo lo que hallaron. De allí fueron a abrir las Tullerias; era entonces alrededor de medianoche. Los suizos, aunque el comandante se lo hubiese prohibido, abrieron la puerta del primer golpe; ante la menor resistencia, la hubiesen hundido.

Fueron a casa del príncipe de Lambesc; rompieron todo lo que había y por advertencia de algunos, no incendiaron su casa porque de ella se podía comunicar el fuego al barrio. Fueron también a casa de otros personajes, que habían tomado la precaución de salir de sus viviendas.

Por la noche hubo patrullas; se designaron puestos. Cada barrio se guardaba; todos los ciudadanos estaban sobre las armas y en la calle; cada calle ofrecía un cuerpo de guardía y se sucedían las patrullas. Se practicaron cortes en las avenidas, e incluso algunas barricadas que fueron perfeccionadas al día siguiente y donde se colocaron cañones.

La mayor parte de las guardias francesas se habían pasado al pueblo y se tenía la seguridad de que las guardias suizas no actuarían contra los parisienses. Se vigiló aquella noche porque se temía un ataque de las tropas del rey; se había establecido un comité permanente de los electores en el Ayuntamiento, que daba órdenes necesarias para el ataque y la defensa, y se fijaban en pasquines. Lo presidía el preboste de los mercaderes.

Al día siguiente, martes, marcharon contra el edificio de los Inválidos; instaron al gobernador que entregase el lugar, pero este tomó medidas de defensa; pero cuando el pueblo, más de veinte mil hombres, se disponía a franquear el foso, hizo abrir las puertas y los sótanos de armas, donde había más de veinte mil fusiles. Se hizo decir a todos los ciudadanos que fuesen a armarse, y Paris corrió en multitud a ello, se apoderaron de cañones, harinas, municiones de toda especie que fueron transportadas en triunfo y al son de los tambores a Paris. Las harinas fueron depositadas en la Halle. Cosa singular: tres regimientos en el Campo de Marte (suizos, húsares y dragones), no hicieron ningún movimiento.

Poco después se pretendió que el campamento quería rendirse y que esperaba ser atacado para tomar partido. A las ocho se quería marchar sobre Versalles, pero otro ataque importante ocupaba entonces la atención de todo Paris; La Bastilla, ese monumento del despotismo, estaba siendo atacado. Comenzaron por intimar al gobernador, señor de Launay, que rindiese la fortaleza; los delegados fueron introducidos entre ambos puentes levadizos, y en el acto, el gobernador hizo alzar los puentes, cerrar las puertas e hizo fuego sobre los diputados, que fueron muertos todos en un instante. Entonces el pueblo, furioso, sin reconocer obstáculo ni peligro, atacó el fuerte, colocó un cañón a cada puerta, rompió las cadenas del puente levadizo y entró en multitud en el primer patio a pesar del fuego de la plaza; reptió la misma maniobra en el segundo puente levadizo, entró en el fuerte acuchillando a diestro y siniestro; el gobernador se retiró a una de las torres; el lugarteniente del rey había sido muerto con las armas en la mano; los cincuenta o más inválidos que defendían el fuerte estaban muertos o fuera de situación de sostenerse contra los diez mil hombres que se hallaban en el fuerte o quizá los cien mil más que lo rodeaban. Se rindieron; el gobernador y otros dos oficiales fueron capturados; se habían puesto banderas en las torres y los prisioneros llevados al Ayuntamiento a bastonazos, entre todos los insultos del pueblo que gritaba: “¡Ahorcados!”.

Llegando al Ayuntamiento, el señor de Launay fue acribillado; uno de sus oficiales sufrió la misma suerte al llegar a la plaza de Gréve; frente al Ayuntamiento, dos inválidos fueron ahorcados en el travesaño de un fanal y les arrancaron el corazón en el acto. Se supo que el seño r de Fiselles, preboste de los mercaderes, traicionaba la ciudad; el pueblo pidió su persona; en el último escalón del Ayuntamiento fue acribillado y tendido muerto, en el suelo. Su cabeza y la de Launay fueron puestas sobre picas y paseadas entre las milicias parisienses por todas las calles; el carcelero fue colgado, le cortaron las manos y las iban enseñando por el Palais Roiyal y las calles.

La noche transcurrió entre temores, todo el mundo estaba en pie; los diferentes pisos de las casas estaban provistos de piedras para lanzar sobre las tropas del rey. La madrugada del miércoles se tomaron todas las disposiciones necesarias contra el ataque; y si este no se producía, se preparaban incluso a marchar sobre Versalles en varias columnas y en número de más de cien mil hombres.

La nueva de la toma de la Bastilla fue llevada a Versalles por el vizconde de Noailles; la Corte se alarmó; aquellas cabezas cortadas que recorrían las calles sembraban tal temor, que la Asamblea Nacional obtuvo que el rey acudiera a la Asamblea. En efecto, el rey compareció el miércoles por la mañana, sin pompa y sin armas, diciéndoles: “el jefe de la nación francesa, afectado por las desdichas que afligen a la capital, viene a ponerse de acuerdo con vosotros para hacerlas cesar y tomar consejo de vosotros”. Se resolvió que el rey licenciaría sus tropas y destituiría a las perversos ministros que habían causado los tumultos. Una diputación de unos cien representantes de la Asamblea Nacional vino a anunciar esta feliz nueva a la capital; pusieron pie en tierra entrando en la ciudad entre una multitud numerosa y se dirigieron al Ayuntamiento asegurando que el rey, bueno y justo, olvidaba todo lo pasado. El señor arzobispo de Paris habló sin ser oído, el señor de Lafayette leyó el dscurso del rey y sus intenciones paternales; el señor de Lally – Tollendal habló con mucha energía; dijo que el rey, sin pompa, solo, afligido por las desdichas de la Capital, había venido a ellos a traer palabras de paz. Añadió que la Asamblea Nacional había compartido los peligros de los parisienses, pero que todo debía ser ahora olvidado, y restablecido el orden público.



EL 14 DE JULIO SE TOMA LA BASTILLA EMBRIÓN DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA


El señor duque de Liancourt quiso hablar de paz, de perdón, pero fue interrumpido por el pueblo, y el vizconde de Noailles respondió que allí donde no había delito no había perdón, lo cual fue muy aplaudido. Lafayette fue en seguida proclamado jefe de la milicia parisiense, y el señor de Baillí, alcalde de la ciudad. El jueves al anochecer una diputación de Versalles anunció que el rey vendría al día siguiente a Paris; todas las tropas estaban siempre sobre las armas y reinaba la misma actividad.

El viernes, el rey partió solo de Versalles acompañado por la burguesía de aquella localidad, en un único coche, sencillo, solo y sin guardias ni nadie de su familia, llevaba en su carroza al mariscal de Beauvau, el duque de Villeroy, el conde D´Estaing y elk duque de Villequier. Hizo su entrada en Paris a través de hileras de soldados parisienses desde la barrera hasta el Ayuntamiento, y seguido de unos cien mil hombres armados y de la milicia de a pie y de a caballo. Gran parte de los diputados caminaban cerca del carruaje del rey como también los electores de Paris; los granaderos y guardias francesas arrastraban dos cañones con las mechas encendidas. Cuando el señor de Bailli entregó al rey las llaves de Paris, en la barrera, le dijo: “Señor, la ciudad de Paris ofreció las mismas llaves a Enrique Iv después que este hubo conquistado Paris. Hoy, la ciudad os la ofrece después de haber conquistado a su rey”. Se gritaba durante su paso: “Viva la nación”. En el Ayuntamiento, el rey consistió en alejar sus tropas, la destitución de los ministros, en volver a llamar a Necker, en que se estableciese una milicia parisiense etc...

Volvieron a conducirle en el mismo orden, bayoneta envainada, a los gritos de “Viva el rey y la nación”, y le llevaron a la barrera entre las aclamaciones de toda su capital.

Al día siguiente, sábado, se supo que los Plignac habían sido alejados, que el mariscal de Broglie, los ministros, los príncipes, y toda la cábala habían salido de Versalles para dirigirse, se decía, a Metz. El conde de Artois había partido de viaje.

Se expidió al instante un correo a Necker para llamarle y expresarle los votos de la nación. Se continúa demoliendo la Bastilla, el pueblo ha recibido la orden de llevar sus armas a los distritos; se ocupan en formar milicias; las patrullas siguen en su actividad; el consejo o comité permanente gobierna siempre esta capital. Es en su nombre y por orden suya que todo se ejecuta; el rey, como si no existiera; el comité regula todos los asuntos.

Todo parece tranquilo,; se continúan las patrullas; se esparció el lunes la noticia de que el intendente de Paris estaba detenido en Compiègne. Se detuvo decían, al señor de Foulon, en un castillo del señor de Santinne. Fue llevado el martes 22 a esta ciudad; entró en el Ayuntamiento por entre el pueblo que pedía su cabeza. A los gritos y exigencias amenazadores del pueblo, M. Foulon fue conducido a la plaza del Ayuntamiento y ahorcado a las cuatro de la tarde en el travesaño de un fanal. Su cabeza fue cortada en seguida y paseada por las calles en la punta de un palo y con heno en la boca. Dos horas después, el intendente llegó al Ayuntamiento también. Requerido, y ahorcado en el mismo farol, se rompió la cuerda y entonces lo remataron a sablazos y bayonetazos; su cabeza, cortada, fue colocada en una pica; le arrancaron el corazón que fue llevado por todas las calles de París a la luz de las antorchas; a las oche de la noche su cuerpo fue arrastrado por las calles por los pies. 

Hoy todo está tranquilo; el pueblo pide, sin embargo, más escarmientos. Se buscan las cabezas proscritas y todos los malos deben temblar.



FUENTE_PAUL NICOLAS BARRAS 1895